Fotos: Moi Fernández
Tras el éxito de Silencios Cantados, ¿tenías otro proyecto en mente diferente a Solo ida, pero se te cruzó la vida?
Sí, un proyecto que llamé María Bolero, una comedia donde exploraba algo que siempre quise hacer desde muy joven: un disco de boleros. Un estilo que me apasiona. Quería combinar los boleros tradicionales de toda la vida, con otros originales compuestos por mí. Todo en tono de humor y ubicado en una Corte. Pero llegó la pandemia…
Silencios Cantados y Solo ida nacen de experiencias muy personales, ¿cómo es ver algo sobre el escenario que te ha salido de tan adentro?
Más que ver, es sentir… Para mí componer y crear es una necesidad vital. Mi experiencia personal en la vida es una fuente de motivación continua. Estar viva es fascinante y toda una aventura inspiradora. Silencios Cantados fue mi encuentro conmigo misma, mientras que, ahora, Solo Ida, representa mi encuentro con la muerte. Es el viaje que emprendemos desde que nacemos hasta que morimos, un viaje cargado de canciones, poemas, tesoros, descubrimientos… un viaje emocionante que nos permite vislumbrar aquello para lo cual hemos venido. Los dos son espectáculos que nacen de un silencio muy profundo (le debo mucho al silencio), necesario porque de él nace la inmensidad de todo, es el que me ha permitido ahondar, remover mis cimientos y renacer de mis propias cenizas.
¿De alguna manera es una terapia para ti?
A raíz de la muerte de mi padre, mi vida dio un giro, y empecé a plantearme el valor de la existencia humana. Escribí Solo Ida a partir del dolor, a partir de todas las preguntas que me planteé, de tantos interrogantes sin contestar, y de todos los restos de la deriva de un tsunami de gran calado emocional que me provocó su muerte. Un vacío que llené en un tiempo de duelo, que se fue confundiendo con el propio espectáculo, donde el dolor y el recuerdo me permitieron encajar las piezas y reconstruirme en este nuevo viaje.
El espectáculo me permite exponer mis trapitos al sol, tal cual es mi vida, sin trampa ni cartón, es un desahogo de sensaciones, un canto liberador. Necesito componer, crear, interpretar y cantar. Para mí es una liberación de mi alma. De adolescente decía: “lo que no me atrevo a decir hablando, lo digo cantando”. Y en Silencios Cantados, mi motor es: “porque lo he vivido lo canto”. Esta vez, en Solo Ida, me guía la necesidad de transformar la experiencia de la muerte en belleza, y trasladar ese conocimiento a mis hijos. Solo se vive cuando se vive…
Este espectáculo, que es un homenaje a tu padre, contiene también humor, ¿es inevitable que aún en las situaciones más trágicas haya momentos así?
Por supuesto. La vida es una tragicomedia. Y yo me considero una payasa. Lo que me atormentaba durante el duelo por la muerte de mi padre, se fue transformando con el tiempo en un abanico de experiencias que van del dolor al humor. El tiempo va curando poco a poco el dolor y las heridas que conllevan las perdidas. Entonces empiezas a vislumbrar los recuerdos amorosos, todas las anécdotas cargadas de humor que viviste con esta persona querida, situaciones que no te atrevías a compartir y ahora, con su ausencia, les das rienda suelta y regresas a momentos de la infancia que despiertan sonrisas. Con los años aprendes a reírte incluso de aquello que te causó dolor, es el equilibrio perfecto de la vida para no dejarse llevar por el abismo.
¿En el proceso de creación y ensayos cómo habéis hecho para evitar caer en exceso en el sentimentalismo o dejaros llevar por la emoción?
El tiempo nos ha facilitado integrar en Solo Ida todas las emociones sin caer en la emocionalidad. La dirección férrea de Miguel Rellán y Nicolás Pérez Costa han encauzado siempre la acción y el drama sin caer en los tópicos fáciles del sentimentalismo superficial, pero sin perder la esencia de lo que nos ofrece la experiencia del sentir. La catarsis que se puede producir en el espectador, ocurre por el proceso orgánico de encontrar en el escenario un reflejo de sus propias vidas. No es buscado artificialmente, surge de manera natural.
¿Qué relación tenía tu padre con la música? ¿De algún modo has tenido en cuenta también sus gustos en la composición y elección de los temas?
Mi padre adoraba la música y las artes. Estudió violín y, aunque no era profesional, disfrutaba mucho de ella. No considero que sus gustos me hayan influido. Más bien creo que mi forma de componer se alineaba muy bien con sus gustos. Estoy segura que si estuviera entre el público se sentiría muy a gusto, muy en familia.
Tiene que ser un proyecto muy especial para ti poder compartirlo con tu hijo. ¿Surgió de forma natural esta colaboración? ¿Te costó convencerle de exponerse de esta manera?
Este proyecto fue naciendo poco a poco, se coció a fuego lento, y mi hijo apareció ahí porque también él había perdido a su abuelo y supo compartir y acompañar ese duelo. La madurez artística y musical de Dani, no solo como intérprete y actor, sino como arreglista, compositor de algunos temas y como Director Musical, ha sido un verdadero regalo del destino. Sin pensarlo, un día nos encontramos ensayando temas, arreglándolos juntos y emocionándonos cuando los cantábamos. Había momentos que no podíamos acabar de cantar las canciones, porque nos saltaban las lágrimas… la vida! Han sido dos años de trabajo maravilloso junto a él. Un encuentro fácil, relajado y amoroso. Solo Ida nos ha unido todavía más, como madre e hijo, y nos ha hecho madurar y crecer profesionalmente.
Así que, efectivamente, todo fue un proceso natural y orgánico, que se refleja en el escenario.
La obra es un canto a la vida, ¿se debe visitar el pasado, pero sólo para vivir con más intensidad?
En realidad es una recapitulación de momentos clave de mi propia vida. A mis gritos de socorro, acudieron a rescatarme todos mis recuerdos, vivencias, sueños, proyectos… Solo Ida se convierte en el Canto liberador de tres generaciones que ilustran mi propia historia real. Por lo tanto, el pasado era mi referencia en todos los sentidos. Cuando te liberas de estas ataduras que supone ese pasado, a través de un proceso consciente de limpieza, renaces de nuevo y, efectivamente vives con mucha más intensidad lo que sucede. Si somos seres que vamos a morir, la vida con todo lo que conlleva nos prepara para ello. Solo Ida es un homenaje a la Vida ‘Vivida’.
Cuéntanos de dónde surge la elección de los temas que vamos a escuchar y cómo son las composiciones de Daniel.
Todos los temas de Solo Ida son originales. Algunos de ellos ya existían antes. Fueron publicados en el libro de Silencios Cantados, pero no habían encontrado todavía su lugar. Durante el duelo, me di cuenta de que algunos de ellos encajaban perfectamente en este viaje de Solo Ida. Pero, como te he dicho, soy creadora, y este duelo me inspiró decenas de poemas, músicas y letras que hoy forman parte de este espectáculo. Dani ha sido el arreglista de todo. Tiene la sensibilidad perfecta para armonizar cualquier melodía. También ha compuesto algunos de los temas. Es un compositor impresionante. En todos los estilos, creando atmósferas envolventes.
Cuando escuché su composición de Fuiste árbol por primera vez, lloré como una niña. Con sus armonías ha sabido reflejar perfectamente la esencia de Solo Ida.
¿Qué géneros musicales vais a poner en escena?
Muy diversos, desde el corrido, pasando por el vals, balada, fado, rumba, funky, pop, jazz, etc. Pero muchas de las composiciones son más cercanas al teatro musical y canción de autor. Hay hasta una nana. Solo te digo que hay unas 25 canciones con estilos diferentes.
Solo ida es mucho más que un concierto, ¿cómo se lo definirías al público?
Fue un concierto en un principio. No podía dramatizarlo, ya que la muerte de mi padre estaba demasiado cercana en el tiempo y me era imposible entrar en una puesta en escena que me exigiera actuar y dar vida a algo sumamente duro y profundo a lo que todavía no me sentía ni capaz, ni preparada. Ahora que lo veo con suficiente perspectiva y distancia, puedo contemplar todo el mapa. Desde esta nueva visión hemos podido abordar su teatralización. Transformarlo no ha sido fácil pero con la inmejorable ayuda respetuosa y profesional de Nicolás Pérez Costa desde la dirección escénica y movimiento, se ha conseguido navegar libremente con ligereza y llegar a puerto. Ahora es una obra de teatro musical, al estilo de Silencios Cantados.
¿En la concepción global y el resultado que vamos a ver en el escenario cuánto ha aportado Miguel Rellán como director?
Él ha aportado la sabiduría que encierra un maestro. Y desde el inicio ha sido como un padre para mí. Me protegió en cada una de las curvas que se iban presentando en este viaje tan sumamente delicado y me llevó con gusto a buen recaudo. Compartió conmigo sus horas de vuelo, como maravilloso actor y director, su sentir, sus consejos, su saber hacer y su humildad siempre con una fantástica sonrisa que lo facilitaba todo. Por eso sentimos un gran agradecimiento. Miguel confió en el proyecto desde casi antes de su gestación. Su confianza me animó desde el principio y me guió con mano dura y con un gran sentido del humor. Trabajar con alguien que tiene tanta experiencia es una gozada, no se acaba nunca, te sorprende en cada minuto…
Después, para la dramatización teatral, entró en el equipo la visión majestuosa del actor y director Nicolás Perez Costa, que facilitó el cambio de rumbo y la transformación a un verdadero Musical. Ha sido un viaje apasionante en el que hemos aprendido muchísimo de él y de su gran talento. Los tres pudimos sumergirnos en un océano de posibilidades ilimitadas que ni yo misma imaginaba que existían. Siempre desde el respeto y la humildad, auténticos pilares para trabajar y disfrutar de este viaje conmovedor.