La danza es protagonista en este número de la Revista Godot. No hay duda. Dos nombres más que relevantes (eminentes) de la escena internacional, han atendido nuestra llamada y hablan largo y tendido de sus próximos espectáculos. Por un lado, Rocío Molina, que estrena Calentamiento en el Centro de Danza Matadero; por otro, Christos Papadopoulos, uno de los creadores más interesantes de la escena europea en la danza contemporánea, que muestra My Fierce Ignorant Step en los Teatros del Canal, tras su paso por el Festival Grec el pasado verano.

Tanto una como otro, desde el flamenco, en el caso de Molina, y desde la danza contemporánea en el caso del griego Papadopoulos, invocan lugares incómodos de la creación, es decir, fascinantes, poco transitados, evocadores y sobre todo, muy propios. Y honestamente, en un momento de la historia en el que la humanidad (como adjetivo) se deshace a la misma velocidad con la que Israel viola un alto el fuego, estos cuerpos propios de la danza, identitarios y por lo tanto conmovedores, se parecen a algo que una vez conocimos como esperanza. Esperanza en la humanidad (como sustantivo).

Decía hace unos días en Oviedo el filósofo Byung-Chul Han, en su discurso por el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, que hemos dejado de utilizar los smartphones para ser utilizados por ellos. Y entre las múltiples escenas que una pueda imaginarse ante esta verdad, pienso en la costumbre e incluso impunidad con la que seguimos recibiendo el genocidio que sufre Gaza, del que parece no liberarse ni aun diciendo los que lo perpetran que sí, que ya se ha terminado. Y seguimos viendo muertes casi en directo, por disparos, bombas o hambre, de niñas, niños, mujeres, hombres, personas que nada tienen que ver con la política más allá de sufrirla, a través de un móvil que también nos advierte de citas con la ginecóloga o el próximo taller de caligrafía.

El móvil nos ayudó a unas colegas y a mí el pasado verano a poner en marcha la iniciativa DanZA por GaZA, de la que llevo hablando unas cuantas columnas en modo loop como los gestos que traspasan del lenguaje de Papadopoulos. Porque escribo de danza y porque me atraviesa Gaza. Y tras la denuncia del genocidio, de señalar, de ofrecer herramientas muy modestas para quienes quieren rechazar lo que pasa con sus cuerpos y el movimiento, creemos que el foco debe continuar en Gaza sin que se instale lla costumbre y su laxitud. Así que el próximo 14 de diciembre, pondremos en marcha la Gala DanZA por GaZA en el Teatro BArakaldo de Bizkaia, que ha cedido el espacio y equipo técnico, con el único objetivo de vender entradas y donarlas a familias de Gaza. De la manera más directa posible. Majd, un chico palestino que vive y trabaja en Madrid y envía ayuda a su mujer y a su hija de un año y medio, a su hermano y a sus sobrinas que siguen en Gaza (ahora en el sur), nos está orientando.

Entonces pienso en la importancia de hacer. Desde donde se pueda, desde lo particular también. Como hace Majd con su familia, o las coreógrafas y coreógrafos que han enviado sus propuestas para participar en esta gala solidaria (en la que nadie cobra por nada, tampoco desde la organización). Y pienso de nuevo en el poder de lo pequeño y de su repetición. Lo minúsculo, la reiteración, la insistencia, Tal vez sea ahí donde sigue residiendo algo de humanidad (como adjetivo y sustantivo).

 

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