Angélica Briseño y Gabriel Molina son los impulsores de La Usina, un espacio de formación, creación e investigación teatral.
Con su propia compañía Teatro de Operaciones han levantado un nuevo e interesante proyecto: Lear, una historia familiar, una versión libre de la tragedia de William Shakespeare que les ha permitido hablar de la violencia en las relaciones familiares.
Esta obra, dirigida por Gabriel y protagonizada por Nerea Domínguez, Yago Herrero, Jeremy Hornby, Juan Núñez, Andrea Orallo, Conchi Orgaz, Clara Ortega, Marcos Poidebard, Ángel Ramos, Lidia Ramírez, Lola Rodríguez y la propia Angélica Briseño, podrá verse los sábados 15, 22 y 29 de marzo y también el sábado 5 de abril.
Tras Sueño (Una noche de verano), volvéis a Shakespeare. ¿Qué tiene para vosotros su escritura para que hayáis querido regresar a él?
Angélica Briseño: Shakespeare siempre fue para nosotros una gran motivación, nos seduce mucho su escritura, creemos que sus conflictos son muy presentes. Citando a Peter Brook pensamos en Shakespeare como en un pedazo de carbón al rojo vivo, que puede calentar a los espectadores, y no tanto como algo histórico, sino como algo presente, actual.
Gabriel Molina: Nuestra vinculación con Shakespeare comenzó mucho antes de Sueño…, en el año 2004, cuando creamos la Compañía Teatro de Operaciones realizamos una versión de Macbeth, llamada F51.4 Macbeth, que estrenamos en la Sala Triángulo (hoy Teatro del Barrio) y que luego estuvo de gira y en varios festivales.
Fue nuestro primer contacto con el texto de Shakespeare y fue una experiencia también muy potente. Siempre nos pareció que había algo muy actual en su texto, que planteaba conflictos muy presentes, muy cercanos, algo con lo que nos reencontramos en Lear, una historia familiar.
¿Y qué os ha motivado a hacer esta versión de la obra de Shakespeare?
Angélica Briseño: El deseo de explorar, de investigar, de ponerle el cuerpo a la tragedia de Lear parte de una lectura en la cual nos encontramos con la historia de una familia, con sus conflictos, con las cosas no resueltas, no dichas, con la violencia que muchas veces se produce en los vínculos familiares.
Gabriel Molina: Nos interesaba explorar los conflictos familiares, y como se potencian y se proyectan los afectos en estas relaciones. Trabajamos con distintas traducciones y reformulamos el material, adaptándolo también al proceso de trabajo que fuimos realizando con la Compañía Teatro Operaciones.
Angélica Briseño: El tema del conflicto familiar nos parecía que era algo muy actual, muy presente. Dialogamos mucho con el equipo, nos preguntamos muchas cosas, además de todo lo que trabajamos poniendo el cuerpo, sobre las historias personales que nos vinculaban con esta cuestión, aquellos conflictos no hablados, no resueltos, que crecen sin resolver y llegan a estados de violencia, de locura como ocurre en Lear.
¿Había un interés personal, en este momento de vuestras vidas, en hablar de la violencia en las relaciones familiares?
Gabriel Molina: No fue una motivación personal de este momento de nuestras vidas, pero si lo fue en relación a la historia de nuestras familias, y también en la de los miembros de la compañía, donde encontramos un montón de antecedentes que nos permitían pensar cómo funcionaba eso, cómo funcionaba la violencia dentro de la estructura familiar, cuánto más cruel era esta violencia cuando estaban en juego los afectos, cuando se rompían, cuando se perdían, cuando lo histórico hacía que todo estuviera muy a flor de piel en un grupo familiar.
Angélica Briseño: Por otro lado, un tema que surgió entre nosotros y fue también muy potente, fue el tema de los mandatos familiares, los mandatos explícitos o no, que aparecen en los grupos familiares, en las relaciones entre padres e hijos, el peso de esos mandatos, un tema muy presente en Lear, cómo resolver, como poder tomar una posición personal frente a estos mandatos, algo que muchas veces se resuelve bien y otras veces no tanto.
¿Los hijos somos ingratos por naturaleza? Es como que nunca podremos estar a la altura como hijos de los cuidados que nos proporcionan los padres…
Gabriel Molina: Hay un lugar de esta posición de hijos que tienen que responder con gratitud eterna a los cuidados que nos proporcionan nuestros padres, que establece una especie de callejón sin salida. Una parte de nosotros quieres devolver todo eso, cuidarlos, responder, nuevamente, a este tema de los mandatos y de lo que se espera de nosotros. Y otra parte de nosotros necesita construir su propio camino, su propia vida, desprenderse.
Angélica Briseño: Creo que poder desprenderse, es lo que le permite a Cordelia tomar alguna de las decisiones que toma, y muchas de estas reflexiones produjeron además, cambios en nuestra adaptación, se desarrollaron otros materiales que no estaban en el texto original, tuvimos la necesidad de contar también esos momentos en lo que Cordelia está fuera, exiliada, elaborando ese vacío, haciéndose fuerte, construyendo su regreso, para encontrarse con su padre.
¿Es necesario conocer el grado de afecto o amor que los hijos tienen por los padres y madres? ¿No es un juego peligroso?
Gabriel Molina: Creo que es un juego de afectos, que puede ser peligroso si uno no tiene ninguna perspectiva o distancia que permita verlo desde otro lugar, poder pensar, que desprenderse no es dejar de amar, sino que desprenderse es amar mejor, hay algo de la libertad que está en juego en estas relaciones.
Angélica Briseño: Lear elimina esa libertad cuando comienza la tragedia obligando a sus hijas a un concurso de retórica afectiva, humillante por cierto, y Cordelia es el único personaje que se resiste a mercantilizar su afecto por su padre, ella ejerce allí su libertad, pero tiene como castigo con un coste afectivo muy grande…
¿Cómo habéis construido esta versión libre? ¿Qué cosas cambian con respecto a la original?
Gabriel Molina: Partimos de varias traducciones, algunas más contemporáneas, hasta encontrar un texto de trabajo que se fue modificando en el trabajo con la compañía, en la medida que fuimos detectando otras necesidades narrativas que nos pedía el proyecto. Lear como imagen de una autoridad patriarcal omnipotente, abre en clave grotesca la obra y provoca la caída hacia el abismo general. La ruptura de ese universo familiar, el caos afectivo que produce, el desamor, la destrucción de los lazos familiares, fueron los temas que impulsaron el proyecto y nuestra adaptación del texto.
Angélica Briseño: La obra es compleja e irreductible a un único significado, nos interesaba explorar las relaciones familiares desde los distintos planos narrativos que presenta, con múltiples sentidos, interrogarnos de manera personal como grupo creador sobre esos conflictos, trasladar esos interrogantes a los espectadores de la tragedia. Creemos que la esencia del texto original está viva y sensible en nuestra propuesta y que la escenas que se adaptaron, por ejemplo en el recorrido de Cordelia, responden al efecto que el mismo produjo en nosotros.
¿Cómo ha sido ese trabajo de investigación sobre Lear? ¿En qué ha consistido?
Gabriel Molina: El trabajo de adaptación del texto comenzó a finales de 2023, donde trabajamos en el armado de un primer texto de trabajo, y en enero 2024 comenzamos el trabajo de investigación con la compañía, con muchas sesiones de entrenamiento, trabajando en la creación de los personajes, y realizando también modificaciones en la adaptación a partir de la producción de los actores, y de la construcción de un lenguaje en el espacio para contar esta producción.
Angélica Briseño: El trabajo con el texto en el entrenamiento, ponerle el cuerpo, fue muy intenso, y las imágenes que se fueron produciendo en el espacio aportaron material para la puesta en escena, trabajar desde el primer día en la sala teatral con todas sus posibilidades a nuestra disposición generó un cúmulo de imágenes, muchas de las cuales llegaron a la puesta final del proyecto.
Durante este proceso, ¿habéis descubierto cosas de la obra en las que no habíais reparado antes?
Gabriel Molina: Sí. El proceso de investigación nos permitió descubrir y explorar aspectos que no aparecían en una primera lectura de la obra. Tuvimos la necesidad de desarrollar más algunas situaciones y personajes, como en el caso de Cordelia, explorar distintos dispositivos escénicos que se fueron modificando a medida que avanzábamos en la investigación.
Angélica Briseño: Descubrimos también que el tema de la locura está muy presente en la obra. Ese espacio de desorden mental, ese espacio y lugar en el cual uno pierde de vista las referencias y se encuentra con el vacío, ese tocar fondo, que en algunos personajes es la posibilidad de darse cuenta de algo, que tal vez, si no hubieran llegado hasta allí, jamás lo hubieran descubierto.
¿Y con respecto a vosotros mismos?
Angélica Briseño: Con respecto a nosotros, como compañía, tuvimos la oportunidad de dialogar sobre lo que nos pasaba en relación a nuestros padres mayores. Que nos pasaba con eso, con esta cuestión del cuidado y el desprendimiento a la vez y todo lo que eso movilizaba.
Gabriel Molina: Por otro lado, con respecto a nosotros, como equipo de trabajo, podría decir que cada paso que uno da en un proceso de investigación y de creación tiene algo personal, si uno es genuino con lo que se está preguntando y lo que está trabajando siempre termina poniendo algo personal, y eso hace que estemos nosotros también en la narrativa de esta adaptación.
Decís que Lear es una metáfora de nuestras grietas. A vuestro parecer, ¿cuál serían esas grietas que nos hacen no estar bien construidos?
Gabriel Molina: Lear es una metáfora de nuestras grietas porque de alguna manera, los temas que plantea la obra están presentes en nosotros: la vanidad, el orgullo, el egoísmo, la culpa, el perdón… son afectos en los que, en algún momento, todos quedamos atrapados, son esos momentos de ceguera que plantea Lear.
Angélica Briseño: A su vez, todos estamos construidos a partir de nuestras propias experiencias familiares, y a la vez realizamos una transmisión a nuestros hijos desde nuestra propia experiencia. A veces una piensa en el deseo de no repetir estructuras que vivió, conductas de una que no quisiera transmitir a sus hijos y por otro lado parece como imposible porque la transmisión se realiza igual, aun cuando una no quiera transmitirlo.
Gabriel Molina: Lear parece descubrir a sus hijas luego de su acto de vanidad, y al empezar a descubrir cómo son, comienza a perder su identidad, a perderse en la locura, en el vacío, como si no las hubiera conocido antes. En la propia negación está el efecto, supongo que esas son las grietas de las que hablamos en la obra, algo de la ambición shakespeariana que desemboca en la violencia familiar, la búsqueda salvaje del poder que termina borrando a las personas.
Angélica Briseño: Al comenzar nuestro proyecto Lear, una historia familiar, hablamos de la negación, de lo no dicho y de sus efectos en la relaciones familiares, y apuntamos una frase, que significaba estos descubrimientos: Cría cuervos y te comerán los ojos.
¿Cómo es la puesta en escena que habéis elaborado?
Gabriel Molina: La puesta en escena fue definiéndose en la medida que avanzaba la investigación. Tuvimos la necesidad de cambiar todo el suelo del escenario y trabajar con texturas diferentes, necesitamos construir algunos materiales, y trabajamos con una referencia al color en los vestuarios que son rojos. Modificamos en distintos momentos del trabajo, la ubicación de los espectadores, hasta llegar al dispositivo escénico que finalmente elegimos, y todo esto fue posible trabajando en la sala y explorando todas las posibilidades de la misma desde el primer día.
Angélica Briseño: Trabajamos mucho con la acción física en escena para generar la potencia que creíamos que tenía que tener el material y por otro lado, exploramos también la sensualidad y el erotismo que presentaban algunos vínculos, el erotismo del poder y de lo prohibido que desarrollan algunos personajes.
En esta obra la naturaleza es un personaje más. ¿Cómo resolvéis vosotros este tema?
Gabriel Molina: El tema de la naturaleza es muy fuerte en Lear, emprendimos el desafío de narrar la tempestad, y nuestro deseo era trabajar con agua en la tormenta, algo que nos presentaba una serie de dificultades. Luego de probar varios dispositivos, encontramos una forma de resolverlo, sin renunciar al agua, pero con un mecanismo posible y manipulable, que nos permitía jugar con Lear, él bufón y Tom en las escenas de la tempestad.
Angélica Briseño: La fuerza de la naturaleza, su implacable frialdad e indiferencia, su inmensidad frente nuestras pequeñas miserias y vanidades es una imagen muy potente en Lear, es el vacío en medio de la tempestad, es la ceguera de Glowcester en un eterno descampado, supongo que es algo real en nuestra propia experiencia de vida, esos momentos en los que ocurre algún desastre tan imponente, en los que uno se da cuenta del verdadero valor de las cosas, de la vida, y de la enorme cantidad de estupideces que nos preocupan constantemente.
El bien y el mal son territorios claramente delimitados en la obra. Los personajes se distribuyen en dos grupos básicos: Lear, Cordelia, Edgard y Glowcester están del lado del ‘bien’; Goneril, Regan, Edmund y Cornwall están del lado del ‘mal’. Sin embargo, ¿es posible simplificar tanto a estos personajes?
Angélica Briseño: Personalmente, en nuestro trabajo, no pudimos o no quisimos simplificar de una manera tan lineal a los buenos y los malos. Creemos que la genialidad de Shakespeare es que sus personajes están llenos de virtudes y defectos, que todos tienen sus fallas, su hibris, y que en su recorrido algunos logran darse cuenta de algo y otros no. Aún Lear, Cordelia, Glowcester, pagan sus pecados de orgullo o vanidad, y por otro lado, Goneril, Regan, Edmund, son fruto del trato recibido y en algún caso, como en el recorrido de Edmund, logran comprender la rueda completa de su círculo.
Gabriel Molina: Quizás lo más atractivo de los personajes de Shakespeare sea su complejidad, y explorando sus conductas, vemos que todas tienen un por qué y una ‘grieta que los llevar a obrar de una determinada manera. La herida es algo generalizado en cada uno de los personajes, y obran a través de sus heridas, es parte de la genialidad de Shakespeare, sus personajes son mucho más interesantes, y también lo es para el actor, es mucho más interesante poder transitar en escena el conflicto interno de un personaje, con todos sus matices, sus virtudes, sus defectos, sus contradicciones.
No siempre, hay de todo, claro, pero vuestros proyectos suelen estar compuestos por grandes elencos, algo que va en contra de lo que ocurre por norma en los teatros independientes. Recuerdo ¿Qué fue de los corderos?, La Extraña Transformación del Sr Smith, Zootropos, la ya mencionada Sueño (Una noche de verano). ¿Por qué soléis hacerlo así? ¿Es algo premeditado o es lo que demandan los proyectos en los que queréis meteros?
Angélica Briseño: Es verdad no siempre, también hemos creado proyectos más pequeños, con uno o dos personajes, como Close Up o Waterclose, pero cuando nos embarcamos en grandes textos, en grandes desafíos, en preguntas sobre materiales complejos, trabajamos con nuestra propia compañía Teatro Operaciones.
Gabriel Molina: Es una compañía que está compuesta por un grupo de intérpretes con los que nos embarcamos en proyectos de investigación, muchos de ellos se van repitiendo en distintos emprendimientos, lo cual nos permite conocernos y tener una experiencia adquirida.
Para que todo cuadre a la perfección con elencos así y en un espacio como La Usina tiene que haber un gran trabajo previo. ¿Cuanto tiempo de trabajo lleva montar una obra como esta? ¿Y cómo es ese trabajo casi de orfebrería?
Gabriel Molina: Los procesos de trabajo suelen llevar varios meses explorando un material hasta encontrar un lenguaje común a la propuesta. En Lear, una historia familiar, como comentamos antes, el trabajo de adaptación del texto comenzó a finales de 2023, donde trabajamos en la adaptación y en la constitución del primer texto de trabajo, y ya en enero de 2024 comenzamos el trabajo de investigación con la compañía, con muchas sesiones de entrenamiento, trabajando en la creación de los personajes, y en la construcción de un lenguaje en el espacio que nos permitiera contar esta producción.
Angélica Briseño: La facilidad, o en todo caso la riqueza que tiene trabajar en la misma sala teatral donde finalmente terminamos estrenando el proyecto, nos permitió utilizar todas sus posibilidades, explorando tanto el dispositivo escénico durante el proyecto, así como la creación del espacio sonoro, explorar una narrativa particular a partir del manejo de la luz, e investigar también con proyecciones en vivo con el adentro y el afuera de la sala, en la construcción de un afuera real, urbano para el exilio de Cordelia, ciertamente un trabajo orfebrería en el que se fueron integrando las distintas áreas del proceso de creación.
En esta obra ya conocida, Lear emerge como un nuevo ser positivo después de un proceso de purificación que lo hace renacer. ¿Siempre hay lugar para la redención de un ser humano?
Angélica Briseño: No podría afirmar que siempre, el emerger de Lear, el darse cuenta de su ‘ceguera’ y todo su proceso anagnórisis, lleva consigo un cúmulo muy grande de dolor, y no siempre estos procesos terminan con claridad para los personajes, en este caso sí, aunque sea por un tiempo tan breve hasta la muerte de Cordelia y la propia.
Gabriel Molina: Este proceso de darse cuenta, que ocurre también en otros personajes como Cordelia, en Glowcester, en Edgard, incluso en Edmund al final, presenta una parte positiva, como un aprendizaje de vida, pero a su vez, en una tragedia tan cruel, el precio es la vida misma de los personajes.
No creo que siempre haya redención en el ser humano, muchos personajes mantienen la ceguera hasta el final, pero muchas veces una experiencia vital o afectiva potente nos permite descubrir otra forma de pensar nuestras vidas, de repensarnos.
¿Y siempre hay lugar para el perdón dentro de las familias?
Gabriel Molina: Es una pregunta complicada, creo que el perdón dentro de las familias empieza cuando uno se perdona a sí mismo, cuando uno puede comprenderse y comprender al otro. Creo que existe esa posibilidad únicamente al ponernos en el lugar del otro.
Angélica Briseño: Ponerse en el lugar del otro y también, vuelve algo que ya comentamos, para que pueda haber perdón dentro de la familia tiene que producirse un movimiento, poder vernos desde otro lugar, una distancia para encontrarnos, para vernos de otra manera, y este proceso que aparece muy claro en Cordelia, también tiene efecto en los otros personajes en los que se produce esta transformación.
También hay dos paralelismos que se hacen siempre sobre la tormenta de Lear y la ceguera de Glowcester. ¿La oscuridad es lo que da paso a la iluminación espiritual posterior?
Angélica Briseño: Es la encrucijada en la que Shakespeare coloca a estos personajes, como una condición para alcanzar esa iluminación verdadera, a ese ver de verdad, el haber tenido que tocar fondo, el haber estado en la oscuridad más profunda.
Gabriel Molina: Hay algo en común entre la peripecia de Lear y la de Glowcester, pero en un juego inverso. Lear comienza desde la ceguera del poder y de la omnipotencia, y comienza a ver, a verse a sí mismo, cuando se encuentra desprovisto de todo, en la mayor orfandad y al borde de la locura. En cambio es la ceguera física, real, la que lleva a Glowcester a ver, a descubrir la verdad, y a reconocer sus errores.
Angélica Briseño: Locura y ceguera como posibilidad de conocimiento, de encontrar la luz, la identidad, es una de las cualidades de esta obra de Shakespeare, caminan de manera paralela, con distintas metáforas, pero cuentan algo común.
¿Siempre sería necesario tener a alguien como el bufón a nuestro lado que nos diga la verdad y nos haga ver la estupidez de nuestros actos?
Gabriel Molina: Por supuesto. El bufón es fundamental, al estar viendo todo desde fuera estando dentro, puede decir la verdad a la cara de todos. La verdad desde lo absurdo, la verdad desde el humor, desde la ironía, pero en el fondo, pone en tela de juicio todas las convenciones y las hipocresías de nuestra sociedad.
Angélica Briseño: Definitivamente es fundamental. Es una bisagra. Te permite pensar la obra desde otro lugar, es una reflexión que abre una ventana diferente para el espectador, y nos hace ver la estupidez de nuestros actos.
Gabriel Molina: Aquel que dice la verdad, aquel que además, como diría Ian Kott, establece el punto grotesco dentro de la tragedia. Es un personaje clave, ya que se le permite decir la verdad, sin filtros. En una obra que dramatiza la decadencia de un orden social sin consuelo, aparece el bufón para mostrarnos el absurdo de este mundo.
¿Qué queréis provocar en el público con esta obra? ¿Qué poso queréis dejarle tras su paso por La Usina?
Gabriel Molina: En principio queremos contar nuestro Lear. Queremos hablar de una historia familiar, de la violencia que ocurre en las historias familiares. Es un montaje muy potente. Y a la vez en una sala pequeña donde todo lo que ocurre es muy cercano.
Angélica Briseño: Por otro lado, queremos que realicen este viaje junto a los personajes. Que puedan ser tocados por las cosas que ocurren en la obra, y si quisiéramos dejar algo en el espectador tras su paso por nuestra sala, por nuestro Lear, quisiéramos que fuera una experiencia bella, sensible, reflexiva, aun en la tragedia más cruel, que no los deje indiferentes.
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