Rocío Molina: "Mi relación con mi arte es hacia dentro, me muevo y danzo a través de mi cuerpo y mi flamenco para aprenderme y vivirme"
"Me siento como un volcán a punto de entrar en erupción", contesta Rocío Molina cuando se le pregunta cómo se siente frente a un nuevo estreno absoluto. El de Calentamiento, nueva obra de la coreógrafa y bailaora que, acompañada de un buen abanico de nombres propios y palabras (las de Pablo Messiez, que firma la codirección y textos), presenta en el Centro Danza Matadero entre el 15 y el 23 de noviembre.
Rocío Molina (Málaga, 1984) es una mujer ocupada. En lo profesional y en lo personal. Contesta cada mensaje que recibe para gestionar esta entrevista, desde Francia, desde el tren, recién aterrizada en España… con pocos días o ninguno de diferencia entre escenarios. Y los responde todos. Es una de nuestras creadoras más relevantes y reclamadas, dentro y fuera del país, y así lleva muchos años. Casi desde que irrumpió en la escena con Entre paredes (2005). Luego llegaron más obras como Oro viejo (2008), Cuando las piedras vuelen (2009), Caída del cielo (2016) y Carnación (2022), entre muchas otras que la proyectaron a ese espacio de flamenco desobediente y cuidado en el que reina. También es madre 24 horas al día, como todas las madres, de una pequeña que pudimos intuir cómo crecía en su vientre con el fabuloso espectáculo Grito Pelao (2018), una reflexión sobre su propia maternidad que enfrentaba en solitario, con la composición musical y letras de Silvia Pérez Cruz. Se puede decir que vida y obra de Rocío Molina están marcadas por la libertad y la reivindicación. La de una mujer que se niega a normalizar la costumbre y lo establecido y clama y encuentra esa voz exclusiva y pertinente, en solitario o con atractivas colaboraciones.

Para el estreno absoluto de Calentamiento llega acompañada de Niño de Elche en la dirección musical, con quien ya trabajó en Carnación; de las cantaoras Ana Polanco, Ana Salazar, María del Tango y Gara Hernández; de Cabosanroque, que firma el espacio escénico y audiovisual, y del autor y director de escena Pablo Messiez, que firma codirección y textos. “Empezamos la concepción de la obra alrededor de marzo de 2024, dejándonos seducir por la idea del alivio, guiados por la intuición y la apetencia. Luego apareció la soledad como gran tema, lo que vino a traer la presencia del amor en su propia ausencia”, nos cuenta Molina. Y después apareció algo importante que llegó para dar sentido a lo que estaban haciendo: “el no querer que la fiesta termine o no querer dejar de empezar. O lo que es lo mismo, no acabar nunca por si a caso algún día no puedo volver a empezar. O lo que es peor, no querer volver a empezar”. Y sobre estos conceptos siguieron trabajando durante un año Messiez y Molina. “Seguía en el estudio con mis observaciones y un día, después de estar semanas practicando una forma de alivio basada en el placer, en lo amable, en lo no exigente y el gusto al movimiento ligero, me di cuenta de que no podía sostenerlo má. Me estaba sentando fatal, me dolía mucho más el cuerpo, se me entumecía la musculatura, no paraba de bostezar compulsivamente, se me caía la energía por los suelos sin remedio alguno para volver a levantarla… Así que me dije: ‘mira Molina, déjalo, haz lo de siempre, lo que llevas 34 años de tu vida; ponte los zapatos, entra en vertical al estudio, agárrate la falda, los ovarios y zapatea. Zapatea fuerte, haz tu tabla de pies, la de todos los días, suda y cánsate’. Y ahí estaba, ahora sí, ¡el alivio! A partir de ahí, empezamos a mezclarlo todo, movimiento, palabra, soledad, fiesta, gente, amor, muerte, sudor, bostezos, dolor, placer… hasta llegar a este calentamiento interminable, a este calentón.
¿La obra está basada en sus propios calentamientos antes de salir a escena? ¿Qué hay del calentamiento real de Rocío Molina en esta obra?
Así es, en una parte de la obra se muestra mi calentamiento de siempre, el que siempre hago para activar la musculatura y aunque suene raro para hacer brotar la inspiración y el estado de gracia, y esto depende mucho de la química que genera mi propio cuerpo, en concreto del sudor y el cansancio. Algo se transforma en mi capacidad física e inspiración cuando estoy sudada, cansada y en caliente, se multiplica la potencia, la rapidez, los reflejos de ejecución, la capacidad de improvisación y las ocurrencias creativas. De eso trata este calentamiento, de dejar que el duende suba por la planta de los pies.
¿Tiene algún ritual durante los calentamientos o antes de salir a escena?
Yo hago calentamientos previos al calentamiento para empezar a calentarme antes de empezar. Cualquier cosa toma forma de ritual y preparación para antes de una actuación o ensayo, porque para mí es lo mismo, y si estoy en casa, antes de entrar al estudio tengo que hacer algo muy banal, algo no importante o que podría dejar para otro momento como por ejemplo pasar la bayeta por la encimera de la cocina, barrer alguna miga de pan o quitar algunas hojas secas a alguna planta. Algo no importante que para mí es de suma importancia para poder enfrentarme a la escena o creación.
¿Cómo ha sido trabajar junto a Pablo Messiez? ¿Qué tal ha resultado el proceso?
Trabajar con Pablo ha sido un auténtico regalo. Hemos trabajado con exigencia en los placeres y desde un brotar ingenuo. Pablo genera una confianza auténtica, preciosa, tiene algo hermoso que es su entusiasmo y cuando está observando en el estudio, su cuerpo no para de moverse y de expresar, invitándote a que sigas, ofreciéndome así un lugar seguro sin miedos y sin juicios, que te invita a jugar como una niña a pesar de la dureza de los temas que iban apareciendo. Me sostenía con firmeza y ligereza a la vez. Y que decir del momento en el que entran en acción el cuadro de mujeres de poder que me acompañan de la mano de mi querido compañero Paco Niño de Elche. ¿Se puede pedir más? ¡Esto es para morir de gusto!
Aunque ya había trabajado con texto en otros trabajos, supongo que en Calentamiento se ha desarrollado una relación diferente con la palabra, a lo mejor desde otro lugar. ¿Cómo ha sido?
Ha sido apasionante. Me gusta cómo Pablo trabaja la palabra desde el cuerpo dando importancia a lo que sucede, a la cosa presente más que a la propia palabra. De esta forma hemos construido. No podía ser de otra manera que narrando lo que a mi cuerpo le iba sucediendo. Digamos que no es un texto narrativo, es más bien experiencial, espontáneo, implicativo por decirlo de alguna manera. De hecho, el texto sale solo cuando entro en la fisicalidad del cuerpo, solo desde ahí puedo decir lo que tengo que decir.

¿Y qué hay del vocabulario corporal de Calentamiento?, ¿ha estado investigando en nuevas direcciones?
El vocabulario corporal de Calentamiento me ha hecho cuestionarme, desapegarme, reírme y desplazarme. Por un lado, me dedico a hacer lo de siempre y como confrontación tomo el desvío a campos nunca antes habitados como es la palabra, y que ésta junto con el movimiento, hagan testimonio de mi propio baile. Y otra sorpresa ha sido descubrir la pereza que ahora parece suponerme ‘lo coreográfico’, es algo que siempre me ha gustado, pero en esta obra mi deseo parece burlarse de ello y hasta de mí misma. Por un lado, me divierte y por otro solo me queda rendirme porque cada vez que tenía que coreografiar, me salían cosas absurdas, así que he acompañado esta tendencia, entendiéndola y potenciando esa absurdez tratándola con importancia, agudizándola tanto en el movimiento como en la propia estética de la escena.
¿Cómo enfrenta este próximo estreno, cómo se siente?
Me siento como un volcán a punto de entrar en erupción. Es como haber estado desde hace mucho amasando desde lo más profundo de mi cuerpo una materia ardiente y antigua, que estaba ahí desde mi origen que requería una alta atención y que ahora se desborda y reboza, pero no en forma de erupción explosiva, sino íntima y profunda, como un alivio.
¿Hay algo de Calentamiento que le haga especial ilusión?
Sí, no te diré el qué porque quiero que sea sorpresa, pero se trata de hacer algunas cosas que por lo general se me han dado muy mal, esto no significa que ahora las haga bien.
Y después de tantos años de trayectoria, ¿se sigue sintiendo lo mismo antes de un estreno?
El día que pierda ese hormigueo en el estómago me daré un tiempo sin subir al escenario. Quizás es por esto que no dejo de colocarme en lugares desconocidos e incómodos, para no acostumbrarme ni normalizar el brutal ritual de trascendencia y transformación que supone subirse a escena. Me abruma, me aturde y por alguna razón me seduce y me atrapa esta sensación.
Algo que aparece cuando alguien tiene un recorrido como el suyo son las expectativas que las demás personas ponemos en su trabajo. ¿Le afectan, lo siente como una presión o consigue liberarse de lo que esperemos los demás?
Hace tiempo que me liberé de estas expectativas y lo hice empezando por las mías propias. No construyo para nadie, mi relación con mi arte es hacia dentro, me muevo y danzo a través de mi cuerpo y mi flamenco para aprenderme y vivirme. Y entre esos aprendizajes está el de la aceptación del fracaso como acto de humildad y valentía, ahí está mi triunfo, la verdadera liberación, en el permitirme ‘fallar’ humanamente y aceptar que no puedes satisfacer las expectativas de todo el mundo y, es más, que no quieres. El ‘error’ para mí es una oportunidad de desplazamiento y de sorpresa, es un momento brillante del instante creativo.