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Pablo Remón vuelve a la meseta
Por Sergio Díaz
Hablar de Pablo Remón como el nuevo chico prodigio de la escena teatral sería plagiar el titular de algún gran periódico de tirada nacional -y no estamos para pleitos-. Pero lo cierto es que es un gran autor (y director), uno de los nombres de referencia dentro de nuestra dramaturgia contemporánea. Obras como La abducción de Luis Guzmán, 40 años de paz o El tratamiento así lo demuestran. Son análisis certeros de nuestra realidad cotidiana, cada uno en su tono, en su acertado lenguaje. Cada una impecable.
Y seguro que con Los Mariachis lo vuelve a lograr. Mimbres tiene para ello, además de su talento. Luis Bermejo, Israel Elejalde, Francisco Reyes y Emilio Tomé son los cuatro reyes de la baraja en este montaje. Una obra que sitúa al espectador en medio de esa meseta castellana despoblada en la que parece que nunca pasa nada. Es el mismo escenario en el que ya situó La abducción…, parajes que Remón conoce muy bien. En ese territorio en medio de ninguna parte, se encuentran varios hombres: algunos que huyeron de la crisis económica, otros que la provocaron. Un mariachi es, en la jerga financiera, cada uno de los testaferros necesarios para montar una SICAV (Sociedad de inversión de capital variable), y tributar menos. Pero ‘los mariachis’ también es el nombre de la peña de la infancia de uno de nuestros personajes…
Los que somos de pueblo, de pueblos pequeños parecidos a este, volvemos a ellos buscando paz, la paz interior que nos conecta con lo que fuimos. Volvemos para limpiarnos la mugre de la gran urbe y reconciliarnos con la especie humana en estos paraísos perdidos en los que nunca pasa nada. Tranquilidad y buena gente. Pero en estos pueblos de Dios, mucha de esa buena gente que te saluda cuando pasas, también ha robado, también son machistas, esnifan coca, se van de putas, son psicópatas emocionales, tienen el coche lleno de banderitas de España, colgarían a todos los catalanes si pudieran y para ellos los homosexuales no existen, siguen siendo maricones de mierda… pero no pasa nada, estamos en el pueblo. ¡Vivan los quintos del 96’!
