Mi compañero José Antonio Alba había acudido ya a un ensayo de esta obra hace unos meses. Él tenía información de primera mano para poder abarcar mejor una entrevista con Rulo Pardo. Pero le pedí por favor que me dejara a mí hablar con él. Yo me he encontrado con Rulo alguna vez, en algún estreno, en nuestros premios…, pero nunca habíamos cruzado una palabra. Sin embargo, cada vez que yo le veía en la tele, siempre le señalaba y decía: "Mira, ese es Rulo", como si fuera mi colega de toda la vida. Lo mismo hacía con Santiago Molero.
Juntos, Rulo y Santi, formaron Producciones Sexpeare, una compañía que marcó a toda una generación que hacía cola día sí y día también en el Teatro Alfil para ver sus ya míticos espectáculos: H, Sexpearemente, For Sale o Qué pelo más guay (quizá la obra que yo más veces haya ido a ver al teatro).
Sexpeare, una compañía que este año cumple 30 años, sigue funcionando, aunque ya sólo con Rulo Pardo al frente, pero sigue creando espectáculos como Ronejo o Polar, por mencionar los dos últimos.
Ahora, Rulo Pardo estrena una nueva propuesta que podrá verse en La Sala Mirador, Teo encadenado, una tragedia quijotesca que quiere ser una bocanada de esperanza para tiempos oscuros.
Mi padre era carnicero y yo he trabajado con él muchos años. Eso es algo que tenemos en común, ¿no?
Sí, yo también estuve trabajando en una carnicería algún tiempo, de hecho trabajaba allí cuando hice las pruebas de Arte Dramático. Yo era muy mal estudiante, me quedaban dos asignaturas todavía para acabar EGB. Por aquel entonces, en 1994, en la RESAD cogían a personas mayores de 20 años con el requisito de que tuvieran terminada la EGB, así que yo ese verano me puse a estudiar para sacarme las dos asignaturas que me quedaban: ciencias naturales y matemáticas, para poder presentarme a las pruebas de la RESAD y saber cómo eran ese tipo de pruebas. Yo sólo iba a a probar suerte y resulta que me cogieron a la primera.
¿Y recuerdas qué hiciste para pasar esa prueba?
Sí, lo recuerdo perfectamente. Era una situación como la que vive Billy Elliott en la película, por eso cuando veo esa película me emociono muchísimo. Lo primero era enfrentarte a una entrevista y si la pasabas tenías que hacer un monólogo. Yo pasé a una sala y había un tribunal y estaban todos sentados enfrente de mí. Yo ahí sentado en la silla y no me hacían ni caso, estaban hablando como de sus cosas. Entonces yo me levanté, me puse a pasear, a mirar por la ventana… y ya por fin me dicen: «oiga, ¿qué hace?», y yo dije: «no sé, ¿qué hacen ustedes?, que estoy aquí nervioso y ni caso». Entonces ya me entrevistaron, y les conté sobre el teatro amateur que había hecho hasta ese momento y luego me preguntaron si yo tenía alguna particularidad, y yo dije: «pues yo es que yo cuento historias muy raras» (risas), y me dijeron: «¿Nos cuentas una». Y yo me lancé a contarles una historia. En ese tribunal estaba Antonio Malonda, un afamado profesor de teatro (y fundador de Bululú 2120), y yo dije: «le voy a contar la historia a este señor, porque se lo voy a contar así como muy cerquita». Y me puse al lado de él, pero muy cerca, y le conté una historieta en su cara, y el resto del tribunal me miraban con una cara de extrañados que flipas (risas).
El caso es que al poco me llamaron y me dijeron que había conseguido un 5,5, con lo que había pasado la primera prueba y tocaba prepararse el monólogo. Y yo decidí hacer el monólogo de Segismundo de La vida es sueño, y cuando llegué aquí el día de las pruebas todo el mundo alrededor me decía que dónde iba con otro Segismundo, que el tribunal estaría harto de ver ese monólogo, pero yo tiré para adelante, pero se me quedó eso en la cabeza, de que habrían visto ya muchas versiones. Y sí que recuerdo que a mitad de prueba me pidieron hacer el monólogo como cruzando un río, como si hubiera piedras. Entonces yo lo hice y en una de estas perdí el equilibrio y me caí, y como soy muy rápido y muy listo, que menos mal porque eso me ha salvado en la vida, me levanté y me quité toda la ropa quedándome desnudo delante de todo el tribunal. Y ellos me dicen: «¿qué hace?», y yo les dije: «es que me he mojado» (risas), y ya terminé el monólogo en pelotas. Y ahí saqué un 10, lo que compensó el 5,5 de la historia que le conté a Malonda y pude entrar en la RESAD.
¿La vena artística te venía de familia?
Mi padre hizo teatro teatro amateur con un grupo que había en mi pueblo, Villena, y yo recuerdo de chico, pues ir y mirarle hacer sus obras. Y mi madre también cantaba en un coro, pero más allá de eso no ha habido mucha vena artística en mi familia, la verdad.
¿Y de dónde te viene ese imaginario que tienes tú tan particular y que plasmas en tus obras?
Pues no lo sé, yo creo que es una cosa muy intuitiva. Yo no soy de estos dramaturgos que piensan que van a escribir sobre un tema concreto, y entonces se documentan y cuando se han documentado por completo se sientan a escribir. Yo empiezo a vomitar y lo voy sacando todo del tirón. Hay veces que he visto críticas de mis obras, y leyendo he dicho: «es verdad, si es que estoy hablando de eso». Yo sé lo que vibra dentro de mí, qué es lo que voy plasmando en el papel, y luego va tomando forma con el trabajo posterior, pero hay muchas veces que la dimensión de las cosas yo tampoco las veo, las ven otros, que es algo que a mí me parece fascinante. Por ejemplo, con Teo encadenado, la nueva obra que presento, sucedió que me llamó Rubén Cano, el director del montaje, para decirme que quería trabajar conmigo. Acababa de terminar la pandemia, yo estaba en un momento personal complicado, acababa de hacer Ronejo, una obra que no funcionó muy bien y que fue algo me jodió bastante la verdad… y por todo eso yo estaba en un momento de vomitar, vomitar y vomitar. Así que le dije a Rubén: «mira, tengo 40 páginas de Word escritas y que no he leído, te las mando, que es lo único que tengo reciente porque ahora mismo soy este». Y cuando lo leyó, él me dijo que todo ese imaginario le recordaba mucho a Prometeo encadenado. Él me dio una visión un poco más periférica a la historia, y yo también lo empecé a entender desde ahí. Con esto te quiero explicar que toda mi escritura nace de algo muy íntimo, muy muy intuitivo y muy mío. Sí que es verdad que tengo una visión del mundo muy particular, a mí me gusta mucho lo feo, las cosas que le parecen raras a todo el mundo a mí me parecen muy guays.
¿Y eso que comentas de que tú no eres consciente de la dimensión de las cosas te pasa también con la carrera de Sexpeare? Lleváis 30 años y no sé si sabes que has sido un referente para mucha gente.
Sí, sí sé que Sexpeare ha sido referente para mucha gente y es muy bonito. Yo, como Rulo Pardo, es verdad que no tanto, pero como siempre tengo tantas cosas que hacer tampoco me paro a pensar demasiado en esas cosas o en lo que yo debería merecer, no, no estoy en eso. Pero sí sé que como compañía Sexpeare es un referente, y porque creo que conseguimos una cosa muy bonita, muy chula, que es muy difícil conseguir hoy en día, que fue hacer compañía, hacer industria de lo tuyo, montar una productora, montar una S. L., conseguir trabajadores que trabajen para ti, vivir de eso, tener un sueldo… eso es complicadísimo y de eso sí me siento orgulloso.
Pero a nivel personal también estás un poco ahí, ya hay gente que te llama para trabajar contigo y ver qué tienes que ofrecer porque confían en tu dramaturgia.
Sí, también, eso es verdad y me hace sentir muy bien. Por esa parte tienes razón y es algo magnífico que la gente confíe en mi escritura.
Ya lo has mencionado, pero háblame más en profundidad de tu último proyecto: Teo encadenado.
Pues este proyecto está siendo una cosa bien hermosa, bien bonita, porque lo primero que nos ha ocurrido es que hemos tenido tiempo para trabajarlo, para entenderlo. Llevamos tres años trabajando. Y una vez que quedó asentada esa historia del mito de Prometeo, en realidad la obra es una visión mía sobre el mundo. Con lo cual no es que estemos haciendo un trabajo sobre Prometeo y los dioses, no, la obra va de un tipo que se llama Teo, que vive en un bajo y tiene una perrita con él, al igual que Prometeo tenía un águila. Una perrita a la que da vida la maravillosa Raquel Villarejo. Prometeo fue la persona que enseñó el fuego a los humanos y Teo viene a los humanos a decirles que son luz, que aunque el mundo sea una locura ahora mismo, no debemos olvidar que cada ser humano es luz. Entonces, la metáfora con el mito está hecha. A Teo le van a desahuciar de su casa. Fuerza y Violencia son los personajes que ataron a Prometeo a la roca. Aquí Fuerza y Violencia son la policía, que con las porras, la fuerza y la violencia, vienen a de sacar a Teo de su casa. Teo se ha encadenado a una lavadora, que es el símbolo de mis pertenencias, aferrarme a mis cosas para que no me saquen de aquí. Así que está toda la metáfora, un poco unida.
Esta obra es un viaje poético y hermoso en un desahucio. Es lo más parecido a La vida es bella, de Roberto Benigni que te vas a encontrar. Son reflexiones sobre la humanidad, reflexiones sobre el teatro, reflexiones sobre el amor, sobre lo qué está pasando en el mundo, sobre por qué nos empeñamos en plantar banderas por todos lados cuando una bandera no deja de ser algo que nos constriñe. Es una frontera en sí misma.
Yo sé que es una obra complicada de explicar, que puede ser difícil de vender en general, algo que ya me ha dicho mi distribuidor, que ya me ha dejado caer que va a ser una complicada de vender por ayuntamientos y ciudades porque me dice que es la obra más política que he hecho.
¿Es la más política que has hecho? Porque yo creo que todos tus textos lo son, aunque dentro de una envoltura de humor preciosa.
A ver, casi todas las obras que he hecho son, de alguna manera, políticas. Ronejo era política, Polar era política, Sexpeare era política, y Teo encadenado es muy política. Sólo por meter la palabra desahucio en el texto ya lo politiza todo y al meter esa palabra ya se complica el hecho de que determinados ayuntamientos la quieran programar. A lo que me refiero con político es eso, que estoy metiendo la palabra desahucio y que me mojo en muchos temas actuales como pueden ser el problema de la vivienda, la gentrificación, los políticos que nos rodean… estoy verbalizando muchas cosas acerca de cómo yo veo el mundo en la actualidad y lo está diciendo un personaje que soy yo sobre el escenario, no lo he escrito para que lo interprete otro.
Decís que para adentrarse en el mundo de Teo es necesario mirar un poco desde lejos para comprender ese mensaje. ¿Desde dónde hay que mirar?
Lo primero que habría que hacer es dejar de mirarse tanto el ombligo y habría que tomar algo de perspectiva, con algo de distancia a lo mejor se descubren más cosas. Y también, no hay que tratar de hilar la historia, hay que dejarse llevar una vez te sientas en el patio de butacas porque es una función que pasa por muchos lugares emocionales distintos.
¿Sigues creyendo en esa esperanza, en esa luz del ser humano que mencionabas antes?
Sí, claro, sino no escribiría lo que escribo. En todo este tiempo estamos asistiendo a un mundo que se va a la mierda en muchos aspectos y, al final, me ha parecido necesario ofrecer esta obra como una especie de luz que pueda alumbrar algo el camino, o como ese fuego que nos haga reunirnos alrededor de una hoguera.
¿De qué manera Teo es un canto al ser libre?
Sí, eso lo puse yo en el dossier, es una frase mía. Me salen frases guays así como de camiseta cuando estoy escribiendo y luego me toca explicarlas cuando me las preguntáis (risas). Teo ya está en el final de un lugar, ya no tiene nada que perder y quizá se lo puede permitir. Ahora mismo es muy difícil ser libre, estamos encadenados por muchas cosas y cuando ya lo tienes todo perdido y has decidido que vas a hacer algo es como tener una especie de cheque en blanco para poder decir y hacer lo que quieras. Y Teo está en ese lugar, y en esa situación en la que está, en ese tránsito desde que toma la decisión hasta que la lleva a cabo es cuando es libre.
Igual que el sentido del humor es una seña de identidad en tus trabajos, también lo es la ternura, ¿no?
A mí me gusta mucho emocionarme con las historias, con las canciones, con todo. No me ha gustado nunca lo gratuito, como el humor gratuito, no digo que esté mal, que yo también disfruto con una comedia comercial facilonga, me refiero a la hora de crear, siempre intento que haya algo de profundidad también. Quizá tenga que ver con el lugar en el que he crecido y las cosas que he vivido. Yo nací en 1974 en Villena, provincia de Alicante, que en aquel momento era un pueblo pueblo. Yo soy homosexual y en aquel momento no tenía ningún referente de nada y he tenido que buscarme siempre la vida como he podido, para salir adelante y para entender y comprender ciertas cosas. Yo soy bastante anarquista y participo en acciones sociales para ayudar a los demás desde siempre cuando puedo. Me acuerdo que le comentaba a mi madre una cosa: «Mamá, he soñado con mi casa ideal varias veces y, al final, aún siendo un sueño que lo puedo dibujar como quiera, siempre acabo haciendo obra». Es una tontería, pero implica que en el mejor de mis sueños me veo trabajando, porque no puedo estar sin trabajar, he mamado eso también. He estudiado lengua de signos, soy actor, homosexual… siempre he estado del lado de los perdedores, siempre ha habido en mí una especie de pelea interna para llegar a determinado sitio, por eso la ternura y el amor siempre van a estar en lo que yo cuento.
Por eso no haces nunca personajes ganadores…
No, la verdad es que no. Yo vengo de una familia de clase media tirando a baja. Mis padres han tenido que currar siempre mucho. Mi madre hacía zapatos en mi casa mientras nos criaba. Yo, de pequeño, con 5 ó 6 años ya le ayudaba en lo que podía, por eso el trabajo siempre ha estado presente en mi vida, siempre hemos tenido que trabajar para conseguir las cosas. Por lo tanto, si yo tengo que escribir y tengo que crear personajes los creo desde lo mío. Mis personajes son perdedores, como dices, pero perdedores retratados desde un prisma bonito, si es que eso existe.
¿La humanidad ha resultado ser un mal invento para el ser humano?
Completamente. Y eso es algo que muchos han descubierto con la pandemia. A partir de la pandemia ya vimos que no íbamos a salir mejores de ahí, al revés. En general, el ser humano tiene mucha maldad. Es verdad que hay gente que nos empeñamos en darle la vuelta a eso y tratamos de aportar cosas positivas, pero en general yo veo mucha maldad en las personas. Siempre queremos tener la razón y estar por encima del otro. Existe un dicho que dice que si yo vivo con tres vacas y tú vives con tres vacas vivimos los dos genial, pero si tú, además de las tres vacas consigues una cabra, yo empiezo a vivir mal (risas). Pues eso, así somos desde el principio de los tiempos, pero siempre hay lugar para la esperanza.
¿Somos para darse cuenta?
Sí, absolutamente. Tenemos que darnos cuenta que ya estar en el mundo en el que nos movemos ya es suficiente. Estamos inmersos en una rueda perversa de tener que llegar a un lugar, de tener que conseguir, de tener que llegar a ser… algo que es demencial. De hecho, hay mucha gente que cuando se para siente ansiedad, muchísima ansiedad. En esta sociedad en la que vivimos hay lugares en los que tú pagas por estar en silencio, esos retiros de desconexión, lo cual es muy loco que hayamos llegado a esas cotas.
Lo de somos para darnos cuenta es que ya estar aquí ya es un valor, ya tener 50 años es un valor y, sobre todo, en un lugar de privilegio como es este, que en muchos otros rincones del planeta las condiciones son muy distintas y muy complicadas. Así que, a pesar de muchas cosas que suceden alrededor nuestro no nos gustan, somos unos privilegiados, por eso tenemos que darnos cuenta de que estar ya aquí es un valor y que hemos perdido esa perspectiva y no hacemos más que llenarnos de complementos para ir tapando huecos.
¿Y qué pintan Marlon Brando y Lola Flores en todo esto?
Pues eso fue más una cosa de Rubén. Al surgir este paralelismo con el mito de Prometeo tenemos a Zeus, el principal y más grande de los dioses, hablando con Prometeo. Y en la humanidad actual, el mito más grande que tenemos sería Superman, y Marlon Brando hacía de su padre en la película. De ahí sacamos el paralelismo. Y Lola Flores porque es la más grande, nuestra diosa (risas).
En la obra también decís que no puedes no saber cuál es tu palabra favorita. ¿Cuál es la tuya?
Pues es longaniza, te lo juro (risas). Es una palabra que uso mucho, no sé por qué, me parece muy contundente y muy sonora. De hecho, tuve un grupo con Fele Martínez que tocábamos rock y nos íbamos a hacer giras por ahí y la primera canción que nos salió se llamaba Longanizamiento. Es la palabra más guay que conozco (risas).
En Sexpearemente, una obra vuestra de 2013, ya os quejabais de que la cultura no ocupaba el lugar que merecía en este país. Estamos en 2025…
Si hiciéramos esa obra otra vez estaría exactamente igual. La he vuelto a revisar hace poco, porque a veces nos la piden desde los institutos y cosas así, y llamé a Santi (Santiago Molero) y le dije: «es bestial esta función. Todo lo que estamos contando en esta función se está repitiendo constantemente. La crisis está exactamente igual». Es un poco trágico y es una pena, pero es una obra que no se ha quedado vieja, al revés, sigue de actualidad.
Ahora que mencionas a Santiago, ¿hay posibilidad de volver a veros creando juntos como Sexpeare?
Pues no sé si actuando juntos como Sexpeare, la verdad. Santiago y yo hemos coincidido actuando juntos en La comedia de los errores y ha sido chulísimo. De hecho, mucha gente que venía a ver la obra al Teatro La Latina nos decía que era muy guay vernos a los dos juntos de nuevo.
Al final entre Santi y yo pasó lo que tenía que ocurrir, no pasó nada que fuera demasiado complejo. Llevábamos 23 años juntos, nos hacemos mayores y cada uno va evolucionando hacia otro lugar o necesita cambiar hacia otro lugar. Y surgen proyectos interesantes que necesitan una energía que a lo mejor no puedes dedicar a otras cosas. Ya te digo que fue algo muy lógico, otra cosa es que fuera triste, que también lo fue. Rinconete y Cortadillo fue la última obra que hicimos juntos como Sexpeare, un proyecto con Salva Bolta y Alberto Conejero. En esa obra eran dos cómicos que los entierran y uno de ellos va desapareciendo y el que desaparecía era Santiago, y yo le decía: «Quédate conmigo». Así que fue muy poético todo ese final y muy triste, claro. Y toda la gira la hicimos con esto encima, con lo cual las últimas funciones las hicimos sin mirarnos. No podíamos cruzar las miradas de la tristeza que nos daba. ¿Qué pasa? Pues que el cariño siempre está y nosotros nos queremos mucho. Y ahora trabajando en La comedia de los errores lo hemos disfrutado mucho. De hecho, yo tengo una cosita ahí que ya le dije que quería que la protagonizara él. Así que trabajar juntos sí, pero volver a hacer lo que hacíamos no, porque tampoco tiene sentido. Lo tuvo en su momento y lo disfrutamos mucho. Pero ahora ya la vida va por otro lado.
Revista GODOT es una revista independiente especializada en información sobre artes escénicas de Madrid, gratuita y que se distribuye en espacios escénicos, además de otros puntos de interés turístico y de ocio de la capital.