Deseamos ser un poco Diógenes, quien ni siquiera tenía un cuenco para comer; tampoco un vaso para beber, y que bebía del hueco de su palma cerrada, y cuando el emperador Alejandro le dijo: «Pídeme lo que quieras», Diógenes le respondió: «Quítate de mi sol».
Etienne de la Boetie escribe en 1548: «No les pido siquiera que hagan tambalear el poder, tan solo dejen de sostenerlo». Deseamos poner la vida en una danza que se quema y que por un instante deje de sostener aquello que nosotros consentimos y lo que los animales no soportan ni un instante. Deseamos desdecir lo dicho, abandonar el espectro del lenguaje y volver a encontrarse con el cuerpo vivo. En esta vida secreta no hay ningún error, no hay ni principios ni causas, no hay mensajes que transmitir y ni un gramo de relato. Puro enigma en carne y hueso que avanza lejos de los ritos sociales y más cerca de las alegrías de los solitarios.
El misterio. Cuatro bailarinas. Cuatro enigmas. Miles de vidas secretas.