Cargando...Un espacio en penumbra: un teatro. Tiempo indeterminado sobre el escenario. En platea, el presente; siempre el presente. Ríos y Solano se llaman y buscan hasta encontrarse. Dos actores… o algo parecido: mitad mendigos, mitad rameras. Dos comediantes de la legua. Dos faranduleros de por allá el año 1600. ¿Dónde están? ¿Quiénes son ésos que los observan desde la oscuridad? ¿Los observan solamente? ¿O también los juzgan? No hay tiempo de filosofar, son actores, y los actores actúan.
Con un baúl lleno de telas, cuerdas, trastos e instrumentos musicales como única maquinaria teatral, volcarán con menos orden que descaro su viejo oficio: su cajón de-sastre de entremeses, loas, octavas, canciones y autos sacramentales, con la esperanza de satisfacer a este público, de entretenerlo, de perdurar, dejar huella, de no ser olvidados, pues ¿que será de ellos si nadie los recuerda? ¿Acaso dejarán de existir?
Ñaque es una historia sobre la amistad, sobre el Teatro y la precariedad inherente a aquellos que lo practican; sí, pero también sobre la vida: sobre el absurdo de la existencia. Un mosaico dramatúrgico que mezcla fragmentos de las, mal llamadas, piezas menores del Siglo de Oro con una trama al más puro estilo Esperando a Godot de Samuel Beckett.
Estrenada en 1980 en el Festival de Teatro de Sitges y con un largo recorrido por los escenarios tanto de España como de Latinoamérica, Ñaque es una pieza fundacional del teatro español de final del siglo XX que vuelve ahora de la mano de otra generación de actores (como son Javier Godino y Joan Martínez Vidal) y en una nueva versión ajustada por el propio autor (José Sanchis Sinisterra) para la ocasión, quién co-dirige, además, este montaje, junto a Daniela De Vecchi.
Un autor y una pieza que se merecían un homenaje, pues son ya, por méritos propios, clásicos contemporáneos.
