Carlos, ¿cómo llegas a fundar ‘La Manada’? ¿Dónde os conocéis Ana Teresa Monteiro, Pablo Coca y tú y en qué momento decidís apostar por el proyecto?
Conozco a Ana de cuando cursaba sus estudios en el Laboratorio Teatral William Layton. Yo acababa de terminar mi formación actoral en la RESAD y tenía mucha relación con gente que estudiaba allí porque compartíamos técnica e inquietudes artísticas. A Pablo lo conocimos unos años después, mientras le preparábamos para entrar en la RESAD (cosa que, por cierto, consiguió). Ana y yo siempre habíamos querido fundar una escuela de interpretación, un lugar que apostara por el rigor artístico, por la asunción de herramientas concretas y medibles, por el elenco y por el desarrollo artístico del alumno. Una escuela alejada del ego tan asociado a la actuación, de formación humanista y técnica; integral, completa y accesible a todos los bolsillos. Teníamos un sueño, vamos, pero era un sueño que por un tiempo solo fue eso. Cuando conocimos a Pablo, que además de un excelente actor había estudiado ADE, le ofrecimos participar de ese sueño y él lo hizo suyo. Ahora, cuando miro a mi alrededor, casi no me lo puedo creer. Ese sueño es ahora real y participan en él muchas más personas, desde profesores a alumnos. Es una felicidad inmensa a la que acompañan ingentes cantidades de responsabilidad.
¿Qué te aporta la docencia en tu día a día?
Yo he tenido dos vocaciones en mi vida: el teatro y la docencia. Digo el teatro, no la interpretación, porque a mí del teatro me gusta hasta la acera de la puerta. He tenido la suerte de actuar en grandes teatros de España, dirigir muchas funciones y también escribirlas. Me gusta todo. Y, por supuesto, también enseñarlo. Lo que más me aporta enseñar es que te obliga a no parar de crecer, reinventarte, seguir creciendo, participar de una de las cosas que han hecho evolucionar a civilizaciones enteras: la educación. Cuando enseño me veo obligado a ordenar ideas, a informarme de lo último, a contrastar el conocimiento y a contactar con el alumno para ayudarle a comprender, a desbloquearse y a superarse a sí mismo. Parece que exagero un poco, pero puedo asegurarte que a lo mejor hasta me quedo corto.
¿Qué caracteriza a tu equipo y por qué ellos y no otros?
En primer lugar, el compromiso. En mi equipo, desde los profesores hasta el personal no docente, entienden que el fin último de la escuela son los alumnos. Esa es nuestra responsabilidad, nuestra vocación y nuestra pasión. El objetivo de todos es que el alumno o alumna salga sobradamente preparado para el mundo profesional, no solo para el del presente, sino también para el del futuro. Si mi equipo o yo mismo cometemos errores, estarán dentro del respeto a este paradigma. Todo el mundo comete errores, no puedes evitarlos. No debes evitarlos. Para mí la clave es el tipo de error que cometes. Elegir a tu equipo es elegir los errores que quieres cometer. Los errores de mi equipo me encantan.
¿Dónde te formaste tú? ¿Echaste en falta algo en tu formación que ahora tengas presente en tu escuela?
Me formé en la RESAD y solo tengo palabras de agradecimiento tanto para la institución como para los profesores que me formaron. Fueron unos años durísimos donde aprendí gran parte de lo que sé ahora, me hice adulto y me enamoré desde ese adulto del teatro. Si eché algo en falta en su momento, seguro que fue desde la ambición del que acaba de llegar y, si lo echo en falta ahora, seguro que la culpa es del tiempo.
Me ha sorprendido que entre las asignaturas encontramos ‘inglés’. ¿Cómo de importante es para un actor? ¿Vuestros alumnos suelen aplicar a castings internacionales?
Acabo de hablar del tiempo y él es uno de los responsables de que esté esa asignatura en nuestra escuela. La otra responsable es la globalización. Vivimos en un mundo cada vez más pequeño, donde las posibilidades de crecimiento para un actor pueden estar tan lejos como llegue su conocimiento del inglés. Las plataformas de televisión ruedan
aquí en español y en inglés y, al mismo tiempo, dos de los mayores mercados audiovisuales y teatrales del mundo se encuentran en EE.UU. y en Gran Bretaña. Nos gustaría que nuestros alumnos tengan todas las puertas abiertas para trabajar y creemos que el inglés es esencial para eso. Ya tenemos a muchos alumnos presentándose a castings incluso al otro lado del charco y rodando series en inglés.
¿‘Manada’ significa ‘elenco’ en este caso?
Sí. Pese a las connotaciones torticeras a las que se ha ligado esa palabra, sí. Manada significa elenco, grupo, conjunto de personas que buscan un mismo fin y se ayudan para conseguirlo. Un fin maravilloso como lo es una obra de teatro, una película, un ballet, una ópera… Creo que las artes del espectáculo se hacen en equipo, se hacen gracias a mucha gente muy buena, muy formada, colaborando con otras personas muy buenas y muy formadas, poniéndose de acuerdo para contar una historia al público. Una historia que les divierta, que les emocione y que les haga pensar. Es un trabajo muy duro y muy bonito, que la mayoría de las veces se hace acompañado.
¿Cuál es vuestra filosofía?
Nuestra filosofía es el alumno y la alumna. Que tenga una formación completa en el arte de la interpretación y la danza. Una formación basada en la técnica, en el trabajo honesto, en el conocimiento y en la práctica constante. Una formación en donde el rigor y el amor a la profesión están en lo alto de la pirámide, pero sin olvidar la diversión. Nuestro arte es vocacional, nos llena, nos divierte. Actuar y bailar son un gozo para el ser humano, aprender a hacerlo bien es aprender a gozar por completo.
¿En qué momento decidís apostar por ofrecer un programa integral de danza?
Cuando nos dimos cuenta de que nuestros propios alumnos querían bailar. En primer lugar, sacamos pequeños talleres que siempre se llenaban. Al principio fue duro, porque nos dimos cuenta de que muchas personas tenían una mala relación con su cuerpo o prejuicios sobre cómo se movían. Entendimos que algunas veces se ha interpretado la enseñanza de la danza de un modo demasiado riguroso, en nuestra opinión, y que ese exceso de rigor alejaba a ciertas personas de la danza. Pensamos que nosotros podíamos ofrecer algo distinto, desde el mismo sitio desde el que enseñamos interpretación. Un lugar igual de riguroso técnicamente, pero enseñado con empatía y cariño. No solo creemos que es éticamente mejor enseñar así, sino que también es más eficaz.
¿Crees que a la sociedad actual le falta una mayor conexión y comunicación con su cuerpo o se ha incrementado esta tras la pandemia?
Creo que a las personas, en general, les falta conexión consigo mismas, no solo con el cuerpo. Son tiempos muy rápidos, frenar no está bien visto y, además, hay un montón de estímulos que sirven como excusa. Para la mayoría, contactar es sufrir y en eso pierde nuestro cuerpo, nuestro cerebro y nuestro corazón. Sartre decía “Si te sientes solo cuando estás solo, entonces te encuentras en mala compañía”. Las artes sirven para eso: para contactar, para mirar donde no sueles, para conflictuarte cuando estás cómodo y para aliviarte cuando estás confuso. Y creo que la sociedad, al menos la sociedad española, tiene el arte un poco olvidado.
Contáis con vuestra propia agencia de representación de actores. ¿Es exclusiva para vuestros alumnos?
Sí, solo es para nuestros alumnos. Concretamente, para los alumnos que se encuentran en sus dos últimos años formativos o ya han terminado. Todavía es un proyecto pequeño, está en sus inicios, pero nos gustaría acompañar a nuestros alumnos también en sus éxitos profesionales, ayudarles a dar esos primeros pasos que dan tanto miedo.
Además, en La Manada disponéis de una sala teatral propia: El Corral de Usera. ¿Cómo os lanzáis a esta apuesta? ¿Por qué son tan importantes las prácticas con público en una formación artística?
Nos lanzamos por necesidad. Entre los talleres, las optativas y los cursos regulares de danza e interpretación, tenemos anualmente más de treinta eventos entre funciones, muestras, espectáculos y demás. Logísticamente era una temeridad tratar de alquilar un espacio para tantas producciones anuales y distribuidas durante diez meses. Además, queríamos un espacio donde los alumnos egresados pudieran hacer sus propios proyectos y programarles para abrirles paso al público. Las Artes Escénicas son artes del espectáculo, artes para el público, un actor o bailarín ejecuta un texto o una coreografía durante muchos minutos seguidos, en directo, delante del público. Ese es su trabajo, y hacerlo en directo, haciéndolo parecer fácil. Para eso hay que practicar mucho. Es indispensable.
¿Qué caracteriza vuestro plan de estudios?
Muchas horas, mucho compromiso, cuatro años, muchas asignaturas, rigor, aprendizaje concreto y mucha práctica. Al mismo tiempo, un precio muy bajo y mucha diversión y sentido del humor.
Además de los Títulos en Arte Dramático y en Danza, ofrecéis un curso de acceso a la RESAD. ¿Por qué? ¿No es contraproducente para la escuela?
Fueron nuestros inicios. La escuela nació gracias a esos cursos y algunos de nosotros hemos estudiado allí. Al fin y al cabo, para ir bien preparado a unas pruebas como esas uno necesita aprender. No solo es memorizar un texto e interpretarlo delante de un tribunal, también tienes que estar preparado para enfrentarte a las notas que te den. Para muchos es su primera experiencia con una formación más profesional de interpretación y nos gusta estar al lado de quien quiera aprender y mejorar. Si le ayudamos a conseguir su sueño, nosotros estamos contentos, sea con nosotros o en la RESAD.
He visto que también ofrecéis otros talleres como lucha escénica, teatro musical, escritura creativa o vestuario. ¡Cuéntanos un poco al respecto!
Nosotros queríamos ofrecer una extensa formación, pero, para que siguiera siendo accesible a todos los bolsillos hacer los cuatro años con nosotros, se nos ocurrió crear las optativas: talleres donde el que quiera y pueda accede a más conocimientos, digamos conocimientos extras, como por ejemplo el verso clásico español. Ahí el alumno amplía horizontes y sigue practicando a través de las muestras que cada uno de los talleres hace al final del curso. Además, en esas optativas los alumnos tienen la oportunidad de trabajar con compañeros de otras clases o cursos, potenciando con ello un aprendizaje más transversal.
¿Qué cualidades crees que debe tener un buen docente de artes escénicas?
Sensibilidad, empatía, compromiso, conocimiento, rigor, exigencia, audacia, perspicacia, honestidad, integridad, inteligencia, capacidad de trabajo y sentido del humor.
En tu carrera, ¿tuviste algún profesor que te marcase, para bien o para mal?
Para bien, muchos. Para mal, afortunadamente, ninguno. Tuve mucha suerte con mis profesores.
Y, ¿qué cualidades debe tener un buen alumno y/o compañero?
Ganas de aprender, ganas de trabajar, sensibilidad, audacia, resiliencia y sentido del humor. Pero, creo que podemos empezar con ganas de aprender.
¿El peso de las nuevas plataformas y las redes sociales beneficia o perjudica al sector? Porque hay más trabajo, pero también en ocasiones se presta más atención al perfil virtual y los seguidores de los candidatos a un papel…
Como todo lo que es complejo, se acomoda mal en las simplificaciones. Para algunas cosas las redes sociales son extraordinarias. Todo artista tiene acceso al mundo entero desde su pantalla, accede a castings y se da visibilidad con mayor facilidad, pero es verdad que durante los últimos años se ha dado mucho valor para la contratación de un artista al número de seguidores que tiene en redes o a su imagen. Quiero pensar que es una especie de moda provocada por cosas como la inmediatez y lo novedoso. Quiero pensar que a largo plazo se impondrá la calidad y la formación. A lo mejor soy muy inocente, pero cuando veo cómo reacciona el público cuando algo está muy bien hecho, cómo lo valora y cómo lo agradece… No sé. Siento confianza en el futuro.
¿Qué consejo le darías a aquellos que se están planteando estudiar Artes Escénicas?
Que sean ambiciosos y exigentes, consigo mismos y con el mundo. Que no se detengan ante la dificultad, porque encontrarán muchas. Que escuchen más de lo que hablen. Que vean cine, teatro, danza… Que se dejen llevar por todo tipo de música. Que lean de todo. Que no solo miren, que contemplen. Que tengan miedo solo cuando toca, que es muy difícil, y que sean valientes el resto del tiempo. Pero, sobre todo, que estén dispuestos a trabajar mucho, mucho, mucho. Solo así podrán gozar de su vocación por completo.
¿Es el mismo consejo que te habría gustado recibir a ti?
No. Este es el consejo que doy ahora a un alumno que no conozco aún. El que me habría gustado recibir a mí, de una forma u otra, me lo dieron. Y aquí estoy gracias a él: cumpliendo un sueño, mi sueño, pero no tiene por qué ser el de mi alumno. Comprender eso, desde mi punto de vista, es comprender qué es enseñar.