Por Pablo I. Simón / @piglesiassimon

 

Tom Gauld ha publicado cuatro cómics de dos tipologías: recopilaciones de sus tiras, aparecidas en The Guardian, The New Yorker o The New York Times, y novelas gráficas.

 

Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora pertenece al primer grupo. En estas tiras podemos encontrar múltiples clasificaciones que reducen al absurdo nuestra mirada del mundo, como en «Varios personajes cayendo por un acantilado». Gauld también se atreve a rescatar los capítulos descartados de novelas famosas, como Germinal de Zola, y a plantear combates ideológicos de los escritores realistas frente a los de género fantástico o los comerciales ante los experimentales. Con múltiples referencias literarias, que van desde Shakespeare a Beckett pasando por Dickens, el autor escocés despliega una genialidad desbordante para combinar lo antagónico y, de este modo, desvelar la fecundidad del encuentro de lo dispar. Los títulos de algunas sus tiras dan testimonio de sus ocurrentes aproximaciones y temáticas: «Vacaciones en una distopía futurista», «Con la Gran Huelga Autómata de 2029 nació la canción protesta robótica» o «Una hormiga recuerda el rodaje de Un perro andaluz«.

 

En la cocina con Kafka continúa esta recopilación de tiras, donde veremos viajeros en el tiempo abrumados por la inutilidad de las nuevas tecnologías en épocas pretéritas, lecturas metaliterarias irónicas de las estructuras arbitrarias que sostienen la construcción de ficciones, la ridiculización de las adaptaciones cinematográficas comerciales de novelas o la sátira del propio oficio del escritor, con su esnobismo, precariedad y crisis creativas. De esta forma, a través de sus páginas, con títulos como «Consejos para publicar una novela durante un apocalipsis de esqueletos” o «Los libros infantiles de J. G. Ballard no tuvieron éxito», nuestra realidad se revela como una ficción interesada que establece el relato sesgado de lo que somos.

 

Goliat es su primera novela gráfica, donde cuenta la conocida historia bíblica desde el punto de vista del gigante. Así se nos muestra a un descomunal filisteo, inútil en el combate y amante de las gestiones administrativas, que se verá obligado a desafiar a los israelitas por imperativo de sus superiores y a tener que esperar una muerte inevitable y absurda, entregado al existencialismo en el páramo que separa los dos ejércitos enemigos.

 

Un policía en la luna es su segunda novela gráfica, donde nos relata la tediosamente tranquila rutina, sin delitos a la vista, del único agente del satélite. La luna se irá despoblando paulatinamente hasta que sólo queden él y la recién llegada camarera del único café, con quien aprenderá a redescubrir los paisajes selenitas.