El pasado 14 de julio una nueva edición del sueño luso veraniego comenzó y, como hago cada vez que me embarco en una nueva aventura teatrera, guardé mi bloc de notas junto con mi bolígrafo. En esta ocasión, el elegido fue uno acorde a mi destino. La palabra ‘Almada’ se dibujaba en tinta blanca sobre un fondo negro. Allí iba, junto con una maleta rebosante de positividad en la que, además de ropa, había guardado libros que pretendía devorar por las noches. Ingenua de mí… como si fuese a quedarme algo de energía después de lo que me esperaba…
Lunes. 6h30 de la mañana. Aunque el sueño se ha unido al viaje, la emoción por este segundo episodio en los escenarios portugueses me tiene entusiasmada: 42º Festival de Almada, ¡allá vamos! Apenas he podido dormir de los nervios, y es que esta vez no solo me esperan nuevos descubrimientos artísticos y terremotos emocionales, sino que además voy a reencontrarme con los amigos que hice el año pasado.
Despego hacia las nubes con la sensación de que, esta vez, voy a permanecer ahí aunque aterrice y, en un viaje pilotado por João, cruzamos ese puente hacia Terabithia que nos introduce en un limbo espacio-temporal que nos hace olvidarnos de nuestros problemas para centrarnos en un propósito más enriquecedor: ver teatro.
LA HUMANIDAD COMO CABEZA DE CARTEL
Tras una cariñosa bienvenida por parte de Miguel y el resto del equipo que ha gestionado que yo pueda estar escribiendo ahora esta crónica, me dirijo al Teatro Municipal Joaquim Benite para ver mi primera obra: Marius. La creación de Jöel Pommerat inspirada en la pieza de Marcel Pagnol, más realista que los trabajos a los que nos tiene acostumbrados, narra la historia de Marius, un joven camarero que se encarga del bar de su padre mientras sueña con vivir su propia vida. Una libertad obstaculizada también por el amor, que nos enseña, sin embargo, que este es dejar ser, aunque duela. Una historia sobre el peso de las obligaciones y tradiciones familiares que pone a la libertad como eje de la función. Con un elenco formado por un grupo de presos de una prisión de alta seguridad en Arlés (Provenza), me pregunto cuántas caras tiene la privación del libre albedrío y como esta tiene el poder de cambiar nuestro destino. ¿Viene la libertad marcada desde la infancia? ¿Puede llegar a ser la familia una cárcel que nos instruye y nos ata? Y es que en esta historia producida por la Compagnie Louis Brouillard, que bien puede ser la de muchas otras personas, los expresidiarios ya no están en la cárcel, pero, en el escenario, comparten con nosotros una condena de barrotes intangibles marcada por los vínculos y la necesidad de cumplir los estándares aprendidos.
LOS ROSTROS DEL TALENTO
Al caer la noche, volví a verme envuelta entre la inolvidable ventisca del patio de butacas de la Escuela D. António da Costa para dejarme maravillar por los alemanes Familie Flöz que, con Teatro Delusio, se alzaría con el título de ‘espectáculo de honra’ al llevar un metateatro de máscaras a las tablas ‘almadenses’. Un loco backstage que bien podría recordarnos a El camarote de los Hermanos Marx, donde se nos presenta el ingrato trabajo de tres tramoyistas y las inesperadas idas y venidas del elenco de un espectáculo musical. Una comedia ‘delirante’ que dejó a los asistentes con la boca abierta al descubrir que todos los personajes, con sus diferentes corporalidades y formas de deslizarse por el escenario, estaban representados solamente por tres actores.
PRESENCIA ESPAÑOLA EN EL FESTIVAL
Pero no todo iba a ser aplaudir a los demás y llegó el momento de ‘barrer para casa’. Xavier Bobés y Alberto Conejero presentarían en la tierra dividida por el Tajo El mar – Visión de unos niños que no lo han visto nunca que, protagonizada por Sergi Torrecillas, no solo acercaría al festival ese cuidado teatro de objetos, sino que lograría que la historia del maestro Antoni Benaiges traspasase fronteras, dedicando tanto a él como a esos niños víctimas de la guerra y las diferencias políticas un homenaje que supone, además, un puño en alto a favor de una educación igualitaria y de calidad en todos los territorios. Además, el autor de La geometría del trigo impartiría en el Centro de Arte Contemporáneo Casa da Cerca el curso O sentido dos Mestres del 14 al 18 de julio.
Els Joglars también izaría bien alto la bandera española con El rey que fue que, interpretada por Ramon Fontserè y bajo la dirección de Albert Boadella, presenta esas luces y sombras del rey emérito que ya pudimos ver caricaturizadas en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.
LA RECETA DEL ÉXITO
Pero, si algo hace que el Festival de Almada logre cautivar a aquel que lo visita, es la amplia oferta escénica que presenta. Sin casarse con nadie, esta emblemática cita teatral portuguesa ofrece un altavoz a creadores completamente diferentes entre sí, tanto en las temáticas trabajadas como en la forma de hacerlo: desde Um adeus mais que perfeito, la textual y dramática apuesta de este año de la Compañía de Teatro de Almada, dirigida por Teresa Gafeira, basada en la novela de Peter Handke Carta breve para un largo adiós (Premio Nobel de Literatura 2019), a la corporal y cómica Zugzwang de Le Galactik Ensemble (Francia). Tampoco puedo dejar de mencionar Extra Moenia, espectáculo de Emma Dante producido por Teatro Biondo Palermo (Italia) elegido para cerrar el festival que me permitió volver a sentir, igual que lo hice el año pasado, ese espíritu reivindicativo que sacude conciencias al tocar, con una dirección artística y un trabajo de elenco impecable, temas como los abusos de poder, la guerra, la violencia sexual, la esclavitud o la contaminación de nuestros mares y océanos, entre muchos otros.
En total, 20 son los espectáculos locales y extranjeros que han ido desfilando por las tablas de Almada, que en esta 42ª edición ha programado nombres de gran repercusión internacional como el alemán Thomas Ostermeier o el coreógrafo y bailarín estadounidense William Forsythe. Sin olvidar la amplia oferta de actos complementarios, sumándose al curso de Conejero otros talleres y exposiciones, entre las que se encuentran Na Casa dos Espelhos en homenaje a la actriz Lia Gama y Espectáculos de Honra, Escolhas do Público, con una recopilación audiovisual de los espectáculos favoritos del público del festival de 1988 a 2025, ambas realizadas por el escenógrafo portugués José Manuel Castanheira.
MUCHO MÁS QUE TEATRO
Mientras los actores programados esa noche ensayan y hacen su “puesta a punto”, la comunidad teatrera portuguesa (y la no portuguesa también) se reúne en torno al patio de la Escola D. António da Costa para, a lo largo de las mesas de manteles amarillos, utilizar las cenas como excusa para entablar conversaciones: sobre el teatro, sobre sus lugares de origen, sobre la sociedad… Y en ese ágora del ahora, repleta de conexiones y curiosidad, los dos lados de la cuarta pared se unen con la esperanza y el arte como nexo común mientras descubren artistas tan especiales como Sana Cissokho en los conciertos de música en la explanada.
Y a unos 13km de distancia, el amarillo de los manteles se transporta a los tranvías, inundando de color las callejuelas empedradas. Allí, tengo la suerte de descubrir algunos de los principales museos de la ciudad: La exposición Casa Asia-Colección Francisco Capelo en la Santa Casa da Misericórdia y sus fascinantes y únicas piezas asiáticas datadas del siglo III a.C. al siglo XX; el MUDE, que logró que me pasase horas apreciando los espectaculares trajes expuestos en Portugal Pop, un apasionante recorrido por la cultura de la moda en Portugal y los cambios que se han producido en los últimos 50 años influenciados por las tradiciones culturales y la memoria colectiva, o cada pieza de la exposición temporal Vivienne Westwood: O Salto da Tigresa. Y, hablando de reinas, muy recomendable el Museo del Tesoro Real donde, a través de una visita guiada, pude conocer de cerca la historia de la monarquía portuguesa y quedarme deslumbrada con las coronas, broches, cetros y otros utensilios reales elaborados con diamantes, rubíes y demás piedras preciosas a las que la mayoría de mortales de a pie no podemos acceder.
Y es que en la ciudad presidida por el Arco de Rua Augusta, donde la Gloria corona al Genio y al Valor, viajamos de lo clásico a lo moderno con museos como el MAAT, el MACAM, la Galería Avenida da Índia o el Pabellón Julião Sarmento, inaugurado hace poco más de un mes, que acercan el arte contemporáneo a la población lusa con creaciones de artistas internacionales, entre los que encontramos a los españoles Miguel Barceló, Juan Muñoz, Antonio Ballester Moreno, Avelino Sala o Eugenio Merino y Carlos Aires, cuyas obras Pisando Derechos y Sweet dreams are made of this me erizaron la piel por lograr la difícil tarea de crear algo realmente bello a partir de la denuncia social.

TOCA A TODOS
Esa intención de abrir los ojos, de exponer realidades que, a menudo, pasan de puntillas por nuestra vida, es algo que está muy presente en la sociedad portuguesa. Así lo veríamos también en toda la historia recogida en Los Murales de Almada en las Gares Marítimas o en la brillante exposición Venham mais cinco, compuesta por 200 imágenes de fotógrafos internacionales sobre la Revolución portuguesa y la independencia de las antiguas colonias que pone a nuestro alcance un patrimonio histórico inaccesible en Portugal desde hace 50 años.
Y llegó el momento de cambiar los claveles portugueses por los madrileños. Tras cinco días repletos de arte y cultura, de reencuentros y nuevas presentaciones, de pasión por el teatro y conversaciones con personas con las que nunca me habría imaginado tener algo en común, João me recoge en el hotel de madrugada. Me sonríe, sube el volumen de la música y nos dirigimos al aeropuerto al son de Toca a todos, de Calema, con la certeza de que regreso a casa más viva de lo que me fui.
“Toca a todos
Do mesmo jeito que nos tocou
Do mesmo jeito que a luz
Desse amor nos salvou”