Por Pablo Iglesias Simón / @piglesiassimon
Jeff Lemire, de quien ya comentamos su aclamada serie Descender, también es el creador de dos cómics a los cuales merece la pena que dediquemos una apresurada reseña.
El primero de ellos es la novela gráfica Un tipo duro, dibujada por él mismo, protagonizada por Derek Ouellette, un jugador de hockey sobre hielo retirado, mestizo, borracho y agresivo. Su vida de autodestrucción cambiará con la visita de Beth, su hermana drogadicta embarazada de su novio maltratador. Los dos hermanos se recluirán entonces en una antigua cabaña de caza para superar el síndrome de abstinencia y, al mismo tiempo, intentar curar las heridas de su infancia, darse la oportunidad de dejar de odiarse y tratar de convertir la furia y la frustración en cuidados.
El autor canadiense también firma, en este caso acompañado al dibujo de Dean Ormston y David Rubín, Black Hammer, ganadora en 2017 del Premio Eisner a la Mejor Serie Nueva. La historia parte de esta premisa: tras derrotar al Anti-Dios, su archienemigo definitivo, los siete superhéroes de Spiral City —Martillo Negro, Golden Gail, Barbalien, Abraham Slam, Madam Libélula, Coronel Weird y Talky-Walky— se esfuman y aparecen de golpe en una demarcación rural indeterminada y de cuyo perímetro inexplicablemente no pueden salir. Diez años después, recluidos en una granja y conviviendo con los peculiares lugareños del pueblo cercano, quienes desconocen sus personalidades secretas, se replantearán sus anhelos y deseos. Simultáneamente la hija de Martillo Negro intentará encontrarles en un mundo que ha olvidado fácilmente el sacrificio que realizaron para proteger a sus conciudadanos. El relato, lejos de detenerse en sus hazañas extraordinarias, aprovechará el hiato que supone su obligado retiro campestre para bucear en sus inseguridades y avatares personales. Así descubriremos los aprietos a los que lleva la peliaguda convivencia de una identidad real con una secreta, la dificultad para aceptar la propia homosexualidad, ante uno mismo y ante la opinión pública, los desvelos para desarrollar una vida afectiva satisfactoria entre aliados y adversarios, o los aprietos a los que se enfrenta quien se va haciendo mayor tras la máscara. De este modo, el autor canadiense es capaz de articular un sobresaliente relato coral que coloca un espejo sobre las ficciones superheroicas para devolvernos un reflejo en donde también se proyectan las siluetas de nuestra cotidianeidad.