“De un festival sale otro festival”, me decía Alberto Conejero mientras paseábamos durante estos días por las calles de Vilches. ¡Y vaya si es cierto! Hace apenas un año que finalizaba su magnífico periplo como director de las últimas cuatro ediciones del Festival de Otoño y ya hemos sido testigos de cómo ha puesto a andar una nueva cita para las artes escénicas como es el COSA, acrónimo que da identidad al festival de Cuerpo, Objeto y Sitio Específico de Andalucía. Un nuevo festival imaginado por Conejero que ya es una realidad en este pueblo de tan solo 4.500 habitantes y que para él, sin duda, significa raíz y origen.

“Hay algo en hacer un festival en tu tierra, donde no hay un fácil acceso a la Cultura, en una provincia tan injustamente tratada como es Jaén. Siento que, en parte, es devolver lo que esta tierra me ha dado, porque por esta tierra soy el autor que soy”. Declaraba el creador a Daniel Galindo en una entrevista para el programa El ojo crítico de RNE. Tan solo hay que echar un vistazo a su obra para darnos cuenta que esto es así, textos como La geometría del trigo o Los días de la nieve, nos invitan a volver la mirada hacia esta región y sus gentes, a través del vínculo y la memoria, entonando desde sus líneas un permanente agradecimiento, que se ha visto potenciado con la llegada de COSA provocando que ahora, además de hacer que sus historias sobre Vilches habiten los teatros del mundo, sea el propio teatro el que habite sus calles.

 

La COSA del querer en Madrid
Luz Arcas en un momento de Mariana.

 

“Quiero que este festival se recuerde por la cercanía y por la intimidad, donde los cuidados estén en el centro”, decía su director, y tanto ha sido así que Alberto y su equipo se han encargado personalmente de ir puerta por puerta transmitiendo la emoción de esta iniciativa con el mimo de quien hace las cosas desde el corazón. Esa ha sido la manera de lograr que todo el pueblo se haya involucrado, cediendo espacios como antiguos molinos, naves de aperos o casas cueva para que los espectáculos tengan lugar en ellas, e incluso hayan abierto las puertas de sus casas a las compañías y medios de comunicación, dándonos alojamiento y sentándonos a sus mesas. Actos generosos que, sin duda, dan a entender el grado de implicación que Conejero ha logrado contagiar con la primera edición de este proyecto, marcada, además de por la calidad artística, de la que nos ocuparemos enseguida, por el acercamiento entre compañías y público, generando momentos que van más allá de la propia representación y convirtiendo los cuatro días del festival en un gran encuentro, donde el intercambio de impresiones, de emociones y anécdotas ha estado muy presente, subrayando la identidad y la cercanía del festival. Y no solo por parte de los vecinos de Vilches, por allí también pudimos ver a compañías amigas como Ymedio Teatro, responsables de la Muestra de Teatro de Torreperogil, apoyando al festival, al igual que al escritor y activista LGTBIQ+ Carlos Barea o el actor Pol Monen, disfrutando de la programación.

 

CUATRO DÍAS DE TEATRO, CIRCO Y DANZA

La primera edición del COSA arrancaba con la compañía El Patio Teatro y su espectáculo Conservando memoria, claramente elegido como espectáculo inaugural porque supone toda una declaración de intenciones que define al festival, hablando de las raíces, de la importancia de la escucha, las historias y el vínculo, de ver más allá del parentesco y conocer a las personas a través de la poética de lo cotidiano. Una curiosidad: Qué emocionante resulta comprobar que, a pesar del tiempo que lleva El Patio Teatro representando este espectáculo, la actriz Izaskun Fernández no puede evitar lágrimas de emoción durante los aplausos finales, verla así nos da a entender la verdadera dimensión de lo que se genera entre público y artista en espectáculos como este.

 

La COSA del querer en Madrid
Encuentro entre compañías en Festival COSA.

 

El mismo día, en los Tranquillos, el artista Isidro López Aparicio presentaba la Luminaria de la Memoria, una instalación realizada con fragmentos de diferentes farolas que han formado parte de las calles de Vilches a lo largo de su historia y que el artista rescató del almacén municipal para hablar sobre la historia de la luz en Vilches. Un acto que presentó la periodista Machús Osinaga, emocionada Madrina de esta primera edición, quien además moderó un interesante encuentro con las compañías donde pudimos conocer en profundidad cómo sienten y de qué manera viven las Artes Escénicas algunos de los artistas que han participado en esta edición como Xavier Bobés, Luz Arcas, Laura Santos y Andrea Díaz Reboredo, responsable del taller de creación Territorio de Objetos: Una introducción al teatro de objetos, impartido durante los días del festival.

Hablando de la participación del pueblo, quienes asistimos a la función de POI en la Plaza Charco Verde, no olvidaremos nunca cómo los mallorquines D’es Tro lograron que los vilcheños y vilcheñas se volcaran y jugaran durante este espectáculo circense realizado con peonzas. Una bella, divertida y trepidante propuesta que hizo las delicias de los más pequeños, pero que sin duda logró que los adultos nos sacudiésemos los prejuicios y dejásemos libre la carcajada y la emoción. Ver a las señoras y señoras mayores, vecinos de Vilches, participar activamente con la compañía, es de las cosas más hermosas presenciadas durante estos días. ¡Hasta accedieron a meterse alfalfa en la boca y simular ser ovejas frente a sus vecinos! ¡Viva la gente a favor de espectáculo que se atreve a jugar!

 

La COSA del querer en Madrid
Un momento de POI de la compañía D’es Tro.

 

Un privilegio que solo pueden ofrecer los festivales que se celebran en la mal llamada periferia -como dice Conejero: «el centro y la periferia dependen de quien mira»-, es el poder disfrutar de grandes creadoras como Luz Arcas en espacios como el Mirador de la Esperanza, que hizo del mar de olivos jienense y la noche estrellada la espectacular escenografía para su Mariana. Y es que ese es uno de los puntos fuertes de COSA, el convertir espacios no convencionales en escenarios únicos que dialoguen directamente con las propuestas programadas, como sucedió con Una rueda que da vueltas de Laura Santos y su compañía Almealera, que tras la visita al antiguo molino de aceita de San Joaquín, nos adentramos en una nave de aperos para asistir a una historia sobre la memoria contada a través del teatro de objetos que, por las conversaciones mantenidas con vecinos del pueblo tras la función y las reacciones durante el transcurso de la misma, fue una de las que más huella dejó por la conexión con el ámbito rural de su población. Sin duda, un gran tanto a favor de este festival, que logra que las obras programadas hablen el mismo idioma que su público, apelándoles y acercándose a sus historias y maneras de vivir. ¿Hay alguna otra manera de conseguir despertar el interés por el teatro? No lo creo.

COSA nace también con vocación de festival internacional y, gracias a la colaboración con la Embajada de los Países Bajos, hemos podido disfrutar de la compañía TAMTAM Objektentheater y su espectáculo To have or not to have, donde asistimos a una encarnizada, y muy divertida, batalla de objetos animados que luchan, literalmente, por un puñado de tierra.

 

La COSA del querer en Madrid
Laura Santos en una escena de Una rueda que da vueltas.

 

Otro espacio único a descubrir gracias al festival fue la Casa cueva La Carlota, donde tuvo lugar la íntima y emocionante Cosas que se olvidan fácilmente de Xavier Bobés, espectáculo creado para únicamente cinco espectadores, llevado a cabo por Francesco Sinopoli, que completaba el círculo de esta programación hablando de nuevo sobre nuestras raíces, haciendo un viaje al pasado que nos ayude a reflexionar sobre nuestro presente.

El Festival COSA cierra su puesta de largo demostrando que ha nacido para quedarse, dejándonos un muy buen sabor de boca y las esperanzas puestas en poder disfrutar de una futura nueva entrega. COSA se ha convertido en tan solo una edición, y desde su modestia, en un proyecto solido y bien armado que aporta oxígeno al panorama escénico nacional. Nos volvemos a casa con una reflexión: La imperante necesidad que tenemos de más proyectos cocinados desde el amor, el respeto y la luminosidad, que dejen aparcados los egos y trabajen para fomentar el encuentro, ofreciendo opciones que ayuden a ensanchar la mente y despierten en el público el hambre, y el deseo, de continuar descubriendo propuestas teatrales que se salgan de los márgenes establecidos. Evidentemente, el apoyo por parte de las administraciones es esencial para esto.

¡Larga vida al espíritu cositero!

 

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