Nuestro titular no viene a inventar nada, es una mera reproducción de la mejor y más utilizada definición de esta zarzuela de un acto y cinco cuadros con música de Vicente Lleó y un libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios. Precisamente, estos dos últimos autores ya la definieron en su estreno, en 1910 en el Teatro Eslava de Madrid, como “opereta bíblica”, a lo que sumó casi automáticamente el adjetivo “sicalíptica” -término acuñado en el argot teatral y literario español de la primera mitad del siglo XX- para describir su tono pícaro, sensual, erótico y obsceno. Todo un éxito entre el público hasta su casi desaparición con la llegada de la censura de la Dictadura franquista -conviene aclarar cuál porque en la de Primo de Rivera se mantuvo en cartel e, incluso, fue más ‘explícita’-, recobró su popularidad tras la adaptación cinematográfica de 1985 dirigida por José Luis García Sánchez y protagonizada por Ana Belén y Antonio Banderas para, en las últimas décadas, convertirse en un título recurrente en las tablas con diversas producciones a sus espaldas.

Una de las más aplaudidas es, sin duda, la realizada en 2012 por el Teatro Arriaga, en coproducción con el Teatro Campoamor y Teatros del Canal, con dirección escénica de Emilio Sagi, escenografía de Daniel Bianco, vestuario de Gabriela Salaberri, iluminación de Eduardo Bravo y coreografía de Nuria Castejón. Este mes, el Teatro de la Zarzuela nos brinda una nueva oportunidad de disfrutarla con la dirección musical de Carlos Aragón y un elenco compuesto por por María Rey-Joly, Jorge Rodríguez-Norton, Luis Cansino, Enric Martínez-Castignani, Enrique Viana, María Rodríguez, Annya Pinto, Amparo Navarro, Amelia Font, Leticia Rodríguez, Ramiro Maturana, José Manuel Díaz, Jesús García Gallera y Rafael S. Lobeto.

 

 

EL CASTO JOSÉ

El Maestro Carlos Aragón –que ya participó en la producción allá en el estreno de este montaje y en alguna de sus reposiciones– volverá a impartir su sabiduría en el género al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del teatro), de un reparto de campanillas en lo lírico y en lo actoral, y del siempre notable Coro Titular del Teatro de la Zarzuela dirigido por el Maestro Antonio Fauró.

El reparto, se mire por donde se mire, no tiene desperdicio alguno: es de lujo para esta “opereta bíblica” en un acto y cinco cuadros que narra las peripecias de José (interpretado por el tenor Jorge Rodríguez-Norton), hijo predilecto de Jacob, sus hermanos, enriqueciendo el significado del término “cainita”, lo venden como esclavo a los egipcios. El desdichado joven acaba en casa de Putifar (a quien da vida el barítono Ramiro Maturana) que padece una severa disfunción eréctil para desesperación de su ardiente esposa Lota (que encarna la soprano María Rey-Joly). Los intentos de calmar esos ardores con el joven esclavo pondrán en peligro que éste pueda seguir llamándose “el casto José” sin faltar a la verdad. Con estos antecedentes se comprenderá por qué la censura franquista prohibió durante cuatro décadas la representación de la obra. El reparto lo completan el barítono Luis Cansino y el barítono-bajo Enric Martínez-Castignani (como el gran Faraón), el tenor Enrique Viana (con su personalísima Sul), la mezzosoprano María Rodríguez (cumpliendo como Reina), las también sopranos Annya Pinto, Amparo Navarro, Amelia Font y Leticia Rodríguez (Raquel, Ra, Sel y Ta respectivamente), el barítono José Manuel Díaz (que hace las veces del Gran Sacerdote) y el actor-cantante Jesús García Gallera y el acróbata Rafael S. Lobeto (en los papeles de Selhá y Seti).

Con todos ellos comparten escenario seis bilarines. En cuanto al equipo artístico, además de Sagi y Aragón, lo integran el escenógrafo Daniel Bianco, la figurinista Gabriela Salaverri, el iluminador Eduardo Bravo y la coreógrafa Nuria Castejón, que también ejerce de ayudante de dirección de escena.

 

 

LA CORTE COMO REFERENTE

Desde su estreno en 1910, La corte de Faraón se ha convertido, como apunta el experto Manuel Lagos, en «el referente de un tipo de teatro frívolo, de humor inigualable, que contiene la dosis justa de voluptuosidad y crítica para reconciliar al ser humano con su vida, y cuya partitura musical ha quedado grabada en el subconsciente colectivo de los países hispanohablantes2. Un título este con el que, en palabras de Lagos, podemos descubrir cómo una opereta bíblica transformó buena parte de nuestro teatro musical con sexo, política y religión. Hoy, como explica Emilio Sagi, La corte de Faraón que presentamos es de 2012, pero «me gusta retomarla cada cierto tiempo porque es una de mis favoritas: divertida, llena de humor y energía positiva, con abundantes diálogos cargados de ironía y crítica social, además de sensualidad y sexualidad».

 

 

La partitura y el libreto -este en la versión adaptada por Sagi y Viana- «logran un equilibrio perfecto para el disfrute tanto de quienes hacen el espectáculo como de quienes lo contemplan». En esta misma línea, el director musical, Carlos Aragón, destaca que «vamos a disfrutar y a hacer disfrutar a quienes vengan a verla». Explica que, aunque la música de Lleó representa el final de una época, la Belle Epoque, nos resulta «fresca, divertida y muy espontánea». A pesar de su toque claramente decadente, «su encanto reside en el ritmo español que salpica los cuplés y el garrotín».

 

 

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