En un momento de lucidez, dentro de su soledad y confinamiento eterno, Juana analiza los acontecimientos. Habla con ella misma, con su hija Catalina, la última que le arrebataron de sus brazos, tal vez con sus dioses, y también con el pasado.
El realismo mágico, el mundo de las sombras, los sueños y las enajenaciones, al servicio de una historia real, tan real que aún aturde las conciencias. La alegoría de la princesa encerrada en una torre, que llega hecha realidad más que nunca, para abofetearnos sin miramientos. Cargada de belleza, y de una estética romántica y delicada, Juana, es una obra de 80 minutos en la que una sola actriz basta para darle voz a uno de los acontecimientos más injustos de la Historia de España. Los fantasmas de los que la apartaron injustamente de su destino, aparecen como si de un hechizo se tratara.