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Un viaje a la Oceanía de Gerardo Vera

“Oceanía tenía un sentido muy especial para Gerardo porque tenía algo de cierre de ciclo vital”

 

El estreno de Oceanía, espectáculo que llega a Naves del Español del 3 de marzo al 24 de abril, supone el broche a una serie de proyectos teatrales que Gerardo Vera tenía en cartera y que no pudo ver realizados: Macbeth, Para acabar con Eddy, y ahora el más personal de todos, este Oceanía. El compromiso de sus compañeros y amigos han hecho que finalmente se hayan podido realizar; entre ellos, José Luis Arellano en la dirección, Carlos Hipólito sobre el escenario y, por supuesto, José Luis Collado terminando de rematar este texto creado junto al propio Vera, nos regalan un paseo muy personal por su infancia y adolescencia, en el que descubriremos la relación con su padre, su despertar personal y un retrato, entre el gris y el technicolor, a la España de la posguerra.

Una tarde cualquiera nos damos cita con José Luis Collado en el Café Central, un lugar al que, según nos cuenta el propio Collado, solía acudir Gerardo para atender sus citas periodísticas. Qué mejor lugar para poder viajar hasta esas antípodas y qué mejor compañía para conversar sobre el amor, el teatro y el recuerdo.

 

Eterno Gerardo

 

 

Por José Antonio Alba

Foto de portada: David Ruano

 

Este es un proyecto que iniciasteis Gerardo y tú, ¿cómo nace la idea de llevar Oceanía al teatro?

El origen es peculiar. Gerardo en el verano de 2019, de repente, se puso a escribir. Lo de escribir nunca se le ha dado bien, de hecho, cualquier cosa de textos que tenía que hacer, siempre me lo pasaba a mí. Entonces, se puso a escribir, casi compulsivamente, como era él, levantándose tempranísimo para ponerse a escribir. Sintió la necesidad de contar su infancia y su juventud. Al principio sin idea de nada, pero conforme se iban acumulando páginas, la idea fue una novela. Escribió como unas 350 páginas a lo largo de los meses. Cuando lo terminó, me lo dejo leer a mí, le dije que como novela no tenía mucho sentido porque habría que reescribirla entera, por orden, progresión. Era todo muy caótico, como era Gerardo. Pero de ahí decidimos sacar este monólogo, surgió todo el material que escogimos de lo que nos interesaba contar.

 

 

José Luis Arellano, director del montaje, dice que Oceanía es un ajuste de cuentas, desde el amor, de Gerardo con su padre. ¿De qué manera se plasma esto en la función? ¿Qué episodios nos vamos a encontrar?

Para Gerardo era un proyecto muy muy especial. Yo a veces he dicho, y no creo que exagere, que es el proyecto más especial de toda su vida. Porque es una historia autobiográfica, no te digo que es la historia de su vida, porque no lo es. No es un repaso a su trayectoria artística, pero sí es una historia que bebe directamente de su vida. Básicamente es la historia de la relación de un padre y un hijo en un momento histórico concreto, en una circunstancia peculiar. La historia de su familia es bastante poco habitual. La familia paterna de Gerardo era gente de mucho dinero, era una familia que lo tenía todo y, de repente, su padre se lo jugó a las cartas. De la noche a la mañana se encontraron con que eran una familia muy rica, con criadas, caballos, ganadería y molinos, a venirse a Madrid a un piso prestado a dormir en un colchón en el suelo. Eso marcó mucho la relación del hijo con el padre, esa relación con ese padre que era como un dios y que, de repente, se convirtió en un demonio alcohólico. Con el tiempo y los años, y conforme ese niño fue haciéndose adulto, y convirtiéndose en el Gerardo que fuimos conociendo todos, esa relación fue evolucionando. Al final, una penitencia con una serie de enfermedades, hace cambiar la perspectiva del padre y se da cuenta de lo que ha hecho con su familia y siente la necesidad de pedirles perdón. Esa es la historia, la del reencuentro del hijo con su padre, de ese perdón del hijo hacia el padre. Esa es la historia humana que hay tras el espectáculo. Está muy basada en la historia de Gerardo, pero va mucho más allá del Gerardo Vera director de teatro y cine. También cuenta más cosas, cuenta su primer amor, su despertar a la política, pero la historia de fondo, la importante es la relación de un hijo con un padre.

 

 

De alguna manera también es un repaso a nuestra historia más reciente.

Sí, es verdad que ese momento histórico que le tocó vivir a Gerardo cuando era muy pequeño también tiene sus peculiaridades y es muy interesante. Funciona muy bien en el escenario el contar esa época de la posguerra desde un punto de vista de un niño peculiar que tenía una pasión muy grande por el cine. Hay una serie de elementos muy pintorescos de su infancia, como las fachadas de los grandes cines de la Gran Vía o que tenía un amigo proyeccionista, en plan Cinema Paradiso, que le colaba en la cabina de proyecciones para ver películas que no podía ver por la edad y que le regalaba los programas de mano, que yo todavía tengo… Ese mundo del cine y el ‘technicolor’ él lo contrapone siempre con la España gris de esa época y el franquismo. Es lo que a él le abrió la mente y le mostró que existía una realidad diferente a la que tenía en torno a su propia vida.

Pero la carambola más marciana de todo esto fue que en Torrelaguna se rodó Orgullo y pasión con Frank Sinatra, Cary Grant y Sophia Loren, los tres actores se quedaban en su casa porque era la mejor del pueblo. Gerardo tenía 9 o 10 años y lo vivió de primerísima mano. Cuenta la impresión que le causaron los ojos de Sophia Loren, que parecía de otro mundo, cómo se maquillaba en su habitación y se ponía unas pestañas postizas que estaban hechas de espinas de pescado. Eso vino probablemente a espolear aún más esa inquietud por ese mundo de las películas y el cine en general.

 

¿Cuál es el significado de Oceanía dentro del espectáculo?

Contaba Gerardo que ese título llevaba mucho tiempo en danza, llegó a escribir una especie de tratamiento para un guion de cine que ya se llamaba Oceanía. Básicamente es porque, cuando él era pequeño, le gustaban mucho los mapas y se aprendía las capitales del mundo y las repetía como un papagayo. Y cuenta que le atraía mucho Oceanía porque era justo el otro extremo del planeta, y era lo más lejano a esa realidad gris que a él no le gustaba.

En una escena del espectáculo él cuenta que cuando era muy jovencito, adolescente, en sus primeros contactos en su habitación con la intimidad “poco ortodoxa”, estaba con un amigo suyo que era un poco mayor y cuando terminó de hacer lo que estuviesen haciendo, había una mancha justo en Oceanía, a donde había estado mirando Gerardo antes y, esa mancha “que luego se secaría y se teñiría de ocre”, como dice el texto, se convirtió en una especie de símbolo del momento clave en su evolución hacia el mundo de los adultos. Un camino que iba a ser más complicado de lo que él pensaba y según se dice en el texto: “iba a ser mucho más duro que cualquier viaje a la lejana Oceanía”.

Yo creo que cualquier vea el espectáculo le va a resultar interesante porque no es la vida de Gerardo ni es un recuento de su trayectoria profesional. Es la historia de un niño y su familia que al final lo que nos cuenta es extensible y extrapolable a cualquier persona de cualquier sensibilidad, es la magia de Oceanía. Este momento concreto de la vida de Gerardo, esos años de niñez y adolescencia, su época de juventud, reflejan muy bien un momento histórico y una historia personal con muchos planos y dimensiones que cualquiera va a entender y se va a identificar.

 

Es muy interesante ver cómo la figura infantil frente a la del adulto se ha convertido en una constante en los últimos espectáculos que tenía proyectados Gerardo. Desde Macbeth, pasando por Para acabar con Eddy, hasta llegar a Oceanía.

Tiene que ver con la relación con el padre… De hecho, si te fijas, en Macbeth hay un niño proyectado, eso era un elemento que Gerardo tenía en la cabeza desde el principio, que no está en el texto original de Shakespeare y Alfredo lo respetó. Gerardo tenía esa idea en la cabeza, esa historia entre el niño y el adulto, ese contrapunto de la inocencia y la podredumbre del adulto. Eso que está un poco en Para acabar con Eddy y también está en Oceanía, supongo que por eso Gerardo pensaba que Eddy era el montaje que tenía que dirigir con LaJoven y le hizo implicarse de una forma diferente.

 

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José Luis Collado, Gerardo Vera y José Luis Arellano. Foto de David Ruano.

 

Carlos Hipólito es el encargado de dar vida a su amigo Gerardo en escena, ¿cómo está siendo este viaje para el actor?

Carlos siempre había dicho que no a los monólogos, nunca había querido hacer un monólogo, pero este dijo que sí porque era Gerardo; se sintió un poco impelido a seguir adelante con el proyecto porque se había comprometido con él; porque yo le prometí a Gerardo que íbamos a seguir con este proyecto cuando ya estaba en el hospital.

Al final todo esto se apoya básicamente en el trabajo de Carlos que está siendo clave. Realmente no necesita nada. Carlos hace muchos personajes y con un mínimo de variación de voz crees que estás viendo al padre, la tía, al noviete, porque al final tener un actor como Carlos te da la posibilidad de utilizar el talento del actor para construir todo. Cuanto menos adornes, mejor, porque lo tienes todo en la voz del actor.

Creo que el público va a disfrutar mucho viendo lo que es capaz de hacer un actor como Carlos, él solito en escena, con los mínimos elementos posibles. Lo chulo de este espectáculo es ver a Carlos encima del escenario.

 

Teniendo en cuenta la faceta como escenógrafo de Gerardo, ¿cómo es la puesta en escena?

Lo que es el espacio escénico, Alejandro Andújar ha hecho una cosa muy bonita, ha creado algo “muy Gerardo”. Básicamente son muy pocos elementos en escena, pero hay uno flotante que tiene un formato gigantesco, muy llamativo, que representa ese mundo de los sueños, el pensamiento, lo irreal. También jugaremos con proyecciones. Es un poco la forma de trabajar de Gerardo, y de Alejandro. Con eso construimos todos los espacios, todos los momentos históricos.

 

Oceanía, a mi forma de ver, tiene algo muy poético: Gerardo, una persona dedicada en cuerpo y alma a las Artes Escénicas, acaba transformándose en un personaje dentro de una función creada por él mismo.

Por eso este proyecto tenía un sentido muy especial para Gerardo, tenía algo de cierre de ciclo vital. De hecho, esto es una cosa que nunca le dije pero que siempre lo pensé cuando terminamos el texto; leyéndolo juntos pensé que es una historia que parece escrita para poner encima de un escenario cuando esa persona ya no está… y al final ha sido así.

 

Un viaje a la <i>Oceanía</i> de Gerardo Vera en Madrid
José Luis Collado, José Arellano y Carlos Hipólito en la presentación de Oceanía. Foto de Álvaro López

 

Este es un proyecto que va más allá de lo meramente teatral y el equipo sois gente muy cercana a Gerardo.

Teníamos muy claro desde el principio que este no era un espectáculo más. Este es un proyecto muy especial y teníamos que ser gente muy cercana a él. Al final nos hemos juntado la ‘chupipandi’, la gente que ha estado trabajando con Gerardo los últimos años, los que más le han conocido, los que más relación ha tenido y la gente a la que Gerardo llamaba para todos sus proyectos. Hay una cosa ahí de que todo el mundo tiene una implicación mucho mayor de lo habitual. Todos estamos muy por la labor de hacer algo muy especial, es como que quieres darle lo mejor. Es un proyecto muy especial en muchos sentidos y la gente que está haciéndolo realidad es uno de los más bonitos. Hay mucho cariño, emociones, aunque nos las guardemos e intentemos distanciarnos, pero es verdad que hay mucha emoción metida ahí. Todos teníamos una relación muy especial con él y eso se transparenta. Será el broche definitivo de una carrera y de una vida como la suya.

Supongo que el día del estreno será muy intenso

Si, aunque ya hemos vivido varios momentos como el estreno de Macbeth o la exposición de Almagro… Pero sí, el estreno de Oceanía va a ser “especialmente especial” porque es un lacito al final.

 

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