¿Cómo te estás enfrentando a un material tan complicado como es la obra de Tabori?
Es un gran desafío, estamos todo el equipo trabajando con mucha intensidad y muchas horas, descubriendo un material casi inabarcable. Tabori escribe en distintos planos de expresión y comunicación y estamos ante un tema que no deja de ser una herida abierta. Además, es un texto que requiere la construcción de todas las infraestructuras narrativas propiamente escénicas porque su planteamiento en ese sentido es muy amplio.
¿Uno de los mayores retos es encontrar en cada pasaje del texto el tono correcto? Porque siendo un tema delicado, por ejemplo, tiene mucho humor.
Es muy complicado el equilibrio entre las diferentes líneas en las que se mueve: tanto para Helena como directora, para el escenógrafo, para Pere que interpreta al hijo, que es el alter ego de Tabori, o para mí al encarnar a Elsa. Encontrar el canal adecuado está costando muchísimo. Ten en cuenta que, por poner un ejemplo, al estar la madre presente en la narración de los hechos, es casi un testimonio pero, como nos lo cuenta el hijo, es un relato casi intelectual. Ayuda bastante la ironía que alberga la obra, se cuenta la tragedia, pero también una biografía doméstica, una suerte de dialéctica o crítica literaria y otras muchas cosas.
La parte más humorística viene, en parte, porque lo que nos cuenta no deja de ser una historia completamente rocambolesca. Casi recuerda a una producción de Chaplin.
Justamente Chaplin es uno de los referentes que nos está alimentando mucho en los ensayos. Porque es un humor que, más allá de la forma, te invita a una reflexión muy hermosa que es que estamos tratando con una sociedad donde había una inocencia que ya no existe, con una fe en el ser humano, en la propia sociedad y sus modos, que actualmente ha desaparecido. Ahora es raro encontrar personas que se rían con Chaplin o Jerry Lewis porque los tiempos cambian la manera de acercarse al humor y la ironía.
La inocencia que comentas, en tu personaje, es una de las particularidades que da más juego en el relato. Sorprende más porque ella ya había vivido el arresto de su esposo y de muchos allegados.
Esa inocencia, sin duda, la expresa en algunos momentos, pero también hay mucho de la necesidad que tiene de ser optimista para sobrevivir. En los ensayos hemos tenido muy en cuenta que lo que puede llegar a sentir es inabarcable y por eso en nuestras conversaciones estaba muy presente el tema de la irrepresentabilidad de la víctima. Cuando consultas libros, películas y material de las historias de judíos en la II Guerra Mundial, ves que resulta muy raro que se narren en primera persona, aparecen más como un gran coro trágico. Por eso esta obra supone un gran desafío, porque aquí no es sólo un testimonio propio sino que, además, combina el contexto trágico con la cotidianidad más trivial.
Tabori narra esta historia como autor y como personaje sabiendo que su madre es una superviviente. Es más, el hijo la tiene al lado en escena mientras cuenta la historia corrigiéndole y aportando detalles. ¿Le permite esto coger cierta distancia o plantear los hechos de una manera quizás más aséptica?
Hemos hablado mucho y podríamos seguir hablando largo y tendido sobre esto. De alguna manera ambos son personajes en fuga. Hay muchas referencias en cuanto a esto, Hannah Arendt, por ejemplo. Es la disyuntiva de cómo uno puede ser capaz de escribir o hacer poesía después del Holocausto o, por el contrario, que es precisamente después de aquello cuando hay que hacerlo con más motivo. Tabori elige enfrentarse a ello a través de una tragicomedia, de una especie de historia cabaretera con partes muy surrealistas. Así es capaz de combinar la sinrazón y el absurdo de los hechos, la narración oral del hijo y la dramaturgia emocional de la madre que es la testigo presencial y la que lo tiene que revivir.
La puesta en escena tiene que moverse entre el momento en el que el hijo nos está contando la historia y los sucesos de lo que cuenta. ¿Cómo ha planteado Helena esta duplicidad?
Helena no ha querido marcar en exceso la frontera entre esos momentos y los de la historia en sí. Es el gran desafío al que se ha enfrentado, es muy complicado de poner en escena. El propio texto precipita los acontecimientos, con lo que no puede ser una puesta en escena naturalista. Puede ser verosímil, estar hecho con profesionalidad, amor y todo lo que quieras añadir, pero tienes que huir de las formas del melodrama. Decíamos antes lo de los diferentes tonos, en esos giros irías ahogada si tuvieras que ir cambiando porque en un momento Elsa es joven o en otro es más mayor. No va por ahí la propuesta.
En la obra hay una química muy especial entre madre e hijo. ¿Cómo está siendo el trabajo con Pere?
Sí, mientras el hijo narra, se crea una cosa muy bonita con la madre, una cierta rivalidad por ver quién dice la verdad que anima el relato. Pere es un maravilloso compañero y como persona tiene mucha bondad. Ya nos conocíamos y hace unos meses, precisamente, estuvimos rodando juntos la película El favor. Siempre nos hemos entendido muy bien en el humor, pero hay que decir que, además, aquí tiene un reto muy grande porque su personaje tiene un texto complicadísimo y muy extenso. Mi personaje y los demás que aparecen, y la propia puesta en escena, le permiten coger aire, pero es un personaje que da vértigo.
Gran parte de la función es él narrando. ¿Cómo crees que lo va a recibir el público?
La suerte es que enseguida, por el tema que trata, se genera cierto respeto, un ambiente casi religioso, que ayuda al público no sólo a entrar en la propuesta, también a ser paciente en la escucha.
David Bueno, Xavi Frau y Sacha Tomé completan el elenco. ¿Van a interpretar a varios personajes cada uno?
Van a meterse principalmente en la piel de los dos soldados húngaros y el soldado alemán y a contribuir en ciertas dinámicas en el escenario. David, además, se encarga de la música e, incluso, cantamos una canción juntos.
Elsa se salva gracias a un soldado alemán y no puede evitar tener sentimientos encontrados con él.
Ese momento es tremendo, pero me parece que ella lo explica perfectamente y que expresa una reacción muy real. Cuando lo leí, pensé: “Qué maravilla poder decir esto. Encarnar esa duda es un privilegio”.
¿Está presente el sentimiento de culpa por haber sobrevivido?
Sí, ella ha vivido y vive con esa culpa pero, por su forma de ser, sus ganas de vivir le han ayudado a sobrellevarlo. No significa que no haya sufrido y que no siga sintiendo mucho dolor al recordar a su esposo, a las personas que iban arrestadas junto a ella y que no pudieron librarse o todo lo que ella vivió.
Dentro de poco se estrenará la película El favor, dirigida por Juana Macias, ¿algún otro proyecto pendiente?
Hay otra película que rodé este verano en Sevilla que no sé cuándo saldrá y ya tengo una nueva obra de teatro cerrada para después de esta. De todas formas, ahora estoy aislada de todo y centrada en esta obra.
Parece que estás en un momento fantástico profesionalmente.
Sí, no te puedo decir otra cosa (risas). Además, también estoy con un poemario, La geografía de tu nombre, que hace unos meses presenté y continúo moviéndolo en diferentes sitios.