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AlmaViva Teatro vuelve a apostar por Koltès

AlmaViva Teatro presenta, dentro de la programación de la Sala Mirador, Muelle Oeste de Bernard-Marie Koltès. Un nuevo acercamiento de la compañía al teatro del autor francés que nos invita a realizar este particular descenso a los infiernos de nuestra sociedad.

Visitamos el local de ensayo de la compañía para charlar con su director, César Barló, sobre esta nueva producción, descubrir qué vincula a Koltès con el Infierno de Dante y cómo vive esta compañía el habitar los márgenes de las Artes Escénicas de nuestra ciudad. Un encuentro lleno de compromiso, pasión y resistencia.

Fotos de escena: AlmaViva Teatro

 

Da igual el antiguo Campo de la Cebada, la desaparecida La Puerta Estrecha, la Casa Museo de Lope de Vega o la Sala Mirador, cualquier espacio escogido por AlmaViva Teatro para albergar alguno de sus espectáculos experimenta un cambio en su concepto escénico. La compañía, liderada por el director César Barló, no posee dentro de su vocabulario la palabra ‘convencionalismo’, y es lo que hace tan estimulante que regresen una y otra vez a la cartelera.

Se atreven a darle una vuelta a los clásicos del Siglo de Oro, pueden convertir en una gymkana al Tenorio, hacer que el público recupere el asombro infantil buscándole las cosquillas a Shakespeare, meterse hasta las cejas en el barro de la política actual con Brecht o hacer que la sordidez y la fiereza de la poética de Bernard-Marie Koltès nos mire descarada a los ojos. Ellos buscan que cada nueva propuesta sea una experiencia, casi desde el mismo momento en el que compras la entrada, elevando a otro nivel el concepto del hecho teatral y de riesgo. ¡Y todo desde la independencia del off!

 

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LA MARGINALIDAD Y LA NO PERTENENCIA

Como un amante reincidente -su primera vez fue La noche justo antes de los bosques, que mantuvieron en su repertorio durante casi un lustro-, Koltès ha visitado a Barló, noche tras noche, hasta volver a seducirlo para que la compañía viajara con él hasta el Muelle Oeste. “¿Quiénes somos nosotros para resistirnos?”, me dice entre divertido y misterioso en este encuentro que tenemos en el local de ensayo que acaban de estrenar en el barrio de Villaverde. Así que se han adentrado en una producción ambiciosa y muy estimulante, para poner en pie este texto áspero y nada condescendiente. “No es una dramaturgia que se suela ver y en los últimos años menos todavía -apunta el director-. No son palabras vacías, vacuas, son contundentes y vamos a tratar a los espectadores y espectadoras con mucho respeto, pero también con mucha exigencia”.

AlmaViva Teatro vive a pie de calle, observa lo que sucede, se impregna de ello y luego nos lo devuelve reflejado sobre el escenario, de ahí que hayan elegido hacer este viaje que Muelle Oeste nos propone y que tan relacionado está con la, cada vez mayor, distancia entre clases sociales. La historia nos sitúa en un hangar abandonado donde se dan cita todo tipo de seres marginales que, una noche cualquiera, tienen un encuentro con un tipo adinerado, que acude allí a suicidarse tirándose al río, junto a su secretaria. Un encuentro que el autor utiliza para hacer un retrato social inspirándose en el inframundo que encontró en los suburbios de Nueva York. Un choque entre clases en el que, sin embargo, tomamos consciencia de cuánto dependemos unos de otros. “De lo que normalmente habla Koltès es sobre esta cosa de la no pertenencia. Hay algo que le percute ahí continuamente. Pero con la no pertenencia no se refiere a una patria, a una etnia, a una tierra determinada, sino que trasciende un poco más y esa no pertenencia es al ser humano, a la convivencia, a porqué segregarnos de esta manera, como ahora, en un momento en el que las clases sociales cada vez se distancian más, se separan, se segmentan, en vez de estrecharse para ver cómo convivir en momentos de dificultad”.

Para la compañía, el público pertenece a esa población que habita en los suburbios, “todos estamos en este hangar, porque para mí, todos podemos acabar en cualquier momento ahí. Con un poquito de mala suerte y con un poquito que se giren las cosas, te ves durmiendo en un cajero y, a lo mejor, no sabes ni cómo ha pasado. Nada nos quita a nosotros, personas del primer mundo, de que en un momento dado se gire la rueda del destino y te veas en la miseria más absoluta, y eso no puede ser condición de posibilidad para que estés fuera de la sociedad”.

 

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EL INFIERNO SOMOS TODOS

“Estoy bastante en contra de la frontalidad. Me aburro, no me pone nada. Es previsible, eso ya está en el cine, en la pantalla de teléfono, en el ordenador y el teatro tiene que aportar algo más, y ese algo más son otros dispositivos: dos bandas, tres, inmersivo, lo que tú quieras”, de esta manera, me cuenta Barló, que viviremos la función del mismo lado de los propios personajes, trasladando parte de la acción a la grada donde se situará el público. “Los habitantes del hangar son el público y son los actores y, los que vienen de fuera, de la parte rica, son los que vienen desde el escenario. Es decir, invertimos los valores, los que vienen del otro lado, vienen por aquel lugar por el que esperaríamos nosotros que sucediesen las cosas teatrales, que es el escenario”. Este juego escénico, con diseño de escenografía de Juan Sebastián, lo han ideado a través del proceso de investigación y creación. Porque, aunque muchos se empeñan en solo ver una crítica al sistema, la compañía ha encontrado otros significados que entroncan con la crudeza y la poética de Koltès que, de alguna manera, continúa el discurso de Sartre sobre aquello de que ‘el infierno son los otros’, abriéndoles un nuevo portal que ofrece otra dimensión a lo que se quiere contar. “Me niego a que no tenga al menos dos capas -reivindica César-, y si tiene cuatro, mejor que dos. O sea, que si alguien se quiere llevar la obra realista, que se la lleve. Pero si alguien huele algo más, que también se lo lleve, y eso debería ser el teatro”.

En este empeño han trabajado, encontrando un paralelismo entre este conglomerado de personajes de Muelle Oeste -interpretados por Juanma Navas, Teresa Alonso, José Gonçalo Pais, David Ortega, Paula Susavila, Moisés Chic, Natalia Rodríguez y Samuel Blanco-, que en muchos momentos resultan absolutamente valleinclanescos, con el descenso al infierno que Dante relataba en la Divina comedia. “Tenía claro que era todo tan realista que daba la vuelta y se convertía en poético. Ahí empezó a configurarse todo un poquito más coherentemente con cómo yo pienso la obra de Koltès, empezó a funcionar a nuestro nivel de creación y a ponernos cachondos”. Y nos explica que, donde todos ven marginalidad, él ve cómo el poderoso debe enfrentarse a una especie de Cancerbero, conformado por esta caterva de personajes entre lo marginal y lo mitológico, y la forma de hallar cómo poder pagar al barquero para pasar al otro lado. “Ahí estamos hablando de otros niveles que nos elevan un poquito a la tragedia, nos lleva a un lugar más universal y más abstracto a la vez, pero en el que nos podemos reconocer de otras maneras”.

 

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IR UN PASO MÁS ALLÁ

Le comento que Muelle Oeste asume unos riesgos, en su contenido y forma, que el teatro, últimamente, parece no querer o poder tomar. “En el teatro hay muy poco riesgo en general porque somos un reflejo de la sociedad y, si el mundo está en un momento recesivo, en el que casi cuanto más conservador mejor, en el teatro pasa igual. Somos parte del mundo, de la sociedad -apunta con resignación Barló-, lo que pasa que también se espera de nosotros que seamos un poco revulsivo ante eso, pero para eso hace falta poner personas en las instituciones que se arriesguen y no se acomoden en el lugar de confort, que no piensen que el público es tonto, que no piensen que el público necesita paños calientes porque su vida ya es muy chunga y vengan aquí a reírse y a no pensar. Las instituciones públicas no tendrían que tener esos corsés”.

Una cuestión sobre la que hay mucho que reflexionar y que atañe también al lugar que debe ocupar el teatro alternativo en el ámbito de las Artes Escénicas de nuestra ciudad. “Creo que el espacio alternativo se tiene que reivindicar, aquí también caben montajes potentes. Creo que el teatro alternativo tiene que tener una contundencia y una dimensión, y demostrar que aquí también pueden pasar cosas grandes”, añade Barló quien, precisamente, apuesta por una producción absolutamente independiente en la que cuenta con ocho intérpretes y una puesta en escena impactante y ambiciosa. “Yo lo que reivindico es que si el teatro alternativo está vivo y está orgulloso de serlo, entonces no tendríamos que llamarlo alternativo, sino teatro de pequeño formato, porque no es una alternativa a otros teatros. Tiene un sello de creación, de investigación, de verdad, de profundización en las historias y de plantearte otras experiencias que no son las de sentarme en una butaca. Tiene que agitar conciencias, tiene que crear pueblo, tiene que crear sociedad”. Toda una declaración de intenciones que reafirma los ideales y la personalidad de un director, y una compañía que, como decíamos al comienzo de este encuentro, elevan el compromiso y la forma de entender el teatro a otro nivel.

 

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