María Simón: "Yo siempre he querido hacer reír y dejar de frustrarme por no encajar en ciertos moldes"
María Simón es una de las fundadoras de Malkoa Teatro, una compañía creada en 2017 cuyo motor de creación es el humor.
La creadora alicantina es la intérprete y autora, junto a Gerard Clúa, de dos obras que llevan ya varias temporadas llenando La Escalera de Jacob. Putos 30 y Sex o no sex son dos grandes éxitos teatrales que intentan romper con muchos dogmas y tabúes establecidos alrededor de lo que se tiene que hacer a determinada edad y sobre cómo hay que vivir el sexo.
¿De dónde le viene el amor por las Artes Escénicas a María Simón?
Me viene de casa, de mi familia, de las historias que se inventaba mi padre en el coche, de las lecturas, de mi abuela llevándome al teatro cada mes desde que tengo 12 años, de ver Cinco horas con Mario en primera fila, llorando con Lola Herrera mientras mis padres me miraban emocionados, de poner la tele en ‘mute’ durante los anuncios y jugar a inventar historias con mis primas, de los juegos de acentos con mi padre mientras llamábamos a Telepizza… Viene de una infancia llena de libertad, donde siempre me dejaron jugar sin límites.
Te has formado en la Escuela de Cristina Rota. ¿Cómo viviste ese periodo de aprendizaje y qué enseñanza que aprendiste allí llevas siempre contigo?
Primero estudié en la ESAD de Murcia y luego me vine a Madrid a estudiar en la Escuela de Cristina Rota. Ambas escuelas me enseñaron a amar y respetar el escenario. En Rota aprendí sobre la mirada, sobre observar más que actuar. Pero, sobre todo, en La Katarsis del Tomatazo encontré un espacio de juego, donde podía crear personajes locos y reírme de mí misma sin filtro. Esa libertad fue una herramienta que me permitió volar… y pasármelo de puta madre.
Después de ese periodo formativo y tras trabajar en diferentes montajes, decides fundar, junto a otrxs compañerxs, Malkoa Teatro. ¿Cuál fue el objetivo de tener compañía propia tan joven? ¿Veías que era la mejor salida para dar visibilidad a tus trabajos?
El contraste al terminar la escuela fue brutal, porque sales de un lugar donde no paras de trabajar y, de repente, en el ‘mundo real’, todo se detiene. Así que un grupo de locxs decidimos montar una compañía para seguir creando, para no esperar eternamente a que alguien nos eligiera. Porque esta profesión, aunque preciosa, tiene mucho de espera. Yo solo quería hacer reír y dejar de frustrarme por no encajar en ciertos moldes. Como dice Buenafuente, “reír es la única salida”, y para mí, siempre ha sido refugio.
¿Qué tipo de teatro queréis llevar a cabo con ella? ¿Qué lenguajes queréis explorar?
Nos interesa la risa como puerta de entrada. Cuando el público se ríe sin parar, se relaja, y justo ahí podemos soltar algo que le toque el alma. Nos gusta explorar esa línea fina entre la risa y el llanto. Risa y llanto unidos… como la vida misma.
Llevas unos años de gran éxito en la cartelera con dos obras muy personales: Putos 30 y Sex o no sex. ¿Qué balance haces de estos años mostrando estos dos trabajos?
El mayor aprendizaje es que no estamos solas. Que muchas veces pensamos lo mismo, nos paralizan los mismos miedos. Reírnos de lo que duele y ver que alguien, en la oscuridad del patio de butacas, se siente identificado, eso es mágico. He recibido mucho cariño, gente que me ha dicho: “Has contado mi historia” o “Me duele la cara de tanto reírme”. Esos comentarios hacen muy feliz a mi niña interior.
Entiendo que Putos 30 nace de una ‘crisis’ asociada a cumplir años. ¿Qué cosas despertaron en ti la necesidad de compartir ese momento vital?
No tanto de una crisis propia, sino de escuchar constantemente a mi alrededor frases hechas sobre cómo ‘debería ser’ cumplir 30. Me encontraba sin trabajo y me decían que era demasiado cómica para mi edad. Así nació Putos 30, como una forma de responder a todo eso.
Dentro del tono cómico en el que está envuelta, ¿Putos 30 es una reivindicación sobre muchos problemas asociados a las mujeres que han estado silenciados durante mucho tiempo: la presión de conseguir pareja, la maternidad, la presión social por el físico…? ¿Pretende ser también un retrato generacional?
Totalmente. La obra habla de la presión de tener pareja, hijos, un cuerpo ‘ideal’, una carrera ‘exitosa’… Todo lo que se espera de nosotras cuando cruzamos cierta edad. Pero tener 30 no implica tenerlo todo claro o saber qué hacer. Putos 30 grita todo eso.
Siendo adolescente, la gente mayor de nuestro entorno nos decía con cierta condescendencia: “Ya verás, ya”. ¿Qué errores que pensabas que no ibas a cometer has cometido sin remedio? ¿La leche de avena es uno de ellos?
¡Todos! He caído en todas las trampas. Y sí, tomo leche de avena. Me sienta genial, la otra me da peditos (risas).
Llevas 5 años con la obra. ¿Cómo ha cambiado en todo este tiempo?
La obra ha crecido conmigo. Empezamos en verano con dos funciones a la semana llenitas de publico y toda la compañía llorando de emoción. Luego vino la pandemia, giras, apagones, salas grandes, pequeñas… He recibido abrazos de desconocidos dándome las gracias, y también críticas duras. Pero me quedo con la risa compartida y con quienes me han dicho: “Gracias por hacerme reír de algo que no había podido antes”.
¿Y cómo has cambiado tú? ¿Ya lo tienes todo superado?
Pues no sé si puedo decir superado pero cada vez que subo al escenario y me río de mí misma, es una batalla ganada a esa María que aún se juzga. No sé si lo tengo superado, pero al menos lo afronto con humor.
¿La sororidad ayuda a llevar mejor estas crisis vitales o al final hay que comérselo sola?
Ayuda mucho. Saber que no estás sola, que otra mujer también lo siente, te relaja. Te sientes acompañada.
¿No sientes que con esta obra les haces un spoiler de la leche a lxs que tienen veintitantos?
Sí (risas), pero bueno, creo que un poquito de ayuda en el camino tenebroso nunca viene mal.
Tras levantar Putos 30 te embarcaste en Sex o no sex. ¿De dónde nace la necesidad de hablar de sexo sobre un escenario?
Nace de la necesidad de hablar de nuestra educación sexual, que sabemos más del otro que de nosotras mismas. Que el coño y hablar del coño ha venido para quedarse.
¿Qué tabúes desmontas con esta obra?
Hablamos del cuerpo, del placer, de tocarnos, de decir que no, de conocernos, de que explorar está bien y que es muy necesario hacerlo.
¿Es el autoconocimiento la puerta de entrada al placer?
Sí, sí, sí y mil veces sí.
Cuando sales a escena y sientes la energía del público asistente a esa función, en ese instante, aunque trabajes con un texto predeterminado ¿te permites jugar más o menos? ¿Gestionas la ‘temperatura’ de la sala para generar una atmosfera determinada?
Siempre, es algo que sucede en cada función. El público es un personaje más, son parte del barrio, de la historia. Hay que leer la energía y adaptarte, porque sin ellos, no hay función.
Ambos montajes están dirigidos por Gerard Clúa. ¿Por qué elegiste trabajar con él y qué aporta su mirada a tus textos?
Porque los textos los creamos juntos. Improvisamos, jugamos, debatimos. Trabajar con Gerard es una fiesta. Es mi hermano payaso, y eso es muy bello.
Has girado mucho con ambas obras. ¿La gente se ríe de las mismas cosas en todos los sitios o cambian los códigos según dónde la muestres?
Pues cuando estuvimos en Latinoamérica pensaba que iba a tener problemas con que se entendiera porque había muchos comentarios muy castizos pero luego me di cuenta que no, porque es un lenguaje universal y que puede ser que no conozcan Usera o Mercadona o Alicante pero sí de no entrar en la talla 38 de un pantalón, en perder la virginidad, o conocer a alguien… eso se entiende.
Siempre ha existido la idea de que la comedia es un género con menos reconocimiento que los textos dramáticos. ¿Lo sientes así?
Parece que hacer llorar es más profundo que hacer reír, pero están más unidas de lo que parece. A veces, una carcajada te atraviesa más que un drama. He tenido funciones híper bonitas que nos lo hemos pasado genial y he acabado llorando yo y el público.
¿Cómo ves la salud de la escena teatral independiente madrileña?
La escena independiente está llena de vida, de talento y de ganas… pero también está agotada. Porque hay muchísimo arte que quiere trabajar y no puede, porque no todas las historias llegan a los grandes escenarios ni a las alfombras rojas. Hay actores, actrices, directorxs y técnicxs brillantes dándolo todo en salas pequeñas, autofinanciándose, haciendo malabares para pagar el alquiler y seguir creando. Lo difícil no es solo hacer teatro, es mantenerse en él. Que te den la oportunidad de seguir, que el público venga, que te programen. Y por eso lo digo claro: id al teatro, venid a vernos, apoyad a la escena que no siempre tiene focos encima. Porque el arte no vive del aire y hay mucha gente talentosa currándoselo sin red. La cultura independiente es resistencia, pero también debería poder ser estabilidad.
¿El año que viene seguirás con estas dos obras en cartelera o tienes en mente levantar otros proyectos?
Seguiremos con ambas en la cartelera mientras el público quiera que estén, pero ya estamos preparando un tercer montaje, otra locura con Gerard. Ojalá nos dé tantas alegrías como las anteriores.
Sin ánimo de joderte la vida, porque aún te queda un tiempo, pero se acercan los 40… ¿Habrá un Putos 40?
Pues creo que si, y un putos 50 y un putos 60 y puto funeral también (risas).
¿La conclusión de todo esto y de estos dos trabajos tan personales es que al final hay que hacer lo que a cada una le salga del papo?
Haz lo que te salga de la vagina, coño, almeja, conejo, chirla, ostra, mejillón, pezuña de camello, chocho de toda la vida… pero haz aquello que te haga feliz.
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