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Por Sergio Díaz
Fotos: Sergio Parra
Poética neorrealista
La Strada es la película más representativa de gran director italiano Federico Fellini. Está considerada como el culmen de su carrera y obtuvo el Oscar a la Mejor película de habla no inglesa en 1956.
Una muchacha ingenua y tranquila (Gelsomina) es vendida a un forzudo de circo, bravucón y violento (Zampanò) para que le ayude en su espectáculo ambulante. Pese al carácter violento de Zampanò, la muchacha se siente atraída por el estilo de vida en la calle (la strada), sobre todo cuando su dueño la incluye como parte del espectáculo. La aparición de un tercer personaje al que llaman El Loco sumergirá a los protagonistas en un universo poético de incierto futuro…
Verónica Echegui (a la que cada vez vemos más sobre los escenarios y eso es muy buena noticia), y dos apuestas sólidas y seguras como son Alfonso Lara y Alberto Iglesias, son los protagonistas de esta obra dirigida por Mario Gas. Una obra que es posible gracias al empeño de Gerard Vázquez, el autor de la primera versión teatral que se estrenó en el Versus Teatre de Barcelona allá por 1999 y que se basa en el guion original de Fellini y Tullio Pinelli, aunque Vázquez ha añadido escenas que no se encuentran en la versión fílmica.
Pero es un montaje que capta a la perfección el universo ‘felliniano’. Es la pura esencia neorrealista. Podemos apreciar en el encuadre principal los colores ocres de las ciudades, las calles sucias, los cielos grises… pero fuera de plano aparecen también la belleza y la esperanza de aquellos que le ponen una sonrisa a la vida a pesar de que las circunstancias no sean las mejores. Así Zampanó no sabe mostrar sus sentimientos si no es de una manera violenta, pero aprenderá a sentir gracias a la muchacha. Gessamina no sabe cómo amar, pero sabe que solo a través del amor merece la pena vivir. Y El Loco es un personaje desengañado y cínico que ha renunciado a querer, pero que es capaz de seguir captando la belleza a través de las notas musicales que le saca a su violín. Son tres personajes sin esperanza, caminando por la cuerda floja, pero que cada día consiguen reinventarse y sobrevivir. Con la alegría triste característica de los clowns, típica también de los que se han criado en ‘la strada’.
