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El teatro es un arte que se hace, y se aprende, en comunidad

«Queremos ser un lugar de aprendizaje y experimentación más allá del teatro»

 

La Manada es una escuela de Artes Escénicas y Audiovisuales nacida en Madrid en el año 2012 con el objetivo de formar actores, actrices, bailarinas y bailarines profesionales e independientes, que ejerzan su trabajo con rigor, sensibilidad y compromiso, y que desarrollen su labor teniendo como guía su criterio personal. Un criterio construido sobre el conocimiento profundo de su arte y el dominio de herramientas concretas. Hablamos con su director, Carlos Silveira, sobre casi estos 10 años de andadura llenos de ilusión y trabajo.

 

Por David Hinarejos

 

Amar enseñar y el buen teatro como punto de partida

 

¿De dónde surge y quién está detrás del proyecto formativo de La Manada?

En un principio nos lanzamos tres personas: Ana Teresa Monteiro, Pablo Coca y yo. Ahora somos muchos más. Entre medias han pasado profesionales maravillosos de los que hemos aprendido y que nos han ayudado un poco más a hacer realidad este sueño de locos. Empezamos en un local de unos 90 metros cuadrados en Mar de Cristal. Teníamos un miedo que quitaba el hipo porque no sabíamos cómo montar una empresa y contábamos con el dinero de nuestras familias para echarla adelante. Lo que nos sobraba era la ilusión de enseñar. Éramos y somos un grupo de personas que aman enseñar y el buen teatro. El teatro que nace del compromiso, de la sensibilidad, de la inteligencia, del conocimiento y del esfuerzo. Y también el teatro como forma de comunicación con el otro. Por eso decidimos llamarnos La Manada. Entendíamos, aún lo hacemos, que así declarábamos una intención: la de buscar la fuerza del grupo en un mundo cada vez más individualizado. Al fin y al cabo creemos que el teatro es un arte que se hace en comunidad.

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Veo que, a diferencia de otras escuelas de arte dramático, también ofrecéis formación en danza. ¿Era importante para vosotros ofrecer ambas formaciones?

Algunos de nosotros somos actores, pero nuestra visión sobre nuestra profesión trasciende este hecho. Nos consideramos artistas. Pretendemos que la escuela se convierta en un lugar de aprendizaje y experimentación que vaya más allá de la actuación, más allá del teatro. Durante siglos el mismo teatro ha aceptado e integrado disciplinas artísticas de diversa índole, se ha nutrido de ellas y estas lo han hecho cambiar. La evolución de las Artes en general se origina del debate de estas consigo mismas y con lo externo a ellas. Conocer a Carlota Baró y a Delia Villegas ha sido como mirase en un espejo que te mejora. Ellas tienen una idea de la pedagogía artística muy semejante a la nuestra. Entienden la enseñanza desde la vocación y el compromiso con el alumno. Y por eso decidimos caminar con ellas hacia una escuela de formación más integral. Pero esto es solo el principio: tenemos un plan a medio y largo plazo muy ilusionante.

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¿Qué otras particularidades diríais que os diferencian?

Nunca me ha interesado diferenciarme de los demás, siempre he creído que es una consecuencia de las elecciones honestas que vas tomando. En nuestro caso, decidimos apostar en todo momento por el alumno. Todo lo que decidimos en la escuela tiene al alumno y a su formación como eje vertebrador. No al dinero. No a los profesores. El alumno. Tratamos de estar siempre al día del mercado profesional para poder ofrecer al alumnado los mejores planes de aprendizaje posibles, sin renunciar a una formación humanista y completa a un precio al que puedan acceder personas sin grandes posibilidades económicas. Queremos que si hay vocación, puedas estudiar con nosotros.

 

¿Cuáles son las bases irrenunciables que sustentan vuestra filosofía como escuela?

El compromiso con la educación, el conocimiento y el teatro. Para nosotros el talento no tiene ninguna importancia. Si existe, no lo pongo en duda, es difícil de localizar, de hallar. A veces se encuentra sepultado debajo de un montón de tristeza, o inseguridad, o de una vida jodida. Nuestro trabajo es encontrarlo, nada más. Y lo hacemos mediante el trabajo duro, la enseñanza de herramientas técnicas concretas y el seguimiento individualizado del alumno. Y un poquito de sentido del humor y cariño. Que siempre ayuda a aprender más y mejor.

 

¿Con qué tiene que llegar un alumno y con qué va a irse cuando termine la formación?

Lo único que le pedimos a un alumno es vocación y ganas de trabajar. Vocación por aprender a encarnar a seres humanos de muy diversas pieles con todo lo que eso conlleva de compromiso y responsabilidad. Capacidad de trabajo para ir y volver de los lugares que te harán mejor actor, mejor actriz, mejor bailarina y mejor bailarín. Lo que nosotros intentaremos conseguir con el alumno es que salga preparado para enfrentarse a un mundo profesional cada vez más cambiante y exigente. Saldrá con herramientas artísticas concretas, no abstractas, mecanismos que habrá aprendido y sabrá cuándo y cómo ejecutar. Excitaremos su sensibilidad para que pueda aprender a tomar decisiones artísticas interesantes así como su mente para que pueda acercarse a comprender el mundo en el que vive y a sí mismo. No solo va a aprender a actuar o a bailar sino a gestionarse a sí mismo para enfrentarse a la profesión.

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¿Qué requisitos exigís a vuestro profesorado?

Sobre todo, compromiso con los alumnos. Todos nuestros profesores antes de enseñar pasan dos años con los profesores titulares de cada asignatura aprendiendo a enseñar y el contenido de la materia que impartimos. Y esto no asegura que luego puedan hacerlo. No solo tienen que saber de la materia que imparten, sino saber transmitirla, llegar al alumno. Cualquier profesor es bueno enseñando a un alumno que comprende a la primera, un alumno que le recuerda a él, por ejemplo. Pero ese no es nuestro trabajo. Nuestro trabajo es enseñar al que no comprendemos, al que parece que se esconde. Al fin y al cabo nuestro alumnos nunca son simples. Son artistas. No hay nada de simple en ello.

 

¿Qué instalaciones e infraestructura ponéis a disposición de vuestros alumnos? ¿Qué es el Campus Virtual?

En este momento contamos con dos locales con cinco aulas, una zona común, sala de profesores y un taller. Pero debido a la demanda de plazas que estamos teniendo hemos alquilado otro espacio para convertirlo en sala de exhibición de los espectáculos finales de nuestros alumnos y en más aulas de danza, cuerpo, teóricas, etc. Para el curso 2021-22 esperamos contar con unos 1000 metros cuadrados de escuela.

Una de las cosas que nos ha enseñado la pandemia es que disponemos de herramientas tecnológicas magníficas para implementar la educación y nuestra relación con el alumnado. Por eso el Campus Virtual. Allí, el alumno, mediante unas claves, tiene acceso a castings, sus calificaciones, una biblioteca virtual con más de 5000 títulos de teatro contemporáneo, clásico, es castellano, en inglés, etc; también teoría de las artes escénicas, videos, poesía, literatura, etc. Allí también podrá colgar trabajos o descargarse videos, fotografías, etc. Es una herramienta muy útil a la que esperamos sacar todavía más rendimiento próximamente.

 

Tenéis diferentes propuestas formativas. ¿Nos podrías explicar brevemente cada una y descubrirnos que es lo más destacaríais de ellas?

El mundo cambia rápidamente y la educación en general debe acometer el reto de preparar al futuro profesional para un mundo que aún no existe. Debemos anticiparnos a los pequeños movimientos que anuncian otros más grandes, ser flexibles ante los cambios y estar en contacto con la realidad profesional en todo momento. Sin olvidar lo que hay de invariable en el arte y la pedagogía. No es nada fácil. Por eso acabamos de readaptar nuestro proyecto educativo en el Título de Arte Dramático, aumentando un año la formación (ahora pasan a ser cuatro años, como un grado), con más horas semanales (27) y añadiendo asignaturas como Inglés, interpretación ante la cámara, preparación al casting, producción, cine, etc. Creemos que es un gran proyecto, muy ambicioso. Con esto tratamos de responder al reto: adaptarnos a un mundo cada vez más globalizado gracias a la nuevas plataformas de televisión, un mundo audiovisual e internacional que en cierto sentido se ha vuelto más pequeño, pero también más exigente.

Por otra parte tenemos la Diplomatura en Danza de tres años de duración en la que formamos a bailarinas y bailarines profesionales independientemente de su experiencia previa, su edad o su cuerpo. Es impresionante ver bailar maravillosamente a cuerpos que se salen de lo normativo, cuerpos altos, bajos, gordos, flacos… Estamos muy orgullosos del proyecto de Danza porque nos parece revolucionario en muchos sentidos. En primer lugar desde el punto de vista pedagógico, con una enseñanza más personalizada, emocional y respetuosa, huyendo, y a veces curando, de las tradiciones más traumáticas de enseñanza. El respeto y el cariño son tan importantes para nosotros como el rigor en el trabajo. La razón es que se ha demostrado que se obtienen mejores resultados. La segunda cosa que me parece revolucionaria es en cuanto a los principios: tu cuerpo no importa. Importan tus ganas de aprender, tu compromiso, tu sensibilidad, tu arte y tu trabajo. Los resultados ya los estamos viendo y son espectaculares.

Además ofrecemos talleres para jóvenes menores de 18 años y para adultos que quieran empezar o especializarse en determinadas áreas de las artes escénicas. Y más proyectos que estamos aún madurando y que nos hacen mucha ilusión.

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¿Mantenéis contacto con vuestros alumnos una vez acaban la formación? ¿Teniendo compañía teatral propia soléis contar con ellos para vuestras producciones?

Por supuesto. Les seguimos la pista y procuramos estar disponibles siempre que nos necesiten para cualquier consulta o consejo. Además ellos tienen derecho a asistir a cualquier clase de forma gratuita siempre que quieran o incluso realizar ejercicios para entrenar o practicar. Si mejoramos el plan de estudios del curso regular, cosa que hemos hecho para el año que viene, un alumno que ha terminado y que no disfrutó de una asignatura porque no la teníamos en nuestro plan cuando él estudió, puede cursarla sin pagar nada. Pretendemos con esto que La Manada no solo sea un lugar donde formarse, sino un sitio al que volver para reaprender, entrenar, practicar, aprender cosas nuevas, investigar, etc. También tenemos una Asociación de Alumnos que se dedica a dar soporte a proyectos de nuestro egresados con dotación económica, salas de ensayo o asesoramiento artístico y profesional. Queremos que la escuela les impulse y les apoye en toda su carrera. Y si no nos necesitan más, mejor parta ellos. Significará que les va genial. Y eso es lo más importante para nosotros. Pero eso sí: que nos visiten de vez en cuando.

Siempre que la producción es enteramente nuestra contamos con nuestro alumnos y alumnas para los papeles. No por ventajismo, sino porque para nosotros son los mejores. En estos momentos estamos montando un espectáculo que a mí personalmente, me parece que puede ser fantástico. Se llama Noche de Blasfemias de nuestra profesora y exalumna Rebeca Cardeña. Y cuenta en la dirección y en la interpretación con profesoras y exalumnas. Es una función como las que nos gustan: sin tregua, divertida y arriesgada.

 

El año que viene cumpliréis 10 años. Soplando unas velas imaginarias, ¿qué deseo pediríais para el futuro de la escuela?

Pues el que tenemos siempre y llevamos trabajando en él todos estos años: convertirnos en una escuela con más disciplinas artísticas (ojalá teatro musical, ojalá dirección escénica, ojalá cine, etc) con proyección internacional y convirtiendo a gente con un sueño en excelentes profesionales y personas. Nada más y nada menos.

 

Ha sido un año muy duro para todos. La formación artística se ha visto muy golpeada por la pandemia. ¿Seríais capaces de destacar algo positivo que hayáis podido sacar de esta situación?

No descubro nada diciendo que es difícil sacar nada positivo de una experiencia tan dura e inolvidable. Para nosotros, en cuanto a número de alumnos matriculados, quizás fue nuestro mejor año. Es posible que se deba al confinamiento. Nos obligó a parar. Y parar nos obligó a pensar y mirarnos a nosotros mismos. Algunas de esas personas, en esa reflexión, descubrieron que tenían un sueño, un sueño que tenía que ver con un escenario. Y en ese sueño tuvimos el privilegio de que muchos nos eligieran a nosotros. Pero no puedo olvidar las caras de los alumnos en las clases online, preocupados por sus padres y abuelos, parientes, por amigos o por el devenir del mundo en general. Verles en casa de 40 metros dar vueltas a su futuro, deseando salir a buscarlo. Por mucho que quiera no puedo ignorarlo. Pero como la pregunta pretende buscar cosas positivas entonces me quedo con una cosa, sin dudarlo: seguimos aquí, queriendo bailar y actuar. Y en eso queremos ayudar.

 

Os dejamos el vídeo de la charla TEDxReyJuanCarlos, De teatro, brujos, casinos y miedo, con Carlos Silveira, director del Centro de Investigación de las Artes Escénicas y Audiovisuales La Manada.

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