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Villa y Marte, la ciencia ficción chulapa de Ron Lalá

«Aplicamos un zoom muy hacia afuera para vernos a nosotros mismos y hacer autocrítica»

 

A la compañía Ron Lalá se le ha quedado corto nuestro planeta, prueba de ello es Villa y Marte, el nuevo espectáculo con el que aterrizan en Teatros del Canal, una comedia que se toman al pie de la letra el dicho “De Madrid al cielo”, sacando el lado más castizo de la ciencia ficción.

Un viaje espacial ideado por Álvaro Tato y dirigido por Yayo Cáceres, donde descubriremos que hay un lugar llamado Martiz en el que, casualmente, sus habitantes son marcianos-chulapos que viven en un ambiente entre el sainete, la verbena y la zarzuela. Música, humor y ciencia ficción al más puro estilo ‘ronlalero’.

Conversamos con dos de sus protagonistas, Juan Cañas y Daniel Rovalher, sobre esta propuesta justo en los días en los que la calima invade la península, tiñendo el ambiente de rojo: «Esto del polvo rojo es parte de nuestra promo que se nos ido de las manos», bromean entre risas mientras nos adentramos en la propuesta más marciana de la compañía.

 

 

Viajar hasta el espacio exterior para mirarnos de cerca

 

Por José Antonio Alba

Foto de portada: David Ruiz

 

¿Cómo nace la idea de crear una comedia castiza y marciana?

Juan Cañas: Hacía unos cuantos años y espectáculos que nos apetecía meternos con este mundo del sainete. No queremos decir zarzuela porque el componente de cantantes líricos nosotros no lo tenemos, nosotros cantamos bien, a nivel usuario. Pero no va por ahí la propuesta. Teníamos ganas de meterle mano a todo ese género que viene de muy antiguo en el cual son los actores de reparto los que llevan adelante los números, con canciones vocalmente más desenfadadas. Que tienen más una intención dramática que lírica, nos gusta la idea y. además, mantiene la línea de todos estos anteriores espectáculos. Y el ingrediente que nos faltaba es cuando dijimos: “¿y si además es ciencia ficción y lo situamos en Marte?” Eso ya nos pareció fantástico.

 

¿Y cómo se conjuga el espíritu ‘Ronlalero’ con la ciencia ficción?

Daniel Rovalher: Es como cuando en Crimen y telón nos trasladamos en el tiempo. Cuando cambias de escenario, cuando te vas a algo utópico, aunque ya no tanto porque ahora cualquier cosa sucede (Risas)  Cuando te extrapolas a un espacio que aparentemente no conocemos o no es familiar, cualquier cosa como inasible, te da pie a poder hablar con más libertad y un sentido más artístico para hablar de la realidad, como es el caso de Madrid. ¿Por qué Marte? ¡Porque es el planeta más seguro en este momento! (Risas) Y porque todo venía dado como una marcianada y quizá por buscar una manera de vernos a nosotros mismos desde fuera. Esa capacidad de reírnos de nosotros mismos, como solemos hacer, aplicando un zoom muy hacia afuera y apoyándonos en una cosa que tampoco es tan irreal.  Aprovechando ese escenario también puedes hacer autocrítica, de la situación climática, de cómo está el mundo, cómo es el trato del ser humano en este globo en el que creemos que somos la panacea y resulta que no es así.

 

En el espíritu ‘Ronlalero’ siempre está el empeño por recuperar y mantener las tradiciones dándoles un giro muy personal, en este caso, ¿cuál ha sido? ¿qué habéis querido recuperar?

Juan Cañas: Aunque esto no tiene nada que ver con el teatro clásico del Siglo de Oro, no deja de ser un revisitar y ‘Ronlalizar’ un código y un lenguaje que es parte de nuestra herencia cultural. Tenemos aquí, en este país, un repertorio que es una maravilla, al que no le prestamos atención. Siempre tenemos puesto el foco en lo anglosajón. A mí me parece fantástico que exista esa influencia cultural con la que hemos crecido todos, pero no por ello tenemos que dejar de mirar a nuestra propia herencia que es un tesoro fantástico. No perder de vista eso, reivindicarlo, volver a traerlo al presente y darle esa vueltita ‘Ronlalera’, esa cañita de ritmo con humor, con esa mirada que utiliza el pasado para mirar al presente.

 

Los estilos musicales van desde el chotis al pasodoble, tocáis el sainete y el punto zarzuelero. Son estilos musicales y géneros teatrales muy concretos y que se dan muy poco en el teatro actual, ¿cómo ha sido trabajar sobre ellos?

Juan Cañas: Nosotros, intentamos no quedarnos pegados a los guiños y las características de un género musical que sea el esperable. Cuando hemos hecho algo del siglo XVII no hacemos música barroca, intentamos ampliar las posibilidades para que dramatúrgicamente, las puertas que se nos abran sean las máximas posibles. Por ejemplo, En algún lugar del Quijote nos salió muy Pink Floyd, con instrumentos más para hacer música electrónica y el resultado sumaba. Te lleva la cabeza a otro lado al que en principio tienes prejuzgado, tanto como artista como espectador. Con este hemos hecho lo mismo. Hemos visto mucha zarzuela, y hemos intentado sacar claves que nos pudieran servir y, a partir de ahí, hemos compuesto de manera más libre. Nos hemos centrado más en que tenga potencia dramática que el hecho de que, desde el punto de vista técnico, cumpla con este o con otro canon relacionado con la zarzuela. Y subrayando que no tiene intención lírica, cantamos lo mejor que podemos, pero no somos cantantes en ese sentido y no es el tipo de espectáculo que nos interesara hacer. Así que nos ha quedado una miscelánea de géneros que también tienen un toque bastante electrónico. Es la mejor manera, creemos nosotros, para despegar lo que proponemos de lo que esté preestablecido en el género. Hay todo tipo de teclados, de sonidos, tenemos a «Peri» -Miguel Magdalena- a los mandos, disparando efectos desde un ordenador, guitarras, midis, un montón de cacharrillos porque el toque de ciencia ficción nos lo permitía. Esa mezcla de melodías muy cantables y que sean reconocibles, y que sea dramáticamente interesante, que se vayan para otro lado, es lo que hace vayamos para otro lado.

 

 

Todo esto debe suponer un constante de investigación y aprendizaje, ¿no?

Juan Cañas: Creemos firmemente en la idea de la formación permanente. En el momento que piensas que ya lo tienes, es el momento en el que comienzas a hacerte viejo y a morirte. Por eso no paramos de trabajar, de leer, de documentarnos, de estudiar, de tocar, de ver cosas, creemos que ser artista es esto. Tienes que ser un gimnasta de tu disciplina toda tu vida; y si, como en nuestro caso, son varias las disciplinas, con más motivo. El paso por cada espectáculo a cada uno nos da un bagaje y un crecimiento.

 

El texto es de Álvaro Tato y la dirección de Yayo Cáceres, pero la creación es colectiva. ¿Cómo se construye un espectáculo como este entre todos los que sois?

Daniel Rovalher: Una vez que nace la idea y Álvaro consensua que vamos a tirar por ahí, cuando él nos traslada la idea, lo primero que hace es instruirnos y ayudarnos a entender ese mundo que él previamente tiene en la cabeza, nos ofrece una serie de documentación que a él le ha servido para escribir el texto. Él empieza a escribir y nos lo va enseñando, hacemos reuniones creativas donde vemos cómo se puede traducir en el escenario eso que está escrito. Obviamente, la opinión de Yayo es la última y la que más peso tiene. Y mientras se construye el texto, Álvaro lo va contrastando con nosotros para que después se traduzca en palabras, en versos, en ripios, en gags, canciones… y ahí es donde está la creación más colectiva. A los que somos compositores, nos va pidiendo musicar esas partes de letra que después va a ser una canción y, o nos repartimos el trabajo, o directamente hacemos un disparadero y lanzamos diferentes propuestas y se queda la que mejor funcione. Así es como vamos construyendo todo antes de meternos en el local de ensayo a montarlo.

 

Vosotros sois los ejes centrales de la trama, contadnos, ¿qué nos vamos a encontrar en escena?

Juan Cañas: Este Villa y Marte es una vuelta, un recuerdo de dónde venimos. Queremos olvidarnos un poco de las claves barrocas e irnos para otro lado más libre y más gamberro, con ese espíritu y bagaje de todos estos años. No es un espectáculo barroco, pero gran parte del texto está en verso y, como siempre, exquisitamente escrito por Álvaro, cuidando cada línea, cada palabra. Aunque todo parezca una coña, hay muchísimo trabajo y muchísimo interés en que nos quede el regalito envuelto con prolijidad. Hacía mucho tiempo que no nos salía un espectáculo con todos los caballos puestos en la comedia y la verdad que la gente parece que responde por ahí.

 

<i>Villa y Marte</i>, la ciencia ficción chulapa de Ron Lalá en Madrid
Escena de Villa y Marte de Ron Lalá. Foto de David Ruiz

 

¿Qué personajes interpretáis y con quiénes se encuentran?

Juan Cañas: Un capitán de la nave y su androide que somos nosotros dos. Somos los dos terrícolas que viajan a Marte.

Daniel Rovalher: Básicamente es una misión espacial de la Tierra a Marte.  Cuando llegan se encuentran con toda una población de marcianos-chulapos. Entre ellos está Marta que es la fémina, encarnada por Diego Morales, luego está Martín Colorado -Fran García-, que le tira los trastos a Marta, y luego hay un alguacil, Rogelio Rojo -Miguel Magdalena-, que es un policía con doble cara, una muy chunga, muy poco tolerante, pero tiene un desdoble que convierte al personaje en un tipo muy divertido, «Peri» tiene una línea dramática muy divertida. Es un personaje que canta, baila y ajusta cuentas.

Juan Cañas: Todo el espectáculo está lleno de nombres que son juegos de palabras con Marte, tenemos a Marta, tenemos a Martín, Martiz es la ciudad.

Daniel Rovalher: Hemos tirado de la toponimia para nombrar todo. A partir de ahí hay una historia de amor entre el astronauta y Marta y un desenlace que es donde radica todo, ese aspecto más crítico a la humanidad que hemos intentado plasmar y un giro final muy potente. En medio, intentamos entender cómo es aquello, cómo es ese Martiz con chotis, guirnaldas, farolillos y ambiente de verbena, donde hablan como los castizos de Madrid.

Juan Cañas: Y ellos tienen que intentar pasar desapercibidos, huir, disfrazarse, hacerse pasar por chulapos de allí… en fin, esto es lo que nos mete en esta idea de vodevil loco en el que hemos querido convertir el espectáculo. Una situación muy delirante que cada vez lo es más, muy ágil, muy rápida, y donde casi como espectador no tienes tiempo para pensar.

 

Para poder marcaros esta «marcianada», ¿de qué manera ha evolucionado Ron Lalá en todos estos años de existencia?

Juan Cañas: ¡Pues imagínate! Llevamos 25 años. Llevamos más de media vida con este proyecto. Después de esos primeros años que éramos un recital de poesía con música, dimos este giro de corte teatral con música. Esa fue en la época en la que conocimos a Yayo (Cáceres), entró Iñigo (Echevarría) y Dani (Rovalher) y conformamos el núcleo duro. Nuestra evolución ha sido una mezcla del propio paso del tiempo y del movimiento de la realidad que nos ha ido dando un montón de elementos sobre los que hablar. Creo que somos mejores actores y mejores músicos que hace años… ¡o eso espero! (risas).

Desde el punto estilístico, hubo un giro muy grande y un cambio muy concreto en el momento en el que iniciamos ese viaje hacia el teatro del Siglo de Oro, los tres primeros espectáculos habían sido de sketches de corte contemporáneo, con nuestras claves literarias y musicales, y a partir de 2012 con Siglo de Oro, siglo de ahora, surgió esta idea de aprovechar que tenemos capacidad para hacer espectáculos a la manera en la que se hacía en el Siglo de Oro, esta idea la tuvo Álvaro (Tato), nos pareció una idea fantástica, ahí entramos, el espectáculo fue un exitazo, y nos abrió las puertas de la CNTC, Helena Pimenta nos echó el ojo y vinieron tres colaboraciones que fueron En un lugar del Quijote, Cervantina y Andanzas y entremeses de Juan Rana. Para mucha gente somos una compañía de teatro clásico, y es porque esto fue lo que nos hizo dar el salto, tuvo una repercusión muy grande. Viajamos mucho por el extranjero. Fue un salto de calidad y de crecimiento artístico. Salvo Crimen y telón que nos fuimos al género negro, del thriller, todos los espectáculos han sido con las claves del género.

 

Aunque esta vez abandonáis la tierra para situar la acción en Marte, ¿no habéis temido en algún momento que la propuesta pueda llegar a ser demasiado localista y que haya alguien que diga aquello de: “Es que siempre tiene que girar todo en torno a Madrid”?

Juan Cañas: Esto que planteas es una de las dudas que hemos tenido en cuenta al meternos de cabeza a la propuesta. Hemos pasado por lugares parecidos otras veces. Por ejemplo, hemos creado el rincón flamenco en otro de nuestros espectáculos ¡y vete luego a Andalucía! (Risas), o hemos llegado a tocar un tango en Buenos Aires. Nuestra visión del teatro del Siglo de Oro tan irreverente y con esa mirada moderna, ha estado en los festivales de teatro clásico de más renombre. Hemos pasado siempre airosos esas pruebas porque el foco no está puesto en que necesariamente tengas que entender esas claves. En este caso hacemos mucha parodia de los tópicos madrileños, pero intentamos enfocar las cosas desde un lugar universal. Intentamos sacar el espectáculo de todo ese terreno localista que te pueda dejar fuera como público. Lo mismo nos pasaba con el teatro Siglo de Oro, siempre hemos querido despegarnos de los academicismos y de lo intelectual, no por ello dejarlo vacío de contenido, todo lo contrario, queremos que el espectáculo esté lleno de la mayor cantidad de capas posibles, pero que si tú, por ejemplo, no has leído ni una sola palabra del Siglo de Oro, no sea algo que te deje fuera del planteamiento. Como público tienes que llegar, sentarte y pasártelo fenomenal, flipar, emocionarte, o lo que te apetezca hacer. Que además conoces todos los referentes y giros que planteamos, ¡mejor! Pero no es condición sine qua non. Si de primeras no te diviertes, si hace falta que tengas un bagaje intelectual o cultural para entrar en el código del espectáculo, sería fallido. En este caso pasa igual, si hace falta que seas madrileño o conocer Madrid para entrar en el espectáculo, creo que nos estamos equivocando. Hemos intentado hacer siempre una cosa mucho más inclusiva, que tenga el tono y las claves de la parodia, pero de lo más universal.

Daniel Rovalher: De hecho, tengo más dudas de cómo caerá en Madrid que cómo ha caído fuera. Con esa cosa que tienen en Castilla de “Madrid, la capital del reino”, se partían la caja. Al fin y al cabo, el tratamiento del espectáculo es muy de mofa. No es que nos riamos del madrileño, pero sí lo tratamos con sentido del humor. De hecho, el espectáculo comienza con una voz en off que dice al público, en clave cómica, que no les tengan en cuenta que son de Madrid y la gente ahí ya entra. Lo que más cuesta es reírte de ti mismo, reírte del de al lado es más fácil. Pero hacer la risa cuando tú eres el protagonista del chiste…

 

Yo creo que es un gran momento para la comedia. Necesitamos una válvula de escape que nos haga descongestionar todo esta situación que estamos viviendo de dos años para acá que no nos da tregua.

Daniel Rovalher: Es verdad, se nota que el resorte se rompe antes. El público vuelve a estar con una necesidad de estar despierto y con una necesidad de pasarlo bien. de quitarnos presión, de descomprimir, de reírte con el de al lado, pasarlo bien.

 

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