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Víctimas de la homofobia

“La homofobia es un disparador para hablar de la violencia en un sentido más amplio”

 

En 1592, Christopher Marlowe escribió una obra teatral sobre el monarca inglés Eduardo II (que reinó desde 1307 hasta 1327). Su punto de partida es la llegada de Gaveston (amante del rey) del exilio, desatando la ira de los nobles. Éstos, en compañía de la reina Isabel de Francia, urdirán un plan para destronar al monarca.

Esta obra emblemática de la literatura inglesa sirve a Víctor Barahona para escribir y dirigir su propia versión de ese clásico: El mar inundará mi país (Eduardo II), un montaje contemporáneo en el que reflexiona sobre la violencia sufrida por los homosexuales, protagonizado por Alberto Barahona, Sonia Galán, Aida Mercadal y Fran Vélez. Pudo verse en febrero en DT Espacio Escénico y formó parte del Festival ClassicOFF de Nave 73 y ahora, con el inicio de la temporada 22-23, regresa nuevamente a DT Espacio Escénico . Con motivo de este regreso a la cartelera recuperamos la charla que mantuvimos con el creador de este montaje

 

Víctor Barahona y la rabia colectiva

 

 

Por Sergio Díaz

 

¿Quiénes fueron Eduardo II y Gaveston?

Eduardo II fue el rey de Inglaterra durante los años 1307 y 1327. Piers Gaveston fue uno de sus favoritos, al que concedió títulos nobiliarios y un poder inusitado para una persona de su clase. La Historia nunca ha sido muy explícita con la naturaleza de su relación, aunque todo apunta a que, efectivamente, fueron amantes. La obra de Christopher Marlowe titulada originalmente El problemático reinado y la lamentable muerte de Eduardo II, rey de Inglaterra, y la trágica caída del orgulloso Mortimer (estrenada en 1592) ofrece una lectura bastante clara de este hecho.

 

 

¿Cómo llegas a la historia de este rey? ¿Es a través del libro de Marlowe?

Realmente, la primera vez que fui consciente de la existencia de este texto de Marlowe fue hojeando una publicación interesantísima de la Academia de las Artes Escénicas de España titulada Homosexualidad y teatro en España y escrita por Antonio Castro. Era el verano de 2020 y me compré un volumen que recoge el teatro completo de Marlowe. Era un autor bastante desconocido para mí, solamente conocía ligeramente su tragedia sobre Fausto. Empecé a leer ese texto sobre Eduardo II y guardé la idea de versionarlo algún día. En ese momento estaba a punto de estrenar Usar tu cráneo como vaso, una versión de La señorita Julia, pero siempre voy guardando ideas para futuras producciones. Cuando se publicó la convocatoria de DT Espacio Escénico para determinar su programación de 2021-2022, pensé que era un buen momento para dar luz a esta historia sobre Eduardo II que rondaba en mi cabeza.

 

¿Cómo es la mirada contemporánea con la que has abordado el texto? ¿Hay muchas diferencias con el original?

Es una mirada muy personal. Quiero poner de relieve aquellos aspectos de la obra que más me conmueven y que conectan conmigo. Eso es en sí mismo contemporáneo. Tengo claro que, si otros creadores abordasen este texto, pondrían quizás el foco en otro aspecto. Eso es, para mí, lo interesante de revisitar los clásicos. No creo que estos textos tengan una verdad absoluta que desentrañar, sino que cada artista ofrece una mirada genuina. Por otra parte, creo que la propuesta conecta con lo contemporáneo gracias al lenguaje escénico que utilizamos. Creo que la convivencia entre disciplinas o códigos caracteriza al teatro de nuestros días. Combinamos escenas esencialmente textuales o musicales con otras donde el peso recae exclusivamente en la imagen, proponiendo acciones más cercanas a lo performativo. Me encanta pensar en mis obras como una especie de collage.

 

¿Qué nos vamos a encontrar en este montaje? ¿Os centráis en la historia de Eduardo II o hacéis también un recorrido por diversos capítulos de sufrimiento que han padecido personas LGTBIQ+ a lo largo de la historia?

Aunque Eduardo II y el texto de Marlowe son los protagonistas, también hemos buceado en las aportaciones de otros artistas, desde Bertolt Brecht hasta Derek Jarman. También, por supuesto, lo que se conoce de la historia real. Nos interesa contraponer los sucesos históricos con la mirada que sobre ellos han ido dando los diferentes creadores. En relación con el recorrido histórico sobre el que me preguntas, cabe destacar que mencionamos a otros personajes que tuvieron relaciones homosexuales y que, como Eduardo II, fueron maltratados de alguna u otra manera por la política de su tiempo o por la sociedad en su conjunto. Marlowe menciona en su obra a referentes previos a Eduardo como el mitológico Hércules, Alejandro Magno o Sócrates. Nos parece, por tanto, que tiene sentido que hoy nosotros sumemos a otros como Hans Christian Andersen, Oscar Wilde, Federico García Lorca, Alan Turing o Matthew Shepard, entre otros. También me apetecía hacerles algo así como un pequeño homenaje.

 

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Háblanos un poco de los cuatro intérpretes de este montaje, Alberto Barahona, Sonia Galán, Aida Mercadal y Fran Vélez. ¿A qué personajes van a dar vida?

Uno de los directores con los que me he formado, Carlos Tuñón, siempre recomienda trabajar con gente que te quiere. Sé que los cuatro me quieren y yo a ellos/as. Me emociona su implicación con aquello que propongo; confían plenamente en mí y solo puedo estar agradecido. No es la primera vez que trabajamos juntos y, en estos años, nos hemos ido conociendo a un nivel muy profundo. Nos entendemos trabajando y eso es un lujo. En cuanto a los personajes que interpretan, Alberto Barahona es el rey Eduardo y Fran Vélez interpreta a sus dos amantes más destacados, Gaveston y Hugh Despenser (al que Marlowe llama Spenser en su obra). Sonia Galán y Aida Mercadal, por su parte, dan vida a diversos personajes de la obra, destacando su interpretación de la reina Isabel de Francia, la esposa de Eduardo. He querido que esta reina fuese interpretada por dos actrices distintas, pues es una manera de representar las dos imágenes que sobre ella se daba en la época; pasó de ser considerada la mujer más bella de Europa (entendiendo la belleza más allá de su físico) a ser llamada ‘la loba de Francia’, por conspirar para destronar a su marido. Esa evolución es fruto del rechazo que sufre, es fácil que la violencia desencadene más violencia. Creemos, por tanto, que (aunque no sea homosexual) Isabel de Francia también es víctima de la homofobia.

 

¿Cómo eres como director? ¿Cómo te gusta trabajar con los intérpretes, es un trabajo más coral y abierto o les das las directrices de una manera más acotada?

Es una mezcla de ambas cosas. Soy muy obsesivo cuando estoy en un proceso de creación y, como no paro de pensar en ello, propongo muchísimas ideas en la sala de ensayos que he imaginado previamente. Pero también doy espacio para las propuestas de los intérpretes; suelo emplear las primeras semanas de los procesos para buscar un código e investigar en él. Es ahí donde los actores y actrices proponen acciones, imágenes, maneras de abordar el texto, etcétera, que luego siempre aparecen más o menos explícitamente en el montaje.

 

 

«Los delitos de odio están aumentando y eso me produce rabia, incomprensión y también miedo»

 

 

También eres el dramaturgo. ¿Escribir este texto es un grito de rabia personal ante la difícil situación que atravesamos con respecto a la tolerancia y la diversidad?

Los delitos de odio están aumentando y conocer los datos y, sobre todo, los casos concretos me produce rabia, incomprensión y también miedo. Escribir siempre es una manera de gritar, intentando que las emociones personales lleguen al resto. No puedo borrar, igualmente, aunque suene naíf, la ilusión sincera de que las cosas realmente pueden cambiar. El problema es que no sé cuál es el camino más efectivo para ello y una de las vías que planteo en este texto puede ser un poco desesperanzadora. El odio es algo así como un mar inmenso que, con su fuerza, puede acabar inundándonos a todxs.

 

No pretendes hacer pedagogía con esta obra, pero ¿qué impronta quieres dejar en el espectador con ella?

Creo que las propuestas teatrales no pueden dar la espalda al contexto en el que se van a representar. Vamos a estrenar en DT Espacio Escénico y, lo más probable, es que nuestro recorrido con la obra continúe siendo el off. ¿Esto qué quiere decir? Que lo más previsible es que todos los espectadores que acudan a ver la propuesta tengan el mismo pensamiento sobre la homofobia que nosotros. Por tanto, aunque quisiésemos, tampoco podríamos hacer pedagogía. Tampoco tendría sentido, desde mi punto de vista, que la propuesta fuese solo una reafirmación de lo que ya pensamos. Personalmente, he pretendido cuestionarme a mí mismo en el proceso. La homofobia es un disparador para hablar de la violencia en un sentido más amplio y, en última instancia, me pregunto si esa violencia puede llegar a ser útil. Hay otras cuestiones transversales que también pueden conflictuar al espectador al igual que me conflictúan a mí. Por ejemplo: ¿idealizamos a las víctimas? Tengo realmente muchas ganas de que nuestro trabajo se encuentre con el público, para ver qué otras preguntas aparecen.

 

Siguen siendo casos muy aislados, pero poco a poco vemos más personajes LGTBIQ en cargos de relevancia política. ¿Ves en un futuro un presidente o presidenta del Gobierno LGTBIQ+ aquí es España? ¿Lo aceptaríamos como sociedad?

Sí, pero no sé cuánto de cercano será ese futuro. Creo que hoy la mayoría de la población sí lo aceptaría, pero habría una minoría que haría mucho ruido. También creo que los ataques de sus rivales políticos tendrían un componente más personal, demostrando una LGTBIfobia muy interiorizada. Igualmente, creo que sería muy necesario y, a pesar del ruido, abriría un camino muy interesante para la aceptación. A veces no está de más que la política vaya un paso por delante de la sociedad. Se demostró con la aprobación en España del matrimonio igualitario, que salió adelante en 2005 a pesar de las muchísimas críticas. Con el tiempo, esta normalización se tradujo en una mayor aceptación por parte de la sociedad, tal y como aseguran muchas organizaciones del colectivo.

 

¿Por qué crees que corremos el riesgo de banalizar los delitos de odio?

Me resulta conflictivo responder a cómo abordar ciertas problemáticas desde la escena… No sería ético, desde mi punto de vista, sobrepasar la fina línea que separa la oportunidad del oportunismo. Ahí residiría quizás la banalización. Igualmente, asumo que es difícil y, por eso, los creadores no deberíamos dejar de prestar atención a esta alerta.

 

 

«No me entra en la cabeza que pueda haber gente que cuestione la violencia machista»

 

 

Hay un partido homófobo al que estamos subvencionando con dinero público y que según parece, pronto ocupará aún más cuota de poder. ¿Ves aún más comprometidos los derechos del colectivo LGTBIQ+ en un futuro?

La verdad es que me da bastante miedo, he de reconocerlo. Al final, lo que este partido ha conseguido es que se abran debates que parecían estar superados. Es muy evidente, por ejemplo, con la violencia machista. No me entra en la cabeza cómo puede haber hoy una parte de la sociedad que haya empezado a cuestionar su existencia. No sé si es posible que esta situación se traduzca en un retroceso en cuanto a las leyes que amparen al colectivo; pero sí me da vértigo el caldo de cultivo que se genera en la sociedad. Si cierto poder aprueba con sus declaraciones el machismo, el racismo o la LGTBIfobia, nuestra convivencia puede hacerse cada vez más difícil.

 

¿Cómo ves la relevancia del movimiento LGTBIQ en la cultura en estos días?

Me parece interesante que haya una nueva generación de creadorxs que estén convirtiendo, por así decirlo, en mainstream, productos culturales protagonizados por personajes LGTBIQ. Tenemos que seguir trabajando para que estas historias salgan de los márgenes, pues son un paso más en la necesaria normalización y una valiosa herramienta para que adolescentes del colectivo puedan encontrar referentes. Hace poco leía que, según recoge el Observatorio de la Diversidad en los Medios Audiovisuales, en el terreno de la ficción audiovisual, los personajes LGBTIQ+ suponen el 8,1%. Cabe decir que las lesbianas siguen estando infrarrepresentadas; por no hablar de las personas no binarias, las asexuales o intersexuales, sin representación.

 

La jabonería es tu compañía. ¿Quiénes la formáis? ¿Cuáles son las líneas maestras que la definen?

La jabonería es un proyecto personal propio con el que pretendo seguir investigando mi propia poética como creador. Me interesa, por ejemplo, buscar nuevas formas de comunicar la palabra y que conviva en igual importancia con el movimiento, la plástica escénica y el sonido. A los proyectos de La jabonería se suman personas que trabajan asiduamente conmigo. Además de los cuatro intérpretes ya mencionados, existen creadores de otros campos como Jose Muñoz (iluminador) o Eider Esnaola (cantante, compositora, directora musical) que complementan mi mirada desde otros lenguajes. Tengo la suerte de rodearme de gente muy inteligente, sensible y comprometida. Nada de lo que yo sueño para la escena sería realizable sin su participación.

 

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¿Qué tipo de teatro queréis llevar a cabo?

En la actualidad, me interesa especialmente acercarme a textos de repertorio e investigar cómo resuenan en nuestra sociedad de hoy. Sin embargo, no estoy cerrado a trabajar textos inéditos que surjan de la creación colectiva en el proceso de ensayos. Todo se andará…

 

Por último, ante tanta injusticia, tanta sinrazón, tanta mente cerril, ¿es el momento de dejar de ser políticamente correctos?

Pues esa es una de las preguntas que me he hecho, y me sigo haciendo, durante el proceso de creación de El mar inundará mi país (Eduardo II). Sí creo que, ante un ataque feroz, es normal que se despierte la rabia, el rencor, la sed de venganza… No hay duda de que todos esos sentimientos se alejan de lo políticamente correcto, pero ¿qué debemos hacemos con ellos?, ¿cómo los canalizamos?, ¿pueden llegar a ser útiles? Me encantaría poder responder, pero me temo que, de momento, no soy capaz.

 

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