Estamos asistiendo en los últimos años a una reivindicación de la figura de Manuel Chaves Nogales, periodista y escritor de la primera mitad del siglo XX, cuya obra fue silenciada durante décadas. ¿En qué momento lo descubres tú?
La publicación de su obra completa hace tres o cuatro años ha ayudado a que se le conceda la importancia que tiene dentro de nuestra literatura, especialmente la literatura vinculada al periodismo de la generación de la República. En mi caso, lo descubrí cuando leí, precisamente, El maestro Juan Martínez que estaba allí, creo recordar que fue hace más de 20 años, en una edición antigua. Cuando lo terminé, dije: “¡Pero qué es esta maravilla!”. Tuve la sensación de haber descubierto la tumba de Tutankamón. Es verdad que su nombre ya lo había oído alguna vez cuando se comentaba que el libro Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, escrito por él, era la mejor biografía que se había escrito en España. Sin embargo, hasta ese momento no había leído nada y pensé inmediatamente que en algún momento tendría que hacer algo con ese texto. Y, por fin, ha llegado ese momento.
Profundizaste más en su obra después del descubrimiento.
¡Claro! Luego he leído todo, cuando se publicó la obra completa me la fui a comprar inmediatamente y la he disfrutado enormemente. Es un prosista extraordinario que forma parte de toda una generación de escritores y periodistas de la República a los que no les hemos hecho especialmente caso nunca, entre los que está Josep Pla, por ejemplo. Son figuras realmente esenciales para entender una dimensión de la historia que luego se nos ha secuestrado. Y, además, poseían una calidad extraordinaria en el lenguaje.
Te iba a pedir que animaras a la gente a leerlo, pero ya estás dando muchas razones.
Realmente envidio a la gente que todavía no conozca a Manuel Chaves Nogales, porque tienen la opción de ir corriendo a su librería de referencia, comprárselo y disfrutar por primera vez de sus libros. Les aseguro que es una fiesta enorme de lenguaje, de cultura, de compromiso ideológico, de saberes… de todo realmente. Se van a enamorar de él. Y los que lo conocen, por favor, que sigan disfrutándolo, porque hay algunos autores que cuando te pica su virus ya no te abandona, y él es uno de ellos.
Dentro de su obra, ¿donde situarías a El maestro…?
Está escrita en 1934 y ya tiene una voz muy consciente de las herramientas literarias que pone en juego, pero al mismo tiempo es una voz que aún no ha asimilado en profundidad el camino hacia el que se está encaminando España. Esto le lleva a contar el abismo de Rusia como algo lejano, aunque luego lo va a vivir de cerca aquí. Por tanto, muchos aspectos que ya proliferan aquí, como una mirada ideológica, van a aparecer en su obra posterior.
¿Es una biografía de una persona real?
Realmente es una obra singular porque nunca sabremos si Juan Martínez existió o no. Siempre queda esa posibilidad de pensar que sólo es un personaje en el imaginario del autor. Él nos cuenta que es una entrevista que hace con Juan Martínez en París en los años 40. Básicamente, lo presenta así para luego narrarnos lo que le interesa, porque cuando analizas un poco en profundidad el texto te das cuenta de que quien está hablando es el mismo Chaves Nogales. Yo no digo que no exista una persona que fuera una inspiración para el protagonista, pero lo que importa es que el personaje es fascinante: es un bailarín nacido en Burgos, criado en la calle Leganitos de Madrid, que cuando estalla la I Guerra Mundial está bailando en Constantinopla y desde allí comienza un viaje que pasa por Bulgaria, Rumanía, Ucrania y Rusia, donde vive los años convulsos de la Revolución Rusa. En el libro narra una guerra civil que dura muchos años y vemos a las diferentes fuerzas que combaten: los rojos, los blancos, los negros, los verdes… retratando uno de los paisajes más terribles de la historia de la humanidad. Y en medio de todo esto está un bailarín flamenco intentando sobrevivir, junto a su esposa Sole, entre cabarets y teatros.
Apuestas por adaptar el libro con forma de monólogo. ¿Siempre lo viste así?
No lo tenía tan claro, lo que tenía ganas era de jugar teatralmente con este material. Que finalmente sea en este formato surge cuando un día me llama la productora Nadia Corral y me dice que ella y Miguel Rellán quieren hacer una obra conmigo y que les gustaría que fuese un monólogo. Me propusieron diversas opciones, pero yo les contrapongo este libro y les digo que a mí me encantaría hacerlo con Rellán en el papel de Juan Martínez, y les pareció una gran idea.
Si conoces al personaje, lo cierto es que puedes visualizar perfectamente a Rellán interpretándolo… y bordándolo.
¡Y todavía no has visto qué maravilloso bailaor flamenco es! En los ensayos lo hemos pasado genial, porque si hay alguien con curiosidad infinita y de conocimientos enormes sobre la escena, ese es Miguel. El personaje contiene tantos elementos que le identifican como plausible, como lógico, como verosímil, que realmente tengo la sensación de que ha encontrado un papel que le va como anillo al dedo. Juan Martínez alberga una ironía natural, pero al mismo tiempo expresa una tristeza profunda que Miguel sabe encarnar de una forma extraordinaria. Además, vamos a ver a un Rellán un poco distinto. Él ha enseñado muchas veces una parte de su instrumento actoral que está más cerca del intelectual comprometido y aquí es alguien que no deja de ser una figura del pueblo, un artista de variedades, y eso le permite poner en escena su gran sentido del humor, que es tan potente como su capacidad para encarnar cualquier papel.
¿Se podría decir que la comedia se genera por las rocambolescas situaciones que van viviendo Juan y Sole?
En la adaptación he intentado buscar esos elementos para que el espectador tenga realmente esa sensación de contraste entre el gran poder y peso de la historia y la capacidad casi inverosímil de supervivencia de estas dos personas.
¿Qué comparten esos elementos?
Son situaciones y momentos en los que el propio texto ya contenía cierta teatralidad, no quería que fuese un espectáculo duro que sólo se fijase en el retrato bélico y en los muertos, el hambre o el frío. He centrado la mirada en el personaje, en esta especie de Lazarillo de Tormes que es Juan, un superviviente que se adapta a todo lo que le va viniendo y que bebe de la gran tradición de la picaresca de nuestra literatura barroca. Buscábamos un espectáculo muy teatral que también albergara la dimensión histórica del libro.
¿Qué tiene Chaves Nogales para incomodar a tanta gente?
Es un escritor que describe la verdad y la verdad es dura. Tiene una forma de hacerte consciente de las cosas y lo hace de una forma admirable. En esta obra, por ejemplo, con la Revolución Rusa como telón de fondo, habla de la gratuidad de los muertos componiendo imágenes terribles, como en ese pasaje que habla de que un hombre cuando está muerto vale tanto como la calidad del abrigo, de la tela, de lo que le cubre… y lo compara con un zorro que al que le arrancas la piel. Es un viaje hacia las grandes tensiones del mundo entre los poderosos y los débiles. Es una tensión constante entre lo individual y lo colectivo. Nos muestra cómo la historia no se mueve atendiendo a las necesidades de las personas, sino que se mueve según las necesidades de los grandes grupos de presión política y económica. Para Chaves Nogales al final todos somos víctimas porque no está en nuestras manos poder decidir con nuestros votos los grandes cambios del mundo. Creo que es una reflexión profundamente útil para cualquier lector o espectador.
La crudeza con la que describe la guerra es otra de las características de su obra.
Lo hace con crudeza, pero también con una profunda humanidad. Le interesa más retratar el alma de sus personajes que no las dimensiones de las páginas del calendario de la historia.
No sé si un escritor que apuesta por mostrar la verdad con objetividad tendría mucho espacio en los medios de hoy en día.
Tampoco lo tuvo mucho en su momento. Fíjate que no es un hombre que estuviese reclamado por las grandes páginas periodísticas, fue un hombre que tuvo que escaparse y sobrevivir como pudo. Aunque es verdad que su literatura en su momento también tuvo unos lectores afines. En la actualidad, tú lo has dicho muy bien, no creo que lo tuviera fácil.
¿Qué es lo que te ha resultado más duro de dejar fuera en la adaptación?
Muchas cosas, incluso durante los ensayos me acordaba constantemente de lo que podría estar y dejé a un lado. El lector que haya leído la novela y venga a ver el espectáculo echará de menos cosas, como no puede ser de otra manera. Pero cuando uno hace una adaptación tiene que dejar cosas para que ser coherente con un hilo dramatúrgico. Yo he escogido un camino, lo hemos seguido, y pienso que el material funciona espléndidamente. Hemos intentado hacer un montaje que vaya alrededor de la hora y cuarto, que es lo que un monólogo debería durar. El que no conozca la novela, espero que le pique la curiosidad para ir a ella y disfrutar la historia completa.
¿Qué papel va a tener la música en relato vital?
No te puedo adelantar mucho, pero la música va a generar espacios dentro de la escena y va a permitirnos ciertas transiciones.
¿Cuál dirías que es tú objetivo al llevar esta historia a escena?
Sin duda, no es dar alguna clase de historia, sino intentar entender los mecanismos que nos aprisionan como seres humanos, entender que las cunetas de todo el mundo están llenas de cadáveres gratuitos y que esos cadáveres eran personas, con nombre y apellidos, con ilusiones y seres queridos. Creo que puede hacernos ser más solidarios cuando miramos lo que les pasa a otros y más responsables con nosotros mismos. También espero que nos dé cierta dimensión de coraje sobre cómo enfrentar nuestra propia vida delante de las adversidades. Detrás de las palabras de Chaves Nogales hay una historia de coraje vital de un hombre que intenta proteger a su mujer y sobrevivir. Una de las cosas que más me llamaron la atención del libro es que cuando hablan de muchos de los muertos acaban diciendo era un buen hombre, como si apostara por pensar que en el fondo la naturaleza humana es positiva, como en el pensamiento de Rousseau en el que dice que nacemos buenos y que es el destino y sobre todo las circunstancias sociales y políticas las que nos convierten en lobos.
Vienes encadenando monólogos en Don Ramón María del Valle-Inclán, El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar y En mitad de tanto fuego. ¿Qué te atrae de este tipo de propuestas?
Para ser precisos, justo acabo de estrenar hace unas semanas una versión de Fuenteovejuna en Montevideo, con la Comedia Nacional, y he trabajado con veinticuatro intérpretes (risas). Pero es verdad que últimamente he realizado varios monólogos seguidos y realmente es un género que en mi trayectoria no había visitado mucho. Realmente no es una decisión que sea por cuestiones de facilidad de producción, sino porque han ido surgiendo materiales que me interesaban y que me permitían explorar las fronteras internas del monólogo. Además, pienso no se parecen entre ellos. El que ahora presentamos se presenta de una manera muy singular porque estamos ante un hombre del mundo de las variedades, un artista flamenco, alguien que puede jugar con la palabra, el cuerpo, la dimensión del silencio y la dimensión de la música.
¿Para cuándo un monólogo de un personaje femenino?
Por mí, mañana mismo. Es algo que tengo pendiente porque, haciendo memoria, en los más de ciento treinta espectáculos no recuerdo haberlo hecho nunca. Así que por ganas no es.