Cuéntanos, ¿dónde nació esta propuesta y qué te atrajo este proyecto?
En el Instagram del Young Vic Theatre, uno de los teatros que sigo de Londres, vi hace cosa de un año que Ruth Wilson estaba haciendo esta función. Es una actriz que me inspira mucho, y eso me hizo interesarme por The Second Woman. Llamé a mi productor y esa misma tarde el director del Festival Grec de Barcelona le llamó para lo mismo. Él también quería montar TSW, los planetas se habían alineado.
La obra tiene una estructura única: 100 repeticiones de la misma escena con diferentes actores. ¿Cómo te preparas mental y emocionalmente para enfrentar este desafío?
No he hecho ninguna preparación especial. Siempre digo que soy una samurai. Madrugo, entreno a diario, como saludable, no me drogo… Así que he seguido con mi ritmo normal, intentando evitar revuelos emocionales los días previos a la función. Poco más.
Tienes un centenar de compañeros de escena durante el espectáculo, cada uno diferente. ¿Cómo cambia tu interacción en cada repetición del ritual con hombres que tienen distintas experiencias y trayectorias?
Pues de la misma manera en la que adaptamos nuestros niveles de comunicación dependiendo del interlocutor. No es lo mismo dirigirse a un niño, que a un tendero, que a un jefe que a una pareja. La comunicación es siempre un baile que depende del bailarín que tengas delante.
Los actores que te visitan reproducen una conversación que explora el agotamiento de una relación. ¿Cómo gestionas la monotonía de esa repetición y al mismo tiempo mantienes la frescura emocional?
Creo que la tarea está en centrarme en la particularidad de cada persona. En ese lunar en la mejilla, o esa cana de su barba, o una ligera sonrisa, o un tono de voz. Lo más difícil es cuando la persona está boqueada, o es anodina. Yo intento mover su energía, pero a la vez debo adaptarme a ella, y en ocasiones eso hace que me pregunte si estamos aburriendo al espectador.
¿Cómo crees que esta repetición afecta al mensaje que la obra transmite al público?
Es una obra que coge sentido a base de la repetición. Ver un par de horas no es representativo de lo que pretende el espectáculo. Los mensajes se van sumando por capas a través del cúmulo de experiencias. Es un experimento sociológico, lo que significa que cuanta más info, más conclusiones.
Aunque todos los actores dispongan ya de un texto previo, entiendo que cada uno en sus 10 minutos de escena contigo improvise algo, ¿cómo gestionas esos momentos de espontaneidad, donde no sabes exactamente qué te dirán o cómo actuarán?
Muy bien. Yo tuve una compañía de improvisación, y es algo que te obliga a una escucha total del otro, y a un grado de disponibilidad muy alto. Cuando la improvisación es una posibilidad, el acto artístico suele estar más vivo.
El estar encerrada en una habitación transparente durante toda la función crea una sensación de vulnerabilidad, ¿Qué diferencia encuentras entre la María que empieza la obra y la que termina tras tantas horas de representación?
Recibir a tantas masculinidades, con sus energías concretas, y además intentar resistir a necesidades fisiológicas básicas como el sueño, van haciendo que el sistema se cargue y a la vez esté a flor de piel. Cuando acabo me siento llena de amor, más empática que antes, y con ganas de dormir tres días.
¿Qué clase de resistencia personal implica y cómo afecta esto a tu energía y a la interpretación?
Lo más duro es gestionar las propuestas que te hace el cerebro cuando el sueño aprieta. A partir de las tres de la mañana mi cabeza me dice que nada tiene sentido, que es un ejercicio de ego, que no es un experimento del que se pueda aprender nada. Pero todo eso lo hace para que la saque de ahí y la ponga a dormir. Hay que bajar el volumen de esas propuestas, que vienen a sabotear. Mi equipo me ayuda mucho. Me mantienen despierta, me hacen sonreír, bailamos.
The Second Woman aborda temas relacionados con las relaciones de pareja y la vulnerabilidad femenina. ¿Qué aspectos resonaron en ti a nivel personal?
La facilidad con la que entramos a ocupar roles de género binarios, más allá incluso de saber a nivel teórico que no es el lugar desde el que queremos comportarnos. Pero están muy integrados en nosotros. Todos jugamos el baile de máscaras de los géneros. Todos performamos la masculinidad y la femineidad, y eso restringe nuestro campo de posibilidades como individuos. Estoy descubriendo mucho sobre el deseo femenino, y lo capado y censurado que lo tenemos las mujeres desde la educación. Hace unos meses mi terapeuta me preguntó: “¿pero tú qué quieres?”, y no tenía ni idea de qué contestar. A las mujeres nos han enseñado tanto a priorizar los deseos de los demás, que estamos desconectadas de nuestro propio deseo.
La obra explora cuestiones de género y dinámicas de poder. ¿Qué mensaje crees que se envía a través de la repetición de este encuentro entre ambos?
Que todos y todas “actuamos” lo que se supone que significa ser hombre o ser mujer. Y que cuanto más estemos en la actuación de esas ideas, menos estamos permitiéndonos ser lo que de verdad somos. Es decir, para mí el género es enemigo de la libertad.
¿Hay algún momento dentro de la pieza que te resulte especialmente intenso o conmovedor? ¿Por qué?
Cuando vienen personas sin ideas preconcebidas, abiertas, vulnerables, dispuestas a la conexión y a dejar que suceda lo que tenga que suceder. Me he enamorado varias veces en esta función. De una mirada, de una sensibilidad, de una piel. El ser humano es la cosa más bella que existe cuando se deja ver.
La pieza se estrenó en el marco del Festival Grec de Barcelona, ahora que ya ha pasado un tiempo prudencial, ¿qué valoración haces de esa primera vez?
Me hace feliz que fuera allí, en uno de mis teatros favoritos del mundo, el Teatre Lliure de Montjuic. Me acompañó el equipo técnico de allí, a los que admiro y respeto profundamente desde que tuve la suerte de hacer Yerma. Mi deseo es trabajar en Barcelona junto a ellos lo máximo posible.
El título de la obra, The Second Woman, parece hacer referencia a una figura femenina en una relación que ha perdido fuerza. ¿Qué representa para ti ser “la segunda mujer” en este contexto?
Es muy interesante cómo la escenografía, toda roja y rosa, con un neón, y mi propia ropa, también roja con peluca rubia, ponen a funcionar ese imaginario casi cercano a la prostitución o a la idea de “mujer” a disposición del placer masculino. La mayoría de ellos me ve desde ahí, y es curioso los complejos mecanismos de poder que se despliegan partiendo de esa base. A veces ellos quieren mandar en la situación, pero también encuentran mucho disfrute en que esa “mujer actuando a la mujer” mande sobre ellos.
La cámara, que graba todo lo que ocurre en la habitación, añade un elemento visual importante al espectáculo. ¿Qué impacto tiene en los espectadores?
La distancia teatral no es tan representativa de las emociones de las personas que están en el escenario. Cuando además tienes una cámara que permite el zoom cinematográfico, el detalle, puedes darte cuenta de que lo que en apariencia es un hombre agresivo, se convierte en una persona llena de miedo porque ves cómo le tiembla el carrillo, o cómo parpadea sin cesar. El detalle es esencial para entender la realidad de esa conexión, y no tanto la performance.
Has interpretado papeles complejos y diversos a lo largo de tu carrera, ¿Qué has aprendido de ti misma como actriz al abordar este proyecto tan único y desafiante?
Que nadie sabe lo que puede un cuerpo. Que el humano ha nacido para conectar con el humano. Que todos queremos que nos quieran. Que mi oficio es el más hermoso del mundo cuando lo enfocas hacia la investigación de las personas. Que soy muy frágil. Que soy muy fuerte. Que desde la diversión todo es más fácil. Que tengo que reconciliarme con mi propio deseo y no soltarle de la mano nunca más.
¿Qué otros proyectos futuros tienes en mente después de The Second Woman? ¿Te gustaría seguir explorando el teatro experimental o volver a otros formatos?
No paro de leer textos buscando lo siguiente, aunque no es tan fácil dar con el que me entusiasme. Tal vez tenga que escribirlo yo, o hacerlo junto a alguien a quien admire. Tengo muchas ganas de crear y ofrecer cada vez más mi punto de vista. Respecto a los formatos, ya sabéis que me apasiona la exploración y que intento no acomodarme. Bienvenido el riesgo siempre.