En todos tus trabajos realizas una investigación profunda sobre los temas que vas a abordar, ahondando en conceptos y estudios científicos, filosóficos o sociales. ¿Cuál es el origen de estos seres medio plantas medio humanos?
Me he inspirado en el Tercer Manifiesto del Paisaje de Gilles Clément, que habla sobre lo que se encuentra fuera del jardín, lo que no está bajo dominio de nadie. Hay una lucha entre dos conceptos, entre lo controlado y lo que florece en libertad de forma natural y salvaje. Quizás éste último podría definir lo que debería ser nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza. Es obvio que somos un animal muy frágil y hay cosas que necesitamos seguir controlando, tenemos que alimentarnos, protegernos…, pero no tenemos por qué aplastar otro tipo de vida, hemos abandonado la alteridad y otra posición más de escucha o de observación, sin intervención. Creo que sería interesante establecer esa relación dual con la naturaleza. En mi caso, en trabajos anteriores he intentado controlar mucho todo, con todo predefinido, y en este me he puesto más en un lugar más de observadora para recoger lo que va surgiendo. Aparte de Clément también me he interesado en el concepto de rizoma que desarrollan Gilles Deleuze y Félix Guattari en su libro Mille plateaux. Hablan de la hierba como algo que no tiene centro, sin una lógica o estructura, que va desarrollando bulbos y articulaciones, sin jerarquías. Los humanos siempre hemos atribuido a la naturaleza cosas que nos interesaban a nivel social, moral o político: la competitividad, la ley del más fuerte, la jerarquía, las relaciones heterosexuales… ¿Cuántas veces hemos oído eso de que la unión de una pareja del mismo sexo no es natural? Ahora ya sabemos que no es cierto. Por eso me he acercado a autores que exponen una multiplicidad de maneras de funcionar a muchos niveles. Eso representan para mí las malas hierbas, esas otras formas de ser.
¿También reivindica lo salvaje?
Es que hay que volver a invitar a lo salvaje en relación con nosotros mismos y con los demás, pero no lo salvaje desde una mirada colonial, sino en lo que se refiere a todo lo que tiene una espontaneidad y se sale del control y lo dirigido, porque es donde radica lo vital.
Cogiendo como referencia el título y el sentido de tu propuesta, ¿tú misma como creadora te sientes una mala hierba que crece al margen del jardín oficial?
Totalmente, coincide mucho con mi experiencia, con mi manera de vivir y de haber desarrollado todo mi trabajo. A veces tienes suerte y la libertad de la que disfrutas creando de esta forma es acogida por parte de algún espacio que sí está en el centro, pero lo normal es que tu manera de funcionar se encuentre al margen de los circuitos oficiales. Es indudable que mantener cierta autenticidad que para mí es importante y poder hacer lo que quiero te limita en ciertas cosas, pero en mi caso he tenido suerte porque ser constante en ese camino al final, sobre todo estos últimos años, me ha abierto puertas interesantes. No ha llegado de la nada, hay mucho recorrido en creer en lo que haces y resistir.
Supongo, que es más complicado, si cabe, moviéndote en un campo “transdisciplinar”, como tú misma lo defines.
Es un aspecto del que estoy muy orgullosa, pero resulta muy difícil. Desde lo básico, cuando te enfrentas a rellenar un impreso administrativo, de subvenciones o para optar a ser programada en algún sitio, todas las artes escénicas están separadas, puedes decir que tu propuesta es teatro, que es danza o música, pero no existe un apartado para poner: “pues es un espectáculo que mezcla teatro, danza, tecnología, pero también es un concierto…” (risas). No es sencillo no dejar que te clasifiquen, pero es una cuestión de mantener una coherencia con lo que hago. Por ahí va también la idea de estos personajes de TheBadweeds, son unos seres que se salen de cualquier definición identitaria. Ellos ocupan un espacio que no es fijo, sino que representan una transición entre cosas, son ‘transespecies’ o ‘transplantarias’, por decirlo de algún modo. Son libres y se salen de la lógica de la categorización.
Este curioso trío musical, ¿qué mensaje viene a transmitirnos con sus canciones?
Ellos, desde lo vegetal, quieren buscar una manera de ser más resilientes y poder sobrevivir. Quieren demostrar que tienen mucho que compartir y que sus cualidades podrían inspirarnos. Hablan mucho de la fotosíntesis, por ejemplo, de esa conexión con el universo que tienen al alimentarse de una estrella. También reivindican que lo vegetal no es algo que está ahí silencioso, sin ningún poder, como algo decorativo o un recurso, al fin y al cabo respiramos el oxígeno que crea y, por tanto, nuestra existencia tiene una dependencia directa de ello. Además, se crean muchos paralelismos y metáforas con lo humano, desde el tema de la tolerancia, de aceptar al diferente, al de los grupos que se encuentran apartados de la sociedad. Además, y aquí me ha inspirado mucho el filósofo Paul B. Preciado, hay una parte del discurso que va sobre la identidad como lugar abierto e híbrido tanto en aspectos de género como de origen.
Y escogen la cultura pop como medio para hacerse escuchar.
Al final es continuar con la relación entre lo marginal y lo ‘mainstream’. Son unos seres que se plantean que para llegar al máximo público posible, a su manera y como pueden, montan un show lo más parecido a los de íconos de la música que triunfan. Las coreografías tienen como referentes a Michael Jackson, Madonna, Britney Spears, Beyoncé… porque son códigos reconocibles por todos.
En las canciones habéis funcionado de la misma manera.
Yo escribía las canciones basándome en melodías muy conocidas como Ghostbusters, que aquí se titula Un herbicida es un ecocida, o la del anime Bola de Dragón, por ejemplo. Daba las referencias y con los compositores Baptiste Malgoire y KillaSon se creaba la música buscando ritmos del funk, electro o afrobeat.
Tiene que ser un momento maravilloso ese en el que les cuentas el proyecto a ambos.
(risas) Sí, aunque Baptiste ya me conoce y habíamos trabajado anteriormente. Lo que nos propusimos es pasar cinco días en un estudio de grabación los tres y componer unidos en base a las ideas que traía cada uno. Lo cierto es que nos lo hemos pasado muy bien.
Aunque no actúas, supongo que no te has podido resistir a meterte en estos curiosos disfraces que llevan los personajes.
Es la primera vez que no estoy involucrada de una u otra manera durante el espectáculo. Era importante tener esta nueva experiencia, es diferente, pero forma parte de mi evolución. En cuanto al disfraz, lo cierto es que ha habido muchos ataques de risa en el proceso, porque muchas veces estabas delante de ellos y no sabes si estaban de espaldas o de frente. Me di cuenta al crear alguna coreografía sin los disfraces que luego con ellos no funcionaba. Las líneas que marcaban todos los bailarines con esos cuerpos maravillosos que tienen se perdían completamente. Así que tuve que diseñarlas con el traje puesto para ir viendo cómo quedaba y me forzó, aquí también, a abandonar la obsesión por el control y exactitud de los movimientos y abrazar la imprecisión y la fragilidad. También meterme en esa piel me facilitó mucho poder concebir a los tres personajes, porque son diferentes entre sí, aunque a priori te parezcan iguales, casi anónimos, tienen ciertas maneras de moverse y dinámicas que les distinguen.
Habéis realizado diferentes piezas de video, ¿vamos a poder verlas durante la función?
Uno de ellas seguro que sí, pero el para el proyecto se han elaborado diferentes objetos para su utilización en otros ámbitos, como en el perfil de Instagram que hemos creado para el grupo. La idea es que tenga una vida fuera del escenario, por ejemplo en redes, como si fuera una formación musical de verdad. También habrá un documental que recogerá más la parte científica que origina la propuesta, en la que contaremos con declaraciones de expertos, o partes del making of y un álbum que se podrá escuchar seguramente en plataformas. Nos hubiera gustado lanzar todo junto, pero para algunas cosas habrá que esperar un poco todavía. Ten en cuenta que se estrenó el pasado día 22 de marzo y Teatros del Canal es el segundo pase.
Has escrito que la propuesta evita el discurso ecopaternalista o apocalíptico.
Sí, porque mi desafío en este proyecto ha sido construir una ficción en la cual se ponga sobre el escenario un imaginario ‘ecosexy’, porque hay que volver el discurso ecológico algo alegre, estimulante, muy vital, y alejarlo del miedo y la culpabilidad. Hay que responsabilizarse desde otro lugar.
