Son las 10 de la mañana y recibo una notificación. Es un WhatsApp de José (el director de este medio), avisándome de una convocatoria exprés en la Sala Mirador: Juan Diego Botto, su director, estará reunido con Jesús Muñoz (Pont Flotant), Jorge Usón y María Jáimez para hablar de sus respectivas obras, Eclipse total y La Tuerta, que abrirán nueva temporada en la sala asociada a la escuela de Cristina Rota. “Será un encuentro pequeño, cercano”, me dice. Y no podía haberlo definido mejor, porque si algo caracterizaba la interesante charla que tendría lugar un poco después en la calle del Dr. Fourquet era eso, cercana.

Un encuentro cara a cara con los responsables de abrir la nueva programación de La Mirador, que “tiene todo que ver con el teatro que a nosotros nos gusta”, según palabras del propio Botto.

Rememorando esos inicios en los que actuaban incluso con un solo espectador, una mezcla de nostalgia y satisfacción se cuela en la mirada del director y actor. Sin embargo, y cogiendo prestadas las palabras de Jorge Usón, “cualquier tiempo pasado fue peor”. Y es que llegar donde han llegado ha sido, sobre todo, una carrera de fondo. “Si no tienes un amor enorme por el teatro, no lo hagas, porque no te devuelve la cantidad de amor que le pones. Sin embargo, lo haces porque amas demasiado esto”, se sincera Botto. Pero, ¿y la satisfacción cuando llegas? Puede que La Mirador empezase con pases prácticamente privados, que la inversión fuese mucho mayor que las ganancias, pero el orgullo de abrir temporada con dos espectáculos ganadores de Premios Max no tiene precio.

 

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Escena de Eclipse total, de Pont Flotant.

 

Sí, hablamos de Eclipse total, de Pont Flotant, Premio Max a la Mejor Autoría Teatral; y La Tuerta, de Jorge Usón, Premio Max como Mejor Autor Revelación; ¿una declaración de intenciones? “Es intencional encarar temas de interés social con muchísima sensibilidad y calidad que, además, aporten un nuevo punto de vista artístico -afirma el actor, director y programador de la sala-. Ese ha sido siempre el interés de nuestra programación”.

La muerte (y la vida que hay en ella), las ausencias (y el amor, todavía presente, que hay en ellas), el perdón (y la falta de él), estar solo (y sentirte acompañado), sentir el fin (y abrazarlo sin pasarlo por encima)… Las piezas de la compañía valenciana y de Usón son una mirada al espejo, pero no de mirarse, sino de verse, de reconocerse, independientemente de la edad. “Buscamos ahondar en las causas de nuestras oscuridades y encontrarnos ahí, en lo que nos une a los seres humanos”, explica el autor de La Tuerta.

Buscando un nuevo punto de vista artístico en Madrid
María Jáimez en La Tuerta, de Jorge Usón.

Y, aunque pasen los años, hay temas que no pasan de moda, porque el desamor (y todo el amor que hay en él), la venganza (y todo el dolor que hay en ella) o la vida (y el miedo a su fin) están presentes en todas las generaciones. Sin embargo, todos los asistentes al encuentro están de acuerdo en que siempre hay temas nuevos, al igual que nuevas formas de contarlos. Por eso es tan importante escuchar a los jóvenes. “El peligro es, según vas cumpliendo años, quedarte en tu generación. Los jóvenes siempre tienen cosas que contar”, explica el autor e intérprete de Una noche sin luna.

Y sí, sabemos que las nuevas generaciones definirán el teatro de los próximos años. Ellos serán los encargados de decidir, pero ¿existe una comunicación real y efectiva con ellos? ¿Qué tipo de teatro ven? Y, si no lo ven, ¿cuál es la razón? “Hay un abismo llamado adolescencia que no encuentra teatro para ellos”, reflexiona Jesús Muñoz (Pont Flotant). Y, aunque no es novedad, volvemos a algo que considero necesario mencionar tras esta charla ‘de dramáticos’: la importancia de facilitar teatro de calidad afín a los intereses y preocupaciones de los más jóvenes y la importancia, también, de que los medios nos hagamos eco de ello.

Y es que, aunque existan clásicos sublimes (no me malinterpretéis) representados en grandes teatros, quizás a un chaval de 13 años le interesen otras formas más cercanas de contar los mismos miedos y los mismos deseos para lograr conectar con la magia del teatro y, en unos años, saborear cada verso de La casa de Bernarda Alba o de Yerma y ser ese público que hace posible que se pueda seguir haciendo poesía sobre los escenarios y, también, fuera de ellos.

De momento, programadores, creadores e intérpretes como los presentes en este encuentro de Lavapiés ponen su cuerpo, su voz y su alma al servicio de la poesía, tanto en verso como en prosa, con mucha ilusión puesta en el arte que ofrecen y con la humilde intención de arriesgar y ofrecer un teatro honesto y con vocación social (¡esta temporada podremos asistir hasta a una asamblea vecinal de Carabanchel en la Sala Mirador!) que no deje fuera a nadie y nos permita seguir soñando en comunidad muchos años más.

 

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