¡Que salga Aristófanes!, es la última creación de Els Joglars, un espectáculo con el que celebran sus 60 años como compañía y que es una propuesta que pretende reivindicar la libertad del arte -y de expresión- en una época muy peligrosa de autocomplacencia. Podrá verse del 9 de febrero al 6 de marzo en los Teatros del Canal.

 

Contra la oficialización de la Cultura

 

 

Por Sergio Díaz

 

Es muy difícil escribir un texto sobre una compañía teatral tan icónica y mítica como Els Joglars sin caer en tópicos o recurrir a lugares comunes. Así que, spoiler: seguro que alguno habrá, y es probable que yo no aporte nada nuevo, pero es necesario plasmar aquí, a modo de homenaje y reivindicación (sin que ellos lo pidan y necesiten), algunas pinceladas de los 60 años (increíble) que llevan de trayectoria escénica, pues fue en 1961 cuando nació oficialmente esta compañía con Albert Boadella, Antoni Font y Carlota Soldevila como fundadores. A partir de ahí empiezan a construir su historia y es una historia de trabajo y dedicación (tópicos), pero también de creatividad y valentía, porque hay que ser muy valiente para representar una obra de Bertolt Brecht en la Barcelona de 1963 (plena dictadura franquista, recordemos), algo que parece tan sencillo hoy día pero que se puede lograr gracias a gente que se jugó el pescuezo en su momento (lo dice uno que apenas se atreve a escribir nada polémico ya últimamente por lo que pueda pasar…). Y con esa premisa, llena de compromiso con una forma de hacer y de decir, inician su andadura investigando con nuevos lenguajes tratando de hacer llegar su propia visión de las Artes Escénicas a la mayor parte de gente posible, una mentalidad aperturista e innovadora, ya que no pretendían que su excelso trabajo fuera solo patrimonio de unos pocos elegidos y privilegiados, al revés, en las bases está la fuerza de la acción.

 

Punto de inflexión

Y así llegamos al año 1977, y fue en una de esas acciones colectivas donde comenzó todo, podíamos decir. Estamos en las calles del pueblo El Pla de Santa María en Tarragona. La compañía participa en una campaña para cambiar los nombres colocados por la dictadura en las calles de la población (memoria histórica en 1977, flipas) y representa varias escenas de La torna, tragicomedia con máscaras que narra la detención, consejo de guerra y ejecución a garrote vil de Heinz Chez, el alemán ejecutado el mismo día que el anarquista Puig Antich.

Tras representar esta obra en varios puntos de España durante ese año, Albert Boadella es procesado, detenido y encarcelado en la prisión Modelo de Barcelona por un presunto delito de injurias a las Fuerzas Armadas. Esto genera un gran movimiento de apoyo a nivel nacional e internacional, algo que ha caído en el olvido porque el tiempo pasa y las nuevas generaciones no recuerdan, pero que nos da un ejemplo de lo que ya era Els Joglars.

 

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¡Que salga Aristófanes!

 

Consolidación

Llega la década de los 80 y Els Joglars sigue afianzando su método, ya instalados en esa maravillosa cúpula geodésica que les sirve de espacio de trabajo situada en un precioso bosque a unos 100 kilómetros de Barcelona. Con Boadella regresando del exilio y con el resto de compañeros, que también fueron encarcelados, habiendo sido indultados por el Rey, la compañía toma impulso y sigue mostrando al gran público, y en todos los formatos posibles (escenarios, calle, cine, televisión…), su teatro crítico con la realidad circundante, porque la imparcialidad está sobre- valorada (aprende, chaval). Así llegamos a esa maravillosa Operación Ubú, basada en el Ubú rey de Alfred Jarry, pero totalmente libérrima en la que el entonces Presidente de la Generalitat, Jordi Pujol (alias ‘3%’), es la figura central satirizada en la obra. En 1987 ya anticiparon un hipotético futuro hiper tecnificado que llevaría a la humanidad a su autoexterminio en Bye Bye Beethoven. Participaron en los fastos del 1992 con Yo tengo un tío en América, una alegoría critica de la conquista y la colonización; se han atrevido con Daalí, Cervantes (El Retablo de las Maravillas), los medios de comunicación (Zenit), incluso hace 10 años ya anticiparon su propio final como compañía (2036. Omena-G), y parece que van a llegar pletóricos a la fecha marcada. Eso sí, en ese 2012 se produjo un hecho importante, Ramon Fontserè asume la dirección de Els Joglars, sustituyendo al cada vez más controvertido Albert Boadella, un personaje cuya voz se ha escuchado mucho (últimamente demasiado) en los ambientes culturales y políticos de este país, y que, sin duda, ha marcado una época, ha creado una nueva forma de hacer y entender las Artes Escénicas y ha llevado a Els Joglars a cotas inimaginables.

 

 

En la brecha

Unas cotas de popularidad e interés que el trabajo de Fontserè (y su gran equipo) se esfuerza por mantener y lo hace no pervirtiendo la esencia de la compañía, pero bajo su propia visión y su particular buen hacer sobre los escenarios, ya que suele ser el protagonista de los espectáculos. Lo pudimos ver hace poco encarnando a Santiago Rusiñol en Señor Ruiseñor y ahora regresa a los Teatros del Canal siendo el protagonista de ¡Que salga Aristófanes!, una propuesta que pretende reivindicar la libertad del arte en un momento en el que está siendo víctima de una sociedad sobreprotectora. Con el humor corrosivo que les caracteriza y la sátira por bandera vuelven a no dejar títere con cabeza y muestran la perversidad de esta sociedad formalmente buenista, pero que lincha y quema en las hogueras de las redes sociales a todos aquellos que discrepan o se salen de la linde… y es que, ¿quién decide lo que es políticamente aceptable y lo que no lo es?

60 años después tenemos de nuevo (aún y todavía) sobre los escenarios el más puro estilo Joglars, de nuevo la subversión de lo establecido en un grupo de creadores que han sido tachados de “antipatriotas, reaccionarios, blasfemos, anarquistas o fachas”, según Boadella. Y quizá lo sean todo o nada a la vez. Quizá no comulguemos con todas sus ideas, ni con lo que expresan en sus montajes y nos parezcan exageradas sus críticas hacia según qué temas (según nuestras afinidades, también), pero de eso se trata, con ese espíritu nacieron en el lejano 1961, con la firme voluntad de hacer llegar su mensaje a todo el mundo, pero no para gustar o para ser aceptados, sino para luchar contra uno de los grandes males que nos asola como sociedad y que quizá sea lo que verdaderamente acabe con nosotros como especie: la mansedumbre.

 

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