Poner en marcha una versión teatral sobre un texto de Neil LaBute siempre se agradece. Con el texto del dramaturgo norteamericano ya tienes la mitad del trabajo hecho (al menos para mí, que me encanta ese afilado bisturí que usa en cada frase para diseccionar el alma humana), la otra mitad consiste en acertar con la producción que tienes en la cabeza.

<i>Una cuestión de formas</i>, LaBute en estado puro en MadridCalibán Teatro, con Elda García Posada (versión) y Andrés Rus (dirección), afronta en Una cuestión de formas una nueva propuesta sobre este texto que se estrenó como obra teatral en 2001 en Londres y dos años después ya pudimos ver la película (que en España se llamó Por amor al Arte), y que contaba con el mismo reparto en ambos casos, con Rachel Weisz y Paul Rudd al frente. Para Rus, «la obra parece una comedia ligera y de trama convencional. Pero no lo es. Parece una historia de amor. Pero no lo es. Sus personajes parecen gente normal. Pero no lo son. Y es que todo gira en torno al universo de las apariencias y la impostura. Sus punzantes diálogos fluyen con una extraña inocencia y un perverso naturalismo cercano a Pinter, Mamet o James; pero lo que Neil LaBute construye a partir de ellos, dentro de una inflexible estructura de diez escenas, no es otra cosa que un crudo y devastador retrato de la sociedad moderna y una sátira negrísima del mundo actual, en el que el interés, los sentimientos efímeros, la deslealtad y la falta de compromiso rigen de manera cruel las relaciones humanas».

«Traducir a LaBute es un arma de doble filo -comenta Elda García Posada sobre el reto de versionar este texto de LaBute-. Supone enfrentarse a un estilo engañosamente sencillo, por su acusado coloquialismo, y descubrir que bajo esa capa de verbo fresco y en apariencia inofensivo yace una profusión lingüística que plantea enormes retos. Al igual que David Mamet, LaBute hace del lenguaje el elemento central del desarrollo dramático, lo cual supone un extra de responsabilidad para quien ha de verterlo a otro idioma. Un lenguaje que no solo es espejo de su tiempo por el léxico y los referentes culturales utilizados, sino por su ritmo. Un ritmo vívido en el que los personajes “se pisan” constantemente y cuya levedad esconde (y, a la postre, acentúa) las demoledoras conclusiones sobre la condición humana a las que llegan todas las obras del dramaturgo. Recrear ese peculiar ritmo —con el hándicap de no contar con la musicalidad inherente al inglés— sin caer en la banalidad o perder peso teatral, es uno de los grandes desafíos para el traductor. Otro es el de reflejar la universalidad y profundidad de los temas que toca, respetando la idiosincrasia tan típicamente americana que rezuman sus textos. Nos encontramos, en este sentido, con varios interrogantes».

 

UNA COMEDIA CORROSIVA

Esther Acebo, Bernabé Fernández, Lluvia Rojo y Chema Coloma son los protagonistas aquí de esta comedia nada amable en la que conocemos a Adam, un chico algo aburrido y anodino, que trabaja en sus ratos libres como vigilante de un museo en una pequeña ciudad universitaria. Un día conoce a Evelyn, una atractiva, temperamental y transgresora estudiante de Arte entregada en cuerpo y alma a preparar el proyecto final para su tesis. Ambos inician una intensa relación amorosa que revoluciona el convencional mundo de Adam (que estará dispuesto a cambiar cualquier rasgo de su persona por ella). Sin embargo, su transformación física y emocional no tardará en afectar a su amistad con Jenny y Philip y en dar lugar a consecuencias inesperadas para todos.

 

<i>Una cuestión de formas</i>, LaBute en estado puro en Madrid

 

LaBute nos ofrece una corrosiva y polémica reflexión sobre los límites del arte contemporáneo, sobre lo que puede ser considerado Arte y lo que no, pero todo hilado a través de una compleja red de afectos y desafectos, mostrando la realidad que se esconde en las relaciones afectivas y de pareja, bien provistas, en muchas ocasiones, de reproches, manipulaciones y desencanto. Una sátira bastante negra de cómo los seres humanos funcionamos a base de impulsos, intereses y falta de compromiso que nos sumerge, una y otra vez, en una espiral de ambiciones egoístas nunca satisfechas cuyo final es una vida llena de cosas materiales, pero vacía de contenido.

 

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