Fotos: Javier Naval.
¿Cómo te introduces en el universo del escritor uruguayo Gabriel Calderón?
A partir de conocer a Sergio Blanco, voy conociendo más de la autoría uruguaya y Calderón me produjo mucha curiosidad. Sergio y él son grandes amigos y ya me lo había recomendado, así que estando en Montevideo me compré una trilogía que me encantó, que incluía Uz: el pueblo, Or: tal vez la vida sea ridícula y Ex: que revienten los actores. Después conocí a Calderón y me pasó más obras, pero para mí Uz… se desbordaba de las demás.
¿Qué fue lo que te enganchó?
Por un lado, en la forma, es una comedia muy bien resuelta, excelentemente escrita y con un ritmo vertiginoso. Por otro, el desarrollo de los personajes y las temáticas que aborda. Es un texto realmente hilarante y salvaje.
En un país como España, todos conocemos a alguien que podría ser perfectamente habitante de Uz. Al leer el texto, ¿tenías alguna situación o personas en mente?
Por desgracia, hay suficientes ejemplos, no solo en España, y no solo con la religión católica, en los que podemos comprobar que el fanatismo lleva a la pérdida de la razón y es la puerta de entrada al terror. Yo he cortado algo de texto de la obra porque entendía que en el fondo no se habla sólo de una religión concreta, sino que toca a todas. Además, en Uruguay los espectadores reciben mejor que en España tanta referencia al catolicismo, no son tan cerrados al respecto.
Me sorprende en un país latinoamericano…
Sí, es un país que se sale un poco de la norma en ese sentido. Esto no quiere decir que la religión no esté presente, pero yo también soy una persona de fe y recibo la obra como una reflexión más general. Es que habla de fanatismo en muchos sentidos, también en el amoroso. Además, aborda otros temas como la invisibilidad y menosprecio del diferente con el personaje de la hija que tiene autismo. Nos habla de esa tendencia a pensar que todas las personas que tienen sentir y vivir de una manera concreta, de cómo no sabemos acercarnos a otras formas de entender y habitar el mundo, sino que buscamos que ellas sean las que cambien. Hemos hecho progresos, pero queda mucho camino por recorrer como sociedad.
Lo cierto es que lees el texto e ignoras completamente a ese personaje hasta que terminas la obra y realizas la reflexión.
Exactamente. Gabriel consigue criticarnos así, nos hace caer en lo mismo que hacen los personajes de la historia.
Dios habla con Grace, una mujer muy devota, y le dice que mate a uno de sus hijos: a su hijo mayor que es militar o a su hija, mucho más joven, que es la que tiene autismo. ¿Qué produce en ella esta petición?
Ella intenta que cambie de opinión, pero ahí es donde entra el fanatismo, y como él le habla y se lo ordena, pues cree que es su obligación obedecer. Calderón empieza así a hacer un escáner de los diferentes tipos de fanatismos donde el miedo siempre está presente. Grace teme más las consecuencias de no hacerlo que el atroz acto que tiene que realizar. Encima, Dios le dice que no puede contarlo, así que debe afrontarlo sola, teniendo incluso que apartar a su marido para que no se entrometa.
Alrededor de ella y de este propósito, aparte del marido que no entiende nada, vemos desfilar a una serie de personajes con los que nos vamos a partir de risa.
Sí, porque todos se comportan, o movidos por el miedo, o por el deseo. Están las vecinas que se quieren acostar con el marido o cualquiera que pase por allí; el hijo, que es un nazi narcisista y que no acepta su homosexualidad; el carnicero que teme por su hija, que está muy salida; el cura, que tiene una doble vida…
Y, aun así, ninguno llega a los niveles del marido, que interpreta Pepe Viyuela.
Es que lo suyo se sale del mapa. Es un fanático del amor y está dispuesto a todo cuando piensa que su esposa ya no le quiere. No se puede amar de esa manera tan enloquecida e irracional porque te pierdes a ti mismo. Está dispuesto hasta a cambiar de sexo si hace falta.
¿Tenías ganas de una comedia tan salvaje?
Es que nunca me he encontrado una que llegue a los niveles de esta y no he podido resistirme. Es que tiene humor de todos los colores, negro, blanco… y también comedia física que mezclamos con efectos especiales. No te puedes imaginar lo que nos estamos riendo en los ensayos, es un goce inmenso. Además, tenemos la suerte de contar con Pepe y Nuria Mencía (Grace) que los lanzas al abismo y caen de pie porque son espectaculares. Él porque hace fácil lo imposible y ella por la originalidad que tiene al abordar todo. Y no sólo ellos, todo el reparto está yendo a por todas, por eso quería contar con cómicos para llevar a cabo la obra.
Al principio lo comentabas: la obra es de un ritmo brutal. Si a esto se le suma lo medido que tiene que estar todo en la comedia, ¿cómo lo estás afrontando?
Es muy complicado, es como un juguete que en cuanto algo falla se descompone. Monté muy rápido porque necesitaba ver enseguida el todo para ajustar desde ahí. Es cierto que llevo años trabajando con este texto y al comenzar la tenía muy interiorizada, pero es un texto que no para, te va sorprendiendo a cada paso y tirando de ti a lo siguiente sin descanso.
¿Qué estética nos vamos a encontrar?
Una mezcla de muchas cosas, Uz es un pueblo que yo quería representar como una especie de La Casa de la Pradera que nos llevara a lo rural, pero fuera de España. Luego hemos mezclado cosas muy ochenteras, de pronto salen unos ‘crocs’… Mi obsesión era que luego todo encajara y fuera creíble.
Sigues apostando por autoría contemporánea en este período como directora del Teatro Español.
Es algo que tenía muy claro desde el principio: empecé con El salto de Darwin de Sergio Blanco y luego he hecho Las dos en punto de Esther Carrodeaguas, Despierta de Ana Rayo, Queen Lear de Juan Carlos Rubio y ahora ésta. Esta línea no es la más sencilla, sería más fácil ir a repertorio más clásico, pero es la que buscaba.
Marzo es un mes que en muchos ámbitos se hace un esfuerzo por visibilizar el trabajo de las mujeres. Y en muchos de ellos, ese trabajo por la igualdad parece que el resto del año ya no importa. Como gestora y directora del Teatro Español, ¿qué querías aportar en tu mandato en este aspecto?
Continuar con una labor de seguir apostando por creadoras. Ya lo hice también en la dirección del Festival de Almagro, siempre cada una y cada uno deberíamos trabajar porque haya un equilibrio. Es evidente que la creación no es democrática en este sentido, pero debes dar espacio y apoyo para que pueda surgir y exhibirse. Es que si no te pasan una bola, no puedes jugar al tenis, es así de sencillo. Y esto no puedes reflejarlo un mes al año, es como el teatro familiar, no puedes ponerlo solo en navidades. En ambos casos, durante toda la temporada estamos haciendo un esfuerzo porque tengan la presencia que deben tener dentro de la programación.
Has conseguido tus objetivos al frente de esta institución. ¿Qué te queda por llevar a cabo?
La entrega al proyecto ha sido muy grande, en muchos momentos sin días libres, pero también lo que me estoy llevando de la experiencia ha superado con creces las expectativas. Sé que estoy haciendo lo que creo que es mejor para esta casa, para tener una variedad, para dar cabida a lo diferente, para promover esa estética no violenta en la cultura que siempre busco. Ese es el camino que estoy recorriendo desde la gestión y desde las obras que pongo en pie. Siempre sientes que te quedan cosas por hacer, ahora estoy trabajando en conseguir dar al edificio en sí la relevancia que tiene como el teatro más antiguo de Europa. Este año se cumplen los 440 años desde su construcción y vamos a hacer un libro conmemorativo y una exposición. Quizás es el trabajo menos vistoso, pero eso no me importa, siempre en la gestión hay un trabajo de fontanería al que no llegan los focos que es imprescindible lleva a cabo.