Definir la locura puede resultar una de las acciones más relativas y menos fiables que existe. Discernir qué es en realidad incluye tantos parámetros como posibilidades. Ni siquiera tener en cuenta el contexto, que a menudo suele arrojar soluciones, o quién dictamine lo que significa estar loca o cuerda, puede acercarnos a la verdad de ese estado. Decía la escritora americana Madeleine Roux que “la locura es relativa porque depende de quién tiene a quién encerrado en qué jaula”, y seguramente sea una de las opciones más fiables con las que toparnos.
La bailarina y coreógrafa Carmen Werner (Madrid, 1953), aborda el tema en su nuevo espectáculo sin intención de encontrar soluciones y, desde luego, sin abordar esa locura que incluye el estigma de la enfermedad mental y tiene a sus víctimas encerrados en manicomios. “Algunas veces la locura es un recuerdo de desconexión, quién es el loco y quién el cuerdo”, escribe al respecto en la descripción de la obra. Y continúa diciendo que “la locura es un recurso de desconexión. Los locos de verdad son los que no se preocupan por los límites que marca la sociedad”.
Preguntada por todo esto en una entrevista telefónica para este medio, Werner cuenta que el tema surgió al fijarse en la gente por la calle, en la realidad de cada quien en ese instante en el que es mirado. “Personas que parece que hablan solas pero en realidad hablan por teléfono a través de un pinganillo, por ejemplo; acciones que hacemos y tienen que ver con nuestra realidad, con la de cada quien, y parecen extrañas o locas para otras”.
La pieza, que lleva el título de Cuando quieras y se estrenará los próximos días 15 y 16 de noviembre en la Sala Cuarta Pared, dentro de la 42 edición del Festival de Otoño, debe ser la número ‘setentayalgo’. Ni siquiera Werner puede asegurarlo. “Perdí la cuenta hace tiempo, entre todas las que he creado para mi compañía y para otras por encargo”, aclara. Para Provisional Danza, compañía que fundó en 1987 y se presenta una de las más longevas del panorama, y también estables (Carmen Werner es de las poquísimas directoras que pueden y quieren tener a sus bailarines en nómina de manera habitual), viene estrenando dos creaciones al año. Por eso no es extraño que este tema, el de la locura que ocupa el nuevo montaje, ya lo haya abordado en otras ocasiones como en Amor, locura y muerte (2017). “Es un tema que me interesa desde siempre, porque me interesa lo que nos pasa a los seres humanos. Todos tenemos nuestra propia locura”.
¿Y cuál es la suya?
Carmen Werner: Madre mía, yo soy tan compleja… La danza es mi locura y también mi salvación. Me gusta bailar, me gusta coreografiar, me gusta dar talleres… Llevo toda la vida haciéndolo. Igual hay gente que piensa, “uf, que se vaya ya esta vieja”. Pero mientras pueda, seguiré, yo soy muy pesada.
¿Y nunca le han dado ganas de tirar la toalla?
Carmen Werner: No. En ocasiones he estado sin bailar porque no he podido, por alguna lesión, algún problema físico. Pero luego me recupero, vuelvo a bailar y sigo estupenda. Eso sí, en este país no puedes decir “me siento coreógrafa y solo coreografiaré, o quiero ser bailarina y entonces solo bailaré”, aquí hay que dedicarse a lo artístico y a hacer otras muchas cosas como la distribución, la carga y descarga, etc, al mismo tiempo.
En esa locura que aborda en esta nueva obra, ¿qué parte de responsabilidad social cree que existe?
Carmen Werner: Mucha. En muchos sentidos vivimos manipulados por las noticias de los medios de comunicación y que nos inducen, de manera inevitable, a hacer esto o lo otro. Con el COVID se produjo un ejemplo muy claro y se instauró un miedo que todavía sobrevive en algunas partes del mundo y, de alguna manera, nos mina y funciona como una fórmula de inducir a la locura.
“Hay un texto de un tipo al que se le pincha una rueda enfrente de un manicomio, y un loco que anda cerca le da indicaciones de qué debe hacer y cómo para cambiar la rueda. Entonces el tipo le pregunta, ¿pero tú no estás loco? Y el otro le responde: loco sí, pero no tonto”. Se refiere Werner con este párrafo a uno de los textos que el director y actor de teatro Carlos Sarrió, con quien ha colaborado en varias ocasiones, le ha cedido para el montaje de Cuando quieras. Suele ser habitual en sus procesos de creación, el inspirarse y usar textos o películas como punto de partida para sus montajes, “aunque luego la obra vaya por otro lado, siempre hay algo muy concreto que me sirve para arrancar”, cuenta Werner. También los bailarines, con quienes trabaja de manera constante durante años y años, como es el caso de Alejandro Morata, pieza clave en la compañía, son cómplices de las producciones de Werner. “Trabajo en equipo con ellos y lo comento todo, aunque luego haga lo que me da la gana”, confiesa divertida. “Los procesos de creación son un gustazo porque de alguna manera mi compañía es una comunidad profesional y personal y nos queremos”.
Para esta nueva creación, repiten los bailarines Raquel Jara, Cristian López, Sebastián Calvo, Alejandro Morata y Carmen Werner. Pero también otros nombres habituales como el del compositor Luis Ramírez, que vuelve a firmar la música, y Daniel Abreu y Cristian López Sanchez que vuelven a colaborar en la ayudantía de dirección. Es precisamente el coreógrafo y bailarín Daniel Abreu, que empezó bailando en Provisional Danza, como tantos fabulosos nombres de la danza nacional (Janet Novás, Victoria P. Miranda y Manuel Rodríguez, entre otros), una de las personas que mejor conocen el trabajo de Carmen Werner y que firma, en la web de la compañía, uno de los textos más bellos sobre el discurso de Provisional Danza. “Provisional Danza y Carmen Werner es parte de la historia, no sólo por lo que ha hecho, sino porque en cada trabajo nos recuerda quienes somos, y quienes podríamos llegar a ser, por haber inundado muchas miradas, y seguir inspirándonos para seguir ramificando ese árbol suyo al que muchos tenemos la suerte de pertenecer. Sus obras son de piel y abrazos, y sólo puede ser el reflejo del compromiso y la humanidad de esta gran mujer. Una bondad como pocas, y eso hace que cada paso de baile te acaricie, y quieras ser ese aire que tocan sus brazos al moverse”.
Seguramente, Carmen Werner sea una de las personalidades de la danza de este país con más premios en su haber y que menos alardee de ello. Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (2020), Premio Nacional de Danza en la modalidad de creación (2007) y Premio Cultura de la Comunidad de Madrid en la sección de danza (2000), son algunos de los que certifican el reconocimiento de su trayectoria. Aunque hay uno más grande: el que dictaminan sus compañeros de profesión a lo largo de muchas generaciones y de todo el país, sobre la generosidad que la acompaña. “Me gusta ayudar y si puedo, siempre lo hago”, comenta.
¿Y cómo ve una persona de su experiencia y trayectoria el momento que se vive en la actualidad con la danza?
Carmen Werner: Diría que hay una situación rara con la danza en toda España, no buena ni muy positiva. Todo empieza a costar más que nunca, casi. El comunicarte con los teatros, con programadores, hay mucha gente creando y poca salida para sus trabajos. Por otro lado, también veo tendencias en hacer esto y lo otro. Cosas muy bien hechas y muy bien bailadas que veo y aprecio pero sin mucha transmisión de sensaciones. Y creo que lo más importante en la danza es transmitir. En el arte en general. Es como cuando ves un cuadro, que puedes no entender, pero te impacta y te lleva a algún sitio.