“Desde que empecé a trabajar he intentado combinar el audiovisual, el teatro de texto y el teatro musical. Son tres carreras diferentes que, además, se tocan poco. Es increíble el desconocimiento que hay entre unas y otras. Son mundos muy diferentes, que apenas se tocan y que yo disfruto mucho. Por ejemplo, en el mundo del cine nadie sabe quién es el director del CDN, de La Abadía o del Español. Ni en el teatro de texto saben cómo funciona un musical. Y en el mundo de musicales, no hay mucho conocimiento de quién es el Director Ejecutivo de Netflix o Movistar». Explica David Serrano al ser preguntado por sus últimos proyectos. Acaba de finalizar el rodaje de una película y está embarcado en la producción de tres montajes teatrales: Un tranvía llamado deseo, Hasta el final de la fiesta y Wicked. Tres miradas a universos femeninos que, sin pretenderlo, se complementan y dialogan entre sí.

NO DEJAR PASAR EL TRANVÍA
El origen de esta nueva producción de Un tranvía llamado deseo fue casi casual: la actriz Nathalie Poza, con quien mantiene una estrecha relación profesional, andaba buscando alguien que se sumara al proyecto como director. “Dije, pues ya lo has encontrado. Si quieres que lo dirija, yo estaré muy feliz”, recuerda. “Me parecía una oportunidad tan maravillosa y un texto tan brutal, que me parecía que teníamos ahí un camino muy interesante a seguir.” Interpretar a Blanche DuBois era un sueño vital para Poza desde sus años de formación. “Es una actriz descomunal, si fuera inglesa o americana estaría todo el rato ganando Emmys, Tonys, Oscars… puede hacer comedia, drama, lo puede hacer todo”, dice Serrano.
En palabras de David Serrano, abordar este clásico contemporáneo en pleno 2025 implica “medirse con uno de los textos más importantes del teatro del siglo XX, pero también con la memoria de una película que ha dejado una huella enorme en el imaginario colectivo”. Y precisamente por eso, explica, la decisión fue clara desde el principio: “Alejarse del referente cinematográfico y encontrar nuestra propia voz”.
El trabajo entre ambos fue minucioso, partiendo de una relectura de la obra, comparando las dos versiones oficiales que existen del texto de Tennessee Williams y buscando una musicalidad propia. “Estuvimos semanas reescribiendo la versión para preservar la poesía y el ritmo de Tennessee Williams, pero también para que sonara natural. No queríamos una Blanche declamando, sino una mujer rota intentando sobrevivir”, explica.
La dirección actoral ha sido, en sus palabras, un ejercicio de acompañamiento más que de imposición: “Me considero sobre todo un ayudante de los actores. Les intento guiar, pero sobre todo creo una atmósfera de confianza para que puedan arriesgar”. Explica sobre el trabajo que ha realizado con el reparto que, encabezado por Poza, cuenta con Pablo Derqui interpretando a Stanley Kowalski, a María Vázquez como Stella, Jorge Usón, Carmen Barrantes, Rómulo Assereto, Mario Alonso y Carlos Carracedo, que debuta con este espectáculo. “Son actores de muchísimo nivel, con muchísima experiencia. Cuando tienes actores tan buenos lo único que tienes que hacer es guiarles un poquito.”
Esa búsqueda de verdad también se tradujo en una decisión estética y dramatúrgica: “La casa donde transcurre la acción es un personaje más. Hay un punto de incomodidad constante, un aire casi sucio. Queríamos que todo el ambiente pesara sobre los personajes. Que el espectador sintiera esa sensación de encierro, de tensión constante”. Desde ahí se construyó la escenografía creada por Ricardo Sánchez Cuerda que, aunque no es realista al uso, introduce una “calle por delante de la casa” que permite acciones paralelas y un uso más dinámico del espacio, como sucede con dos escenas icónicas: el desgarrador grito de Stanley llamando a Stella y la última frase de Blanche. “Son momentos que forman parte de la historia del teatro universal, y les he dado un sitio privilegiado”, asegura.

Otro de los rasgos diferenciales de esta puesta en escena es lo que Serrano denomina una versión “más latina”, con una intensidad emocional muy marcada. Algo que le señaló el propio director y dramaturgo Moisés Kaufman tras ver la función. “Hay mucho grito, todo pasa a la vez. Es más sucio, más visceral”. Este enfoque encuentra su máxima expresión en escenas como la partida de póker, concebida originalmente como una secuencia fragmentada y casi apagada, que aquí se convierte en un momento coral y eléctrico donde los personajes se pisan y se molestan. Una puesta en escena que evita lo simbólico y se sumerge en la emoción viva, sin perder el respeto a lo canónico. La música y el espacio sonoro también juegan un papel fundamental, Luis Miguel Cobo firma una banda sonora que mezcla referencias al jazz de los años 40 con un tratamiento más contemporáneo. “Queríamos que sonara a Nueva Orleans, pero con una visión desde 2025”, explica Serrano. Y es que, como apunta el propio director, “el tranvía tiene algo de operístico”, una tragedia que se cuece a fuego lento en una única localización.
Más allá del montaje, Serrano valora la vigencia del texto: “La violencia de género, la fragilidad mental, el deseo reprimido, la masculinidad tóxica, las tensiones entre clases sociales… todo está ahí, y todo sigue resonando. Es tan rica que se seguirá haciendo dentro de 75 años.” Y concluye con una idea que lo emociona especialmente: “Lo bonito es ver que aún hay gente que la ve esperando que algo cambie.”

RECUPERAR LOS SUEÑOS
Este verano, en el Teatro Infanta Isabel, Serrano firma también junto a Marta Betoldi el texto de Hasta el final de la fiesta, un monólogo con canciones interpretado por Mamen García. “Ella quería hacer algo con el repertorio de su último disco, que grabó con su hijo, Albert Sanz, uno de los mejores pianistas de jazz de España. Le propuse que lo hiláramos con una historia personal y así nació este personaje”.
La obra, que mezcla humor, nostalgia y reivindicación, rinde homenaje a una generación de mujeres: “Es una mujer que, tras una vida entera cuidando a su marido y sus hijos, dice basta y decide que ahora va a cuidarse a sí misma. Es mi forma de homenajear a mis abuelas y a tantas mujeres que enterraron sus sueños por el bien de otros”.
El resultado es un espectáculo “muy bonito, un caramelito”, donde el público podrá disfrutar de la voz de García y las composiciones de Sanz, entre recuerdos, frustraciones y nuevos comienzos. “Sales del teatro un poco más feliz de lo que entraste”, resume el director.

DESAFIANDO LA GRAVEDAD, SIN CLONES
En otoño llegará por fin a los escenarios españoles la esperada versión en castellano de Wicked, con dirección de Serrano y producción de SOM Produce (ahora ATG España). La adaptación, bajo la supervisión del autor Stephen Schwartz, ha sido “un follón tremendo”, en palabras del propio Serrano.
A diferencia de otras producciones que replican el montaje original, Wicked será una versión propia en todos los aspectos: escenografía, vestuario, luces, coreografías. “Nunca he hecho réplicas, y no voy a empezar ahora”, afirma. Esta decisión requiere la aprobación de los responsables americanos, que deben verificar que no haya similitudes con su montaje.
Serrano compara dirigir Wicked con hacer La guerra de las galaxias. “Es grande de verdad. Cada efecto, cada transición, tiene su complicación. No es como The Book of Mormon, que es más de texto”. Pero ese reto, reconoce, lo estimula. “Me lo paso tan bien trabajando y haciendo musicales, que ahí está el disfrute”. El proceso ha sido largo, meticuloso y exigente. “Stephen Schwartz está muy encima de cada detalle. Nos envía notas a cada adaptación. Pero cuando te aprueba una canción, es muy emocionante”.
La adaptación al castellano también ha sido compleja. Más aún que en Matilda o The Book of Mormon. “Lo más difícil que he hecho nunca fue ‘Quiet’, de Matilda, por el tema del ritmo y la letra. Pero Wicked es otro mundo, por el nivel de detalle y supervisión”.
La producción llegará casi al mismo tiempo que la segunda parte de la película, algo que Serrano considera positivo: “Eso ayuda, porque dará visibilidad al título en España, donde no es tan conocido”. Su objetivo es claro: “Hacer algo espectacular, emocionante, que respete el espíritu del original y deje huella en el público”.