En medio de un invernadero poético, una selva en miniatura, una mujer que no duerme hace mucho tiempo se entrega a la caída y nos cuenta (se cuenta) los detalles de ese abismo floral en el que ha resbalado. Se separó de alguien. Y ahora es un vegetal nadando en alcohol. Discapacitada de sol, busca florecer de nuevo. Trasplantarse. Mover la tierra. Removiendo su interior como a las plantas. Le ‘arden los ojos’ de no dormir, de acostumbrarse a la negrura. Pero en este divagar profuso de plantas, enredaderas y palabras, como en un embrujo, va desenredando su historia. El terreno está listo. De todo ese barro florecerá algo nuevo. Lista para la novedad de morir, para la novedad de vivir. Así, todo ella. Nueva.