Cuando Lope de Vega escribe La discreta enamorada, parece que en 1606, se encuentra en un momento de madurez en el que está reflexionando y teorizando sobre su teatro y, por extensión, sobre el teatro español del Siglo de Oro. Quiere y sabe que tiene que gustar a su público.
Fenisa, nuestra discreta enamorada, es uno de esos personajes fascinantes que va a traer a las tablas de esos primeros corrales algunos aspectos del comportamiento humano que no habían estado muy presentes en esos escenarios, especialmente el deseo. Un deseo que sigue necesitando del amor y del honor, de la aceptación de las convenciones sociales y morales. Un deseo con una fuerza inaudita que hará que nuestra protagonista se enfrente a todo lo que quiera impedir esa fuerza inevitable, vital y liberadora de sus potencias. Lope construye una fascinante comedia de enredos, con una profundidad y complejidad de caracteres inaudita, que ha hecho de La discreta enamorada una de sus grandes creaciones.
Madrid es el escenario de la comedia. Un Madrid que precisamente en 1606 está recuperando la capitalidad de España. Un Madrid heterogéneo, con una amalgama de personajes amplísima, donde todo es posible e imaginable, un lugar con mucha más tolerancia que otras capitales de esa época. Empezar la singladura escénica de esta nueva promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico ha sido una oportunidad magnífica para todos. Las jóvenes actrices y actores y todos los profesionales que les van a acompañar en este viaje saben que Lope, su poesía y su ideología, exige y premia.