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Impromadrid, 25 años jugando con lo inesperado

  • octubre 14, 2025
Por José Antonio Alba

"Compartir los errores con el público es alegre y sano"

Impromadrid celebra 25 años sobre las tablas presentando su último espectáculo: El que tropieza y no cae…Todo un homenaje al oficio de la improvisación. Ana Morgade, Paloma Córdoba, Borja Cortés, Luis de Pablo y Víctor Monigote, junto a los dos fundadores, Ignacio Soriano e Ignacio López B., se suben al escenario del Teatro Infanta Isabel para abrazar el fallo y jugar con lo inesperado.

Los dos ‘Ignacios’, nos invitan a hacer un recorrido a través de la trayectoria de Impromadrid desde una única voz: la de la propia compañía.

 

Foto de portada: Andrea Carbonell.

La compañía celebra este 25 aniversario con una obra como El que tropieza y no cae…, que reflexiona sobre el error y la autenticidad. ¿Hay alguna conexión simbólica? ¿Cómo surge esta idea?

Sí, ¡claro! Son 25 años de trayectoria y obviamente hay una metáfora ahí… La idea surge de hablar sobre conceptos que tienen mucho que ver con la improvisación teatral (el jugar siempre al borde del “fallo”, el aceptar que tanto el teatro como la vida tiene sus errores, sus imperfecciones… pero que esos tropiezos son parte del proceso creativo y, más allá de intentar no sufrirlo, podemos utilizarlos a favor. Es muy humano esto de fallar. “El que tropieza y no cae… cuatro pasos adelanta”. Sin duda en estos 25 años hemos tropezado…pero aquí seguimos.

 

La sinopsis de la obra comienza con la frase de San Agustín «Fallor ergo sum» (fallo luego existo). ¿Cómo influye la celebración del error en el proceso creativo?

Es una buena manera de no angustiarse o abrumarse y utilizarlo a tu favor. Hemos de aceptar que todos cometemos errores pero que cada tropiezo es una oportunidad para levantarse de nuevo con más herramientas… En una sociedad en la que se nos reclama ser perfectos, el hecho de no esconder los errores y compartirlos con el público es alegre y sano. Hay algo de libertad en ello. El error además tiene algo creativo; abre una puerta a algo que no esperabas.

 

Con este nuevo espectáculo celebráis el error en un mundo que a menudo exige la perfección. ¿Cuál ha sido ese “tropiezo” que se convirtió, para vosotros, en aprendizaje?

No creemos que haya uno en concreto… Es más bien casi a diario…: una impro o estilo de impro que hacemos y no funciona… una solución escénica que no llega a contar lo que queremos… un chiste desafortunado… Y la creencia de algunos de que la improvisación, por imperfecta, es un género menor. Pero nosotros decidimos apostar por ella y por mejorar la disciplina. Y en ello estamos, 25 años después.

 

 

¿Cuál es la mecánica de este nuevo espectáculo?

Al ser un espectáculo que celebra los 25 años, hemos querido recoger los elementos fundamentales del trabajo histórico de la compañía. “El que tropieza y no cae…” se divide en seis piezas independientes que giran en torno a los tropiezos (basándonos en los que nos cuenta el público) y en cada una de ellas improvisamos en un tono o le damos más peso a algún elemento. A saber: una pieza es exclusivamente musical, otra pieza es un juego dramático divertido, en otra el foco la tiene el dibujo en directo, otra es una pieza con los personajes ya marcados… El objetivo era mostrar la forma de hacer de Impromadrid en el escenario, rodeándonos de muchos de nuestros colaboradores habituales (Borja Cortés, Ana Morgade, Paloma Córdoba) y conjugando diferentes disciplinas, teatro, música y dibujo, todas ellas improvisadas.

 

En esta ocasión podemos decir que veremos al “núcleo duro” de Impromadrid en escena, ¿qué ha aportado cada uno al proceso de creación de la obra?

Nuestras creaciones suelen ser bastante grupales. En esta ocasión Ignacio López B propuso la idea y la estructura y todos los intérpretes y el equipo artístico (vestuario, luces…) van añadiendo sus ideas y opiniones. Es parecido a un grupo de música que crea canciones. Hay una idea primigenia y luego, con las aportaciones de los integrantes… se crea la canción. Tatiana de Sarabia ha hecho su magia con el vestuario, así como Ángel Cantizani con el diseño de luces.

 

La obra, además de los intérpretes, cuenta con un dibujante y un músico improvisadores. ¿Cómo influye el trabajo de Víctor Monigote y Luis de Pablo en la narrativa y el ritmo de las piezas creadas en directo?

El hecho de tener a un gran (y rapidísimo) dibujante en directo es como tener una IA a tu lado que además tiene humor… El dibujo se convierte en un elemento más de la escena, un elemento vivo que juega con los intérpretes…  y que sin duda ayuda clarísimamente a contar lo que queremos contar.

En cuanto a Luis de Pablo, es el único participante de la función que es insustituible. No sabemos cuántos intérpretes habrá en España con la capacidad de crear en directo canciones como lo hace él y sí, es un elemento fundamental para sentar el ritmo de la función.

 

¿Cuál es el mayor desafío al dirigir una obra de improvisación, donde gran parte del material se crea en el momento?

Para nosotros el mayor desafío es encontrar el tono y el ritmo de la función. Es decir, encontrar el tono que nos ayuda a contar lo que queremos contar (En Impromadrid siempre queremos hablar de algo en las piezas que creamos: la sociedad líquida, el proceso creativo, el arte nuevo de hacer comedias de Lope, el amor…) y el ritmo de la función: ¿estamos haciendo “rock and roll”? ¿Es más bien una balada? O resulta que queremos hacer una zarzuela…  El tono y el ritmo son sin duda los desafíos (creo que también para las obras de texto al uso).

 

 

Vuestra forma de improvisar, va más allá de un mero show de impro, la puesta en escena, la teatralidad, son fundamentales y se han convertido en esencia de vuestro trabajo, ¿qué os llevó a ello y que os interesa de ese paso “más allá”?

Fue apareciendo de una manera natural… Hace 25 años tan solo estábamos deslumbrados por haber encontrado ese juguete tan divertido que era la improvisación teatral. Poco a poco fuimos aprovechando ese juguete para reflexionar sobre temas que nos interesaban, para emocionar al público  o simplemente darle otros usos al “juguete”. En los últimos años hemos puesto en escena piezas en las que la impro no es lo “fundamental” sino la utilización de la impro para contar la historia que queremos y llegar a emocionar al público (de la misma manera que otra compañía de teatro puede utilizar la danza o el circo en algún momento de su función). A veces la impro es como hacer malabares, es increíble hacer malabares bien pero todavía es mejor cuando el foco no está en la dificultad sino en las emociones que te crea.

 

Impromadrid ha puesto en escena una veintena de espectáculos en casi 25 años, donde habéis tocado el verso, el musical, y no siempre ha ido por la rama de la comedia propiamente dicha… ¿cuál ha sido el mayor reto de llevar a un escenario desde un formato como la improvisación?

Han ido apareciendo distintos retos… “Corten” nos puso en el brete de improvisar una sola historia larga por primera vez con música y dibujo en directo (Nacho Mastretta y Suso33) además de hablar del proceso creativo. En aquella época nos parecía casi imposible. Luego la Fundación Siglo de Oro nos propuso improvisar como en el barroco… ¿Cómo vamos nosotros a hacer algo que remita a Lope, Sor Juana o Cervantes? Pues hicimos un montaje muy divertido… ¿Una historia de amor que sea un monólogo y además musical? ¿Por qué no? Y apareció “Sólo, un musical de amor improvisado”. También hicimos “El kazajo escondido…” la primera serie improvisada online con un equipo de 30 personas en Teatros del Canal… eso fue un lío y probablemente se adelantó a su tiempo…

 

Además del trabajo «teatral», la compañía se dedica a la docencia. ¿Qué os ha enseñado a vosotros vuestra escuela?

Si quieres desempeñar correctamente cualquier actividad… tienes que entrenar y echarle muchas horas. Nuestra escuela nos ayuda a estar entrenados y a no olvidar que nos dedicamos a algo muy placentero pero muy  complicado. Además nos ha enseñado  que los conceptos que trabaja la improvisación teatral (la aceptación, la escucha y el trabajo con el otro) son casi una forma de mirar el mundo. Y reafirma nuestro amor por la improvisación ver como supone un rato de juego, creación y alegría en nuestros alumnos y alumnas.

 

A lo largo de estos 25 años, el panorama teatral y social ha evolucionado mucho. ¿Cómo ha logrado Impromadrid adaptarse y mantenerse, especialmente en un género tan particular como la improvisación?

Pues gracias a toda la gente que nos rodea y trabajando mucho. Tropezando, levantándonos e insistiendo. Autogestionándonos y buscando soluciones y oportunidades constantemente. También el hecho de curiosear e ir investigando cada vez una cosa… hace que no nos aburramos.(Aunque a veces nos decimos que podríamos haber seguido haciendo el mismo show de hace 15 años y quizá nos fuera mejor… jajaja).

 

Impromadrid. Foto de Andrea Carbonell.

 

Después de un cuarto de siglo, ¿cómo definiríais la «esencia» o la «filosofía» que ha mantenido unida y motivada a Impromadrid a lo largo de todos estos años?

La curiosidad, el juego, la aceptación y las personas que nos acompañan.

 

¿Qué ha sido lo más inesperado que os ha regalado la impro en estos 25 años?

La cantidad de gente increíble que hemos conocido por todo el globo terráqueo y los consecuentes amigos encontrados.

 

Si pudierais improvisar el próximo cuarto de siglo de Impromadrid, ¿cómo empezaría la primera escena?

ALGUIEN: Se me ha ocurrido algo que quiero que probemos

OTRO ALGUIEN: ¿Quedamos mañana y lo vemos?

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

Ana Morgade, Borja Cortés, El que tropieza no cae..., Ignacio López B., Ignacio Soriano, Impromadrid, Luis de Pablo, Paloma Córdoba, Teatro Infanta Isabel, Víctor Monigote
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