Por Alfredo Cernuda
Ojos de Niebla recrea la vida del rey Eduardo II de Inglaterra; pero lo que a simple vista puede parecer un drama histórico, con toda la carga cultural que ello representa, se transforma en algo más. Es una historia de amor, de odio, de pasión, de lucha por el poder, en definitiva, es nuestra historia.
Ojos de Niebla narra el amor incontenible de Eduardo II por Hugo LeDespenser, el resentimiento de su esposa, la reina Isabel, humillada por los amores que su marido le niega; el odio de Mortimer, Barón de Wigmore, que le empuja a conquistar a la reina en su afán de poseer algo más que la corona; las intrigas de la Iglesia para acrecentar su poder y coronar reyes que sean fieles a sus propósitos; la ambición de un banquero judío decidido a prestar dinero a amigos y enemigos con tal de enriquecerse; la lucha de dos religiones por permanecer a la sombra de los poderosos.
Quizá lo más importante que refleja la obra es su tremenda actualidad: la Iglesia continúa condenando el amor homosexual, las religiones continúan sembrando el mundo de fanatismo y dolor, y el poder del dinero somete más que nunca la voluntad de los pueblos. Es curioso que unos hechos ocurridos en 1327, siete siglos más tarde, tengan tanta vigencia. Cualquier periódico o programa de noticias, nos asalta a diario con las deudas de los estados, con el atentado sangriento de alguna facción terrorista, o con la negación de derechos a personas que simplemente tienen gustos diferentes. La gente que ha leído Ojos de Niebla, resalta que podría ser un drama actual solo con cambiar los nombres de los personajes.
En resumen, Eduardo II Ojos de Niebla es nuestra historia, nuestra vida, lo demás… lo demás es literatura.