Chemsex: «Surge de la fusión de las palabras ‘chems’ (derivada de ‘chemicals’, como alusión a las drogas) y ‘sex’ (sexo). Se trata de un tipo particular de consumo sexualizado de sustancias, vinculado a la cultura sexual gay» (Ministerio de Sanidad).

No sé vosotros, pero yo no tenía ni idea de la existencia de este concepto hasta hace unos días. Por eso me encanta ir al teatro, porque nunca salgo de la sala igual que entro. El teatro te descubre nuevas perspectivas y creadores que se dejan la piel por despertar nuestra empatía, nuestra sensibilidad y hacer que nos cuestionemos cosas.

Esto es lo que me pasó al acudir a ver El Gé a Nave 73. La obra nos presenta la historia de Paco, un joven que, tras 48h seguidas de un ‘chill’ nada chill en su casa, se enfrenta a sus demonios.

Durante los 60 minutos de función, el espectador presencia las luces y sombras (más sombras que luces) de lo que ha sido un fin de semana de alcohol, drogas y sexo en su casa. Sobre todo, eso: muchas drogas y mucho sexo. Efectivamente, perfecto para abrir mentes y romper tabús. Y es que, aunque el Ministerio de Sanidad relaciona el chemsex con la homosexualidad, lo cierto es que no es así. Este tipo de adicción (porque sí, suele darse de manera repetida y es ahí cuando debemos estar alerta) utiliza sustancias para tener largas sesiones de sexo, pudiendo durar hasta varios días y se da en todo tipo de relaciones y perfiles.

Nuestro protagonista, Paco, ejerce de reflejo de este sector de la sociedad a raíz de una dolorosa ruptura. Porque, para él, ya nada tiene sentido. Una historia para reflexionar sobre los límites de la diversión y cómo seguir siendo seres funcionales tapa este problema de adicciones incluso al que lo sufre.

 

Adictos al amor en Madrid

 

Tras este colocón de sensaciones, tanto la pieza, que realmente te hace ponerte en la piel del personaje principal, como el coloquio posterior con la ONG de salud sexual, diversidad e igualdad Imagina MÁS me llevan a una duda clave: ¿Los consumidores de chemsex llegan a ello en una búsqueda de sensaciones y sentimientos o en una huida de los mismos?

Intento adentrarme en la mente de Paco, de algunos participantes del coloquio y de todos los rostros que pueden esconderse tras el personaje interpretado por Avelino Piedad y veo algo común: un inconformismo con su realidad. ¿Buscan drogarse y tener orgasmos de una manera continuada como vía de escape de una realidad rutinaria y una sociedad adormecida? ¿Anhelan sentir cada caricia y cada forma de contacto de una manera exponencial? Creo que es algo fácil de entender, si lo pensamos. Vivimos en una sociedad sobreestimulada, en la que recibimos alicientes para captar nuestra atención permanentemente y, a la vez, estar tan acostumbrados a eso hace que cada vez sea más difícil despertar nuestro interés.

Esto me lleva a la otra posibilidad que me ronda: el chemsex como calmante para el corazón. Existe una amplia variedad de drogas en función del estado que quieras conseguir: excitación, tranquilidad… ¿Es habitual el consumo de sustancias y sexo con desconocidos para dejar de sentir dolor tras un trauma?

Llenar los agujeros externos para calmar los internos.

Tapar los gritos de dolor del alma con gritos de placer.

Intentar romperte por

Intentar romperte por fuera, para dejar de sentir dolor por dentro.

Personalmente, y tras varios días dándole vueltas, creo que la clave está en el amor. O en la falta de él. Nos movemos por amor, hacemos locuras por amor y, cuando vivimos con ilusión, lo hacemos también por amor. Amor a nuestra pareja, a nuestra familia, a nuestros amigos… Cuando una de estas baterías para afrontar el día a día se ve alterada, pone toda nuestra realidad patas arriba, logrando que nos olvidemos del amor más importante: el amor propio.

 

Creo que, al igual que en este universo visibilizado en Nave 73 la viagra se usa para contrarrestar los problemas sexuales ocasionados por drogas como la cocaína o las anfetaminas te activan tras el bajón de la ketamina, el chemsex se utiliza para tratar de paliar los efectos de una droga realmente peligrosa, aunque no esté catalogada como tal: el amor.

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