“La obra provocó un escándalo cuando se estrenó”
Ernesto Caballero adapta y dirige en el Teatro Quique San Francisco, del 30 de Septiembre al 23 de octubre, el último montaje de Teatro Urgente, una visión propia sobre Yerma, de Federico García Lorca. La obra presenta a una mujer anclada en la oscuridad que plantea temas muy actuales como la maternidad y la presión social hacia las mujeres que eligen no ser madres o no pueden serlo. Karina Garantivá, Rafael Delgado, Felipe Ansola, Raquel Vicente, Ksenia Guinea y Ana Sañiz conforman el elenco.
Un personaje que vive en la oscuridad
Por David Hinarejos
Foto destacada: Ernesto Caballero junto a Karina Garantivá que interpreta a Yerma en la obra. Las imágenes de la entrevista son fotos de ensayo.
¿Cuándo surge en Teatro Urgente la necesidad de abordar un texto como el de Yerma?
Yerma surge de un proceso artístico que estaba muy centrado en la indagación sobre la tragedia y sobre temas que susciten la conversación pública y el pensamiento a través de la experiencia escénica. En algún momento llegamos a los modos más contemporáneos de género trágico y descubrimos que el texto de Lorca estaba cargado de ese potencial: plantea grandes cuestiones universales, tiene cierta apertura semántica, incorpora un aspecto como la poesía y, por último, pone sobre la mesa temas muy de nuestro tiempo como los de natalidad, maternidad y fertilidad. Al final volvemos en Teatro Urgente a trabajar con la reescritura de un mito, en este caso reciente, que creemos que puede seguir teniendo mucho alcance hoy en día.
A lo largo de tu trayectoria no te has acercado mucho a Lorca. ¿Por qué ahora?
Desde un punto de vista dramatúrgico sí lo había hecho: escribí Pepe el Romano, que era una reescritura de La casa de Bernarda Alba, y María Sarmiento, que era un texto que se reía con respeto de los lugares comunes del ‘lorquismo’. Es cierto que con Lorca siempre me dio la impresión que ya se habían hecho grandes montajes de referencia de sus obras que eran los de Lluís Pascual y por eso no me interesó durante mucho tiempo. Ahora creo que está pidiendo hacerlo desde otro lugar y puedo saldar esa cuenta pendiente. También te digo que al acercarme a Lorca desde Teatro Urgente lo hago de una manera mucho más libre que si lo hubiera hecho antes desde el Centro Dramático Nacional, por ejemplo, puedo arriesgar más.
Lorca lleva varias temporadas en Madrid muy presente con propuestas muy diversas de sus obras, pero también sobre su figura. ¿Hablasteis de esto antes de decidir que fuera vuestro siguiente montaje?
En Teatro Urgente somos completamente consecuentes con el momento artístico en que estamos y los procesos que llevamos a cabo. Claro que lo que dices lo hemos tenido en cuenta, pero se nos ha rebelado de una manera tan natural que no dudamos.
¿Qué buscas aportar a la obra con el prólogo que has escrito?
Contextualizar el momento en que se estrena la obra. En 1934 España vivía una etapa convulsa en la que la sociedad estaba muy polarizada (acababan de ocurrir las revueltas de los trabajadores en Asturias contra el gobierno). Yerma llegó en el momento oportuno y fue enarbolada rápidamente como un símbolo de la liberación de los oprimidos.
Una vez llegáis a esta historia, ¿qué elementos os interesó potenciar más?
Yo no leo a Yerma como se ha leído tradicionalmente de una manera unívoca, como un personaje atenazado por una necesidad primaria de maternidad que en Lorca se asocia con la sexualidad, como una representación de la liberación de la mujer de una sociedad que la atenaza, etc. Esas lecturas se han ido repitiendo a lo largo del tiempo. Yo no digo que eso no esté, pero a mí me interesa más el hecho de que esta mujer ha elaborado todo un discurso sobre una idea irrealizable. En la tragedia siempre está extendida la idea de la justicia y la del buen obrar sin dar soluciones. La tragedia problematiza y Yerma a mí me parece una figura muy problemática, oscura y autodestructiva.
Durante la obra Yerma tiene ciertas oportunidades de cambiar su vida, pero no se lo plantea realmente en ningún momento.
Nunca se plantea que tenga la posibilidad de elegir, ni siquiera al final es capaz de deshacerse de esos miedos y esa oscuridad que la atenaza y que al final la convierte en una asesina. Sobre este hecho hemos trabajado mucho en los talleres haciendo directamente una reconstrucción policial en la que Yerma era interrogada sobre lo sucedido y cómo había llegado a ese punto. Nos interesa qué hizo y qué no hizo para alcanzar ese final. En resumen, queríamos llegar a una Yerma también responsable frente a otras versiones tradicionales en las que sólo se victimiza al personaje. Pretendemos que el público extrapole la situación de Yerma a sus propias vidas o como sociedad y se pregunte: ¿qué pude hacer y no hice?, ¿qué nos viene impuesto y padecemos sin poder hacer nada?
A Yerma le casaron con un hombre al que no ama. Ese es otro de los grandes pesares que atraviesan toda su historia.
Sí, pero tengo que decir que en la lectura que nosotros hacemos de este matrimonio el personaje del marido dista mucho de cómo casi siempre se le ha presentado, como un déspota y machista. En la obra queda patente que él intenta hacer todo lo posible por complacerla y entenderla y su desesperación viene porque se siente incapaz de hacerlo. Eso lo hemos potenciado mucho.
Lorca introduce muchas mujeres y situaciones realmente muy transgresoras para la época: una mujer que dice que es mejor no tener hijos, la mujer pagana, la romería que es una orgía encubierta…
Provocó un escándalo en su momento, la prensa conservadora la crucificó. Esos personajes, que curiosamente vamos descubriendo en las idas y venidas de Yerma, son realmente los que rompen con los valores tradicionales y son un grito de libertad, al contrario que la actitud de ella quedándose en su oscuridad. Yerma sólo desea algo que no está a su alcance, que es tener un hijo, y su pensamiento a partir de ahí es que el mundo está en deuda con ella y de ahí no se mueve. En ese sentido ella no es ninguna heroína y se acerca más a personajes como Lady Macbeth que están abocados al drama.
Es muy significativa la ausencia absoluta del amor en toda la obra. Ni está, ni se le espera.
Hay pulsión sexual, sobre todo asociado al hecho de la maternidad y el personaje de Víctor, pero el amor no tiene cabida. Creo que por eso también tuvo el recibimiento que tuvo cuando se estrenó, porque todavía era una época muy deudora del romanticismo, así que imagínate.
Aparte del prólogo que hablábamos, apenas hay adaptación del texto, sólo algún recorte puntual. Es el mismo texto que en las puestas en escena de las que quieres huir. ¿En qué elementos os apoyáis para trasladar otra lectura de la obra?
Ver la función sería la mejor manera de explicarlo. Evidentemente, el texto dice lo que dice, entonces el trabajo lo hemos realizado con una serie de analogías tipo: ¿quién sería hoy cada personaje?, ¿dónde iría Yerma ahora a buscar ayuda?, ¿qué sería hoy una romería y qué cosas pasarían en ella? Desde ese lugar, y dejando el texto intacto, se producen ciertas energías que hacen que el texto vaya por un lado y un subtexto actuado por otro. Habrá quien diga que esto es una barbaridad, pero siempre se ha jugado con supuestos a la hora de trabajar estos personajes.
¿Ese subtexto está acrecentado por elementos como la escenografía o la iluminación?
Van de la mano, pero cada vez en mis trabajos ahondo más en un concepto de espacio escénico que en una escenografía, por ejemplo, como tal. Los actores se relacionan y viven el espacio y surge la representación, en el sentido más preciso de la palabra, donde no son tan importantes los personajes en sí como las situaciones y fuerzas que se crean. Por eso la importancia de las analogías que comentaba antes.
¿Se interpela directamente al público durante la función?
Hay un elemento, como es el coro, que se dirige claramente en sus intervenciones al público. Al coro se incorporan todos los actores, sin tener en cuenta quién es quién, para interpretar la canciones o poesías que Lorca introdujo en la obra. También el prólogo establece esa interpelación al espectador y luego en momentos puntuales con algún gesto o palabra sucede en el transcurso de la historia.
¿En qué momento estás, como hombre del teatro que eres, una vez que ya ha pasado la resaca de ser director del CDN?
Lo cierto es que la pandemia me vino muy bien para pasar página. Al tener poco contacto social fue un momento de recogimiento que aproveché para despojarme de todo aquello. Ahora mismo estoy pletórico, no te voy a mentir. La época de gestión en una entidad como el CDN me permitió ampliar mucho la visión del mundo del teatro y tener contacto con grandes creadores, pero evidentemente te pasa una factura. En los últimos años he recuperado algo que está en mi ADN, como es participar de una compañía más marginal que entienda el teatro como un espacio colectivo, de investigación y de organización horizontal en la medida que es posible. Siento que sigo evolucionando y está siendo un momento de reencontrarme con gente como Mayorga o Fernanda Orazi, con la que comparto muchas cosas. En Teatro Urgente puedo desarrollar muchos elementos que ya estaban en anteriores trabajos, pero que ahora se llevan a cabo de una manera más radical y al mismo tiempo con más claridad conceptual.
Y, como autor, ¿dónde te encuentras?
La pandemia fue una época muy prolífica para mí. Menos cuando estoy de ensayos siempre procuro seguir escribiendo. Cada vez lo disfruto más y también soy más exigente. Sigo intentando como autor suscitar cosas en el público y en la sociedad y para eso dialogo constantemente con muchos elementos.
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