Por fin llega a Madrid el creador griego Euripides Laskaridis. Presenta su segundo trabajo TITANS, el mismo que me cautivó para siempre hace ya 3 años y que él mismo define como «un espacio ajeno para dos en un tiempo previo a la razón». Laskaridis está poco interesado en los géneros y fascinado por el poder transformativo del teatro. Ilusión, juego, y mucha humanidad, son algunos de los elementos que conforman el universo sin par de TITANS.
Por Teresa Casas / @tresacasas
Fotos de cedidas por Osmosis – Foto superior: Euripides Laskaridis ©Marilena Stafylidou
Es tu primera vez en Madrid. ¿Cómo te presentarías al público madrileño?
(Risas. Y una cierta incomodidad). Pues diría que soy simplemente una persona curiosa. Siento curiosidad por como el espacio en escena puede ser energizado para despertar la imaginación y los sentimientos del público.
En 2009 creas tu compañía Osmosis y en 2015 estrenas RELIC, a menudo identificado como tu primer trabajo, tal vez por ser un punto de inflexión en tu trayectoria. En estas fechas 2009 – 2015 es difícil no reconocer la crisis griega. Tal vez estés cansado de responder a esta pregunta, pero ¿ese contexto político condiciona, permea o conforma tu trabajo de algún modo?
Sí, sí. Es correcto decir que RELIC fue un punto de inflexión, sin duda. Pero antes, quisiera decir que la ‘crisis griega’ no fue una crisis griega, sino una crisis internacional que afectó a toda Europa. De hecho, a pesar de todo, nosotros no nos hemos ido de la Unión Europea, pero no voy a entrar en ese tema ahora (risas). Pero obviamente que la crisis te influye, claro. Por un lado, la crisis despertó un gran sentimiento de culpa en Grecia. Había una sensación de derrota. Pero a la vez también había escasez material. Todo eso necesariamente te influye, incluso si te consideras apolítico. Pero como ya he dicho muchas veces, yo nunca abordé mi trabajo con la intención de comentar nada en particular. No pensé en hablar de la crisis, ni en crear personajes sin género, ni en hablar de la situación social. Pero la austeridad condiciona tu trabajo y tu propia experiencia. En tanto que sujeto que vive y respira ese sentimiento de culpa y en condiciones de austeridad, la crisis te influye y necesariamente aparece en tu trabajo.
Creo que lo que acabas de explicar resonará con la escena madrileña. Aquí también tuvimos una explosión teatral a raíz de la crisis. Aparecieron espacios y compañías cuyo trabajo estaba muy marcado por las condiciones materiales de la crisis. ¿Cómo explicarías el efecto de la austeridad en tu trabajo?
RELIC coincide con el peor momento de la crisis, y tardó en hacerse un año y medio. Se hizo en los intersticios de tiempo de otros trabajos pagados: desde publicidad hasta dirigir otros proyectos. Se hizo con muchos favores y muchas esperas. Por ejemplo, el traje que llevo ni siquiera es el definitivo. La persona que lo diseñaba tuvo que dejarlo a medias para aceptar un trabajo. Cuando volvió yo había seguido ensayando con ese traje y decidimos dejarlo así. A la vez, yo tenía la suerte de poder acceder a un espacio de trabajo a cualquier hora. RELIC empezó con la idea de una criatura con un cuerpo voluptuoso. No sabía mucho más. Pero tenía un espacio y lo aproveché para empezar a investigar y a jugar. Eso sale en la pieza, en RELIC vemos a una criatura sola jugando en la intimidad de un pequeño espacio. La austeridad impuso unas condiciones de trabajo muy concretas, pero a la vez también me obligó a preguntarme qué quería hacer y me puse a hacerlo. Tenía una imagen y a partir de esa idea empecé a trabajar con los objetos que tenía a mano y ahora conforman la pieza: una alfombra de mi infancia, un exprimidor de mi madre, o un vestido que me había regalado un amigo.
Dos años después, en 2017, estrenas TITANS, la pieza que presentas en los Teatros del Canal estos días. Esto es, solo dos años después de haber estrenado RELIC y con esta todavía en gira. ¿Cuándo empiezas a pensar en TITANS?
Pues la verdad es que no lo recuerdo. Sí recuerdo el momento exacto en el que empecé a imaginar la criatura de ELENIT, mi último trabajo. Lo cierto es que no había pensado en un segundo espectáculo hasta que gente que había visto RELIC empezó a preguntarme cuál iba a ser mi siguiente trabajo. Pero no recuerdo en qué momento apareció el ser delgado, con la tripa hinchada y con una frente muy ancha de TITANS.
Hablas de una «criatura», de un «ser». ¿El punto de partida de tu trabajo es una imagen?
No exactamente. Empiezo con una criatura que tiene una cierta forma. El o ella o elle, no lo sé, tiene una psiquis. No sé decir exactamente quién es ese ser, tampoco sé si es masculino o femenino. Pero sí siento que tiene una forma de estar en el mundo. Mi primer paso es empezar con eso y a partir de ahí el resto se va revelando poco a poco. Es parecido a excavar un yacimiento arqueológico.
Tú mismo has dudado de qué pronombre usar para hablar de las criaturas que protagonizan tus trabajos: ¿cómo debería referirme a esas criaturas?
Sí, la verdad es que es algo que me preguntan mucho. Entiendo esa necesidad. Pero la verdad es que cuando aparecen en mi cabeza la cuestión del género no está presente. Veo la forma, percibo una sensibilidad, unos sentimientos, un estado mental, que poco a poco van tomando forma y se van concretando. En TITANS esa criatura se transforma varias veces en escena y toma una entidad que podríamos identificar como femenina. Pero no diría que es una mujer, en todo caso, tiene una pátina femenina. Pero no tiene una psicología femenina o masculina. En ocasiones, he respondido que el ser de TITANS es un chico, pero a la vez es verdad que en todas las transformaciones que vemos uso elementos que identificamos con la feminidad: tacones, pelucas, etc. Creo que simplemente me siento más libre explorando en esa dirección, pero eso no quiere decir que esa criatura sea de un género concreto.
A diferencia de RELIC, en TITANS hay dos criaturas. La criatura que has descrito más arriba, pero también hay una sombra: ¿quién o qué es?
No lo sé. Es una figura oscura. Siempre supe que en el fondo era más poderosa que esa otra criatura chillona y ridícula que ocupa todo el espacio. Al principio la sombra parece ser alguien que ayuda, un apoyo, pero poco a poco se va revelando como la presencia que hace posible ese universo.
Dices que la figura que protagoniza TITANS es ‘ridícula’. Y eso me recuerda lo mucho que nos reímos con esa criatura. A pesar de toda su extrañeza nos identificamos con ella y nos vemos reflejados en esa ridiculez.
Somos criaturas muy graciosas. Vivimos todo con mucha ansiedad, con mucha preocupación. Las redes sociales son un gran ejemplo de ello: nos enfadamos, nos frustramos, gritamos. Sin ir más lejos, el otro día estábamos preparando todo el vestuario y la utilería para Madrid y había algo que debería haber estado listo, pero no lo estaba. Yo mismo entré en bucle, estaba enfadado y pensaba «no puede ser que yo tenga que estar siempre encima de todo». Y de repente, me vi desde fuera y me reí de mí mismo y de lo absurdo de mi propia autoimagen. Como sociedad, tenemos una imagen de lo que está bien y de lo que está mal, pero a la vez, extrañamente somos incapaces de ponerlo en práctica. Creo que eso es lo que llevo al escenario. Mi propia incapacidad, mis faltas. Me ofrezco a mí mismo como un ser que lo intenta y falla pero que en lugar de pararse a reflexionar, lo sigue intentando. Y es ahí donde entra la risa, porque creo que todo el mundo puede identificarse con eso. Es una risa liberadora, y yo lo leo como que el público me dice: «dinos más sobre la imposibilidad de ser dioses». No somos tan poderosos como creemos. Es imposible no equivocarse. Pero en nuestra vida moderna, especialmente en Occidente, hemos abolido la posibilidad de ser incapaces. Tenemos que ser jóvenes, capaces, exitosos, la mejor versión de nosotros mismos. Hay un montón de aplicaciones que podemos descargar para ser más eficientes, no olvidarnos de nada, hacer todas las tareas en nuestra lista. Y al final del día te miras a ti mismo y te preguntas: ¿qué he hecho hoy? He comido fatal, me he levantado tarde, no he ido al gimnasio, he hecho la mitad de lo que quería hacer, he pasado más tiempo en Facebook del que debería, es como… (imita el sonido de un pedo y se ríe).
Hablas de «la imposibilidad de ser dioses». ¿De ahí el título de la obra?
Sí, y por eso me encanta. Todo el mundo ve a los Titanes como los dioses más poderosos, los dioses primordiales, los dioses de los dioses. Pero fueron reemplazado por los dioses del Olimpo, y estos por otros y así sucesivamente. Creo que es ahí donde aparece la risa porque el espectáculo dice «somos incapaces, y está bien». Porque somos humanos. La incapacidad requiere mucha humanidad.
Cuando hablabas de la criatura de TITANS también has mencionado sus transformaciones. Es otra constante que vemos en tus trabajos. ¿Qué relación hay entre esa transformación y la condición humana que abordas con tanta libertad?
La transformación es inherente en cada uno de nosotros, está escrita en nuestro ADN. No hay momento del día en el que no nos transformemos. Si comparas una foto mía de cuando ere bebé con como soy ahora, salta a la vista que me he transformado completamente. Y si dentro de cuarenta años, si todavía estoy vivo, me comparas con ahora, también me habré transformado. Y si estoy muerto, me habré transformado todavía más. Creo que la transformación es un elemento estructural de nuestra existencia, sin el cual, no existiríamos en la forma en que existimos ahora. Creo que la gente presta atención a las transformaciones extremas porque se pueden identificar con la posibilidad de poder cambiar su forma y su imagen hasta el extremo de convertirse en polvo. Creo que la transformación es clave para el alma porque a través de la transformación encontramos el vocabulario para comunicarnos con los elementos más subconscientes del ser humano. Pero hay otra transformación en la que estoy interesado que es la transformación de los objetos, del tiempo y del espacio. La que tiene que ver con las cosas que no vemos. Cuando salgo a escena, digamos cuando me transformo en la criatura de TITANS, yo siento que me convierto en otra persona. Pero no en otra persona fuera de mí, como si me hubiera perdido en el personaje. Yo de verdad siento que me transformo, es un cambio psicológico. Y esa transformación a su vez transforma el espacio que me rodea en el universo extraño que ve el espectador. Y le hace pensar que tal vez ese mundo exista de verdad: en un sueño, en la mente de alguien, tal vez alguien lo haya imaginado. Estoy interesado en esa clase de transformación que creo que viene de dentro. Podemos llamarlo actuar, hacer una performance, o trascender la experiencia, no lo sé. Creo que en escena hay un cambio de energía. No estoy hablando de perderme o estar poseído, tengo plena consciencia de todo lo que ocurre en todo momento, pero a la vez es como montar una ola que te lleva.
A colación de esta idea de transformación. Cuando nos conocimos, en 2017, TITANS era tu último espectáculo. Pero ya no es así. Hace poco estrenaste ELENIT en Atenas en el teatro Onassis Stegi. ¿Cómo ves TITANS desde la perspectiva que te dé haber estrenado tu tercera pieza?
Cuando empecé a pensar en crear TITANS, estaba muy estresado. RELIC era un espectáculo pequeño, pero había ido muy bien y eso creó expectativas sobre qué seria lo siguiente. Cuando tú lo viste en Barcelona, era una de las primeras puestas en escena. De hecho, cuando me invitaron a Barcelona, yo no quería hacer TITANS, yo quería hacer RELIC porque me gustaba y me lo pasaba bien haciéndolo, mientras que TITANS me asustaba mucho. Me sentía muy inseguro con respecto a cómo sería recibido. Mi trabajo es muy subconsciente. Dependo totalmente de la reacción del público y de que los espectadores me digan qué ven para yo mismo entender lo que estoy haciendo en escena. Cuando eso ocurrió, empecé a sentirme más cómodo con TITANS, tanto que cuando regresé a RELIC de repente me sentía muy solo porque me había acostumbrado a estar con alguien en escena (risas). Ahora me pasa lo mismo: me da miedo hacer ELENIT y prefiero hacer TITANS. Por otro lado, la pieza ha ido creciendo. En todos mis trabajos hay momentos y escenas, con las que no me siento completamente cómodo. Según pasan el tiempo y los bolos voy entendiendo y descubriendo por qué ciertos elementos están ahí y cómo funcionan en el conjunto de la pieza. Eso me permite hacer pequeños cambios, reajustes que les dan más cuerpo y sentido a esos aspectos de la escena. Finalmente, decirte que justo la semana pasada hice RELIC y TITANS, ambas llevan años en gira pero regresar a los dos a la vez después del estreno de ELENIT, ha sido interesante. Siento que ahora empiezo a entender la estructura de las tres piezas. Me he dado cuenta de que en cada una hay elementos de la siguiente, es como si cada pieza fuera una pequeña cápsula del próximo trabajo. Pero no soy capaz de decir mucho más. Todavía no soy capaz de hablar sobre qué significa tener esas tres piezas.
Con esta idea de retrospectiva sobre tu trabajo, echando la vista atrás al teatro que nació en plena crisis y de donde salieron más artistas: ¿dónde te sitúas ahora a ti mismo y a tu trabajo con relación a ese momento?
Cuando de repente llega la crisis, la gente empieza a fijarse en Grecia y en particular en Atenas. La crisis nos pone en el mapa. Y no es porque no ocurriera nada antes de la crisis, de hecho, había gente muy interesante haciendo cosas. Pero nadie se había fijado. Grecia no tenía una estructura para promocionar su teatro en el extranjero así que, de algún modo, la crisis también supuso una oportunidad para la comunidad artística. ‘Gracias’ a la crisis la gente empieza a mirarnos. Algunos tuvimos la oportunidad de viajar al extranjero con nuestro trabajo y hemos tenido la suerte de seguir viajando. Ha habido evoluciones muy diferentes. Creo que eso se debe a que cada artista quiere cosas diferentes, y que cada artista debe seguir las necesidades que surgen de sus ideas o de sus inspiraciones. En mi caso, una vez apareció la idea de ELENIT, tenía dos opciones: renunciar a esa idea o conseguir las condiciones para hacerlo. Tenía que ser capaz de pagar a ocho actores y al equipo técnico. No ha sido fácil. Pero a la vez, eso me ha llevado a colaborar con la Fundación Onassis y a tener más productores internacionales de lo que he tenido en mis producciones anteriores. Pero no estoy seguro de si estoy contestando a tu pregunta…
Sí, lo estás haciendo. Lo que quería decir es que durante la crisis surgen lenguajes muy distintos y aún así se habla de vosotros como una generación. Me pregunto si eso es algo circunstancial o si hay una particularidad estética que unifique trabajos tan dispares como el tuyo y el del colectivo Blitz, Anestis Azas y Prodromos Tsinikoris, y Lena Kitsopoulou, por nombrar solo algunos.
Lo cierto es que en ese momento también aparece Yorgos Lanthimos y lo que se llama la nueva ola griega en el cine. La verdad es que no tengo muy claro como todo esto confluye, pero lo cierto es que, como he dicho al principio, la austeridad minimiza tus opciones. Lo que ocurría antes de la crisis es que había mucha imitación, sobre todo del teatro que venía de Alemania: [Thomas] Ostermeir, Anne Teresa de Keersmaeker, Willima Forsythe, ese estilo. Pero de repente con la austeridad imitar es un lujo que nadie se puede permitir. Quiero decir, en los hospitales había escasez de medicinas. Si en esas circunstancias escoges hacer arte, significa que de verdad crees que tienes algo que decir, algo que todavía no se ha dicho, algo que necesitas decir. Eso propicia que voces muy fuertes, únicas y con mucha personalidad aparezcan en ese momento. Pero todas era muy distintas, muy heterogéneas. No soy capaz de hablar de una evolución común, pero tampoco soy capaz de ver qué es lo siguiente. Tal vez necesitemos 10 años más para poder evaluar las consecuencias de todo lo que floreció a pesar de la crisis.