Fotos: Laura DeAngelis
Crescent habla sobre la ira, el miedo a perder el control y la autorepresión a la que estamos sujetas las mujeres. Debemos ser deseables y hermosas, pero si nos pasa algo es culpa nuestra. Se espera que disfrutemos de nuestra sexualidad, pero si lo hacemos se nos tacha de putas. ¿Dónde reside nuestro poder, cuando somos vistas solo como objetos cuyo único valor es el deseo que inspiran?
Como mujeres vivimos toda nuestra vida vigiladas, a través de críticas, acoso, abuso y violación. Se espera que seamos deseables y hermosas, pero somos las únicas responsables del deseo masculino y sus consecuencias hacia nosotras. Se espera que seamos empoderadas y que disfrutemos de nuestra sexualidad, pero cuando lo hacemos se nos critica y nos etiqueta de putas y fáciles. Nuestro valor está determinado por el número de parejas sexuales que tenemos, pero somos puritanas y mojigatas si no tenemos ninguna. ¿Cómo podemos tener una relación sana con nuestra propia sexualidade y nuestro propio deseo, cuando crecemos rodeados de estas contradicciones? ¿Dónde reside nuestro poder, cuando somos vistas e impulsadas a vernos a nosotras mismas, nunca como sujetos sino como objetos cuyo principal valor es el deseo que inspiran, pero que se pierde una vez que entregamos nuestro cuerpo a alguien, como mera mercancía? El viaje hacia esta comprensión, hacia la comprensión de que como mujeres se presupone que no somos verdaderamente humanas, ni tan inteligentes, tan divertidas, tan fuertes, tan interesantes, tan racionales y objetivas como lo son los hombres, es un viaje lleno de rabia. A la comprensión de que estamos criadas para agradar a los demás, para vivir buscando la aprobación, siendo más importante ser amables y no molestar a nadie, anteponiendo la comodidad de los demás incluso a nuestra propia seguridad. Darnos cuenta de que tenemos arraigado un profundo miedo al rechazo, acompañado de las inseguridades creadas por el constante y sutil mensaje de que no somos suficiente. La conciencia de las mutilaciones de nuestro propio carácter, de nuestras posibilidades, no conduce más que a la ira. Esta pieza habla de esta ira. Va a los lugares donde se acumula. Habla del miedo a perder el control, del miedo a perder poder y de cómo nos autoreprimimos para encajar en el molde que la sociedad nos impone.