Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida. Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerras. Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía, miedo a las puertas sin cerraduras, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad. Miedo a lo que fue y a lo que puedo ser. Miedo a morir, miedo a vivir…
Aunque muchos aseguran que el hubiera no existe , las evidencias de su presencia se encuentran en nuestro pretérito imperfecto. Si el hubiera no hubiera existido, ¿cómo podrían existir la culpa y el arrepentimiento? El hubiera es una de las formas de la esperanza, pero ésta en vez de cifrarse en el futuro, mira al pasado como todo un océano de posibilidades.
El hubiera es la esperanza de que el pasado pudo haber sido mejor. Pero si el hubiera no existe ¿cómo es que hay un hubiera en cada historia?, ¿cómo es que habiendo la posibilidad de que hubiera no hubiese existido hay un hubiera latiendo bajo cada hubo?
El hubiera existe, es un universo paralelo donde todos estamos haciendo en este instante eso que hubiéramos querido hacer.