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Sobre la preocupante deshumanización que nos acecha

Miguel Torres: “Hay que educar para que hacer el bien sea algo que produzca placer”

Miguel Torres, el impulsor de Teatro Lagrada, dirige Tierra convexa, un texto de Juana Escabias que, partiendo de la historia de un personaje real que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, habla de muchos de los problemas que siguen asolando a la sociedad contemporánea.

Miguel Cambero, Eva Bacardit, Jorge Izquierdo, Alba Martín Centenera y el propio Torres son los protagonistas de esta historia que tiene muchas capas.

 

Tierra Convexa es un texto bastante crudo. ¿Por qué has decidido contar esta historia?

Yo creo que crudo es la historia de Albert Fish sobre la que Juana escribe su texto de denuncia de los ‘mass media’, el poder que siempre han tenido los medios de comunicación para influir de forma torticera en la sociedad potenciado en el presente por las redes ‘sociales’, pero sí, pensar que Albert Fish ha existido espeluzna, es un personaje que se estudia en criminología.

 

Entre tanto monólogo y comedia fácil, ¿hay espacio en la cartelera para obras así?

Intento hacer lo que creo que tengo que hacer y si no hay hueco hay que hacérselo. El entretenimiento si no es alienante es necesario pero el arte es otra cosa, su cometido es humanizar, sensibilizar, despertar los sentimientos de su letargo, no podemos bajar los brazos y dejar que la alienación campe por sus fueros.

 

La autora es Juana Escabias, una gran referente de nuestras Artes Escénicas. ¿Has hablado con ella a la hora de llevarlo a cabo? ¿Le has contado las ideas que tenías para la propuesta?

Juana y yo nos conocemos desde hace más de veinte años, hemos colaborado juntos en algún que otro proyecto y me ha dejado libertad absoluta para abordar el trabajo; sabe que no voy a traicionar la esencia de su texto.

 

¿De qué habla Tierra Convexa?

El caso de Albert Fish, al igual que otros casos de psicópatas daría para muchos ríos de tinta pero no es el caso. La obra en el fondo habla de los bulos periodísticos, de la utilización torticera de la Inteligencia Artificial, de Facebook, Instagram, Meta… de cómo en el momento presente todo es negocio, de cómo se utiliza todo el avance tecnológico para las ‘guerras modernas’… Estamos llegando a un nivel de deshumanización preocupante, puede llegar un nuevo desastre mayor que el de la Segunda Guerra Mundial y después nos rasgaremos las vestiduras y vuelta a empezar. Viajamos a una velocidad vertiginosa que no nos deja espacio para la reflexión.

 

Es un texto con muchas capas ¿no?, parece que la obra va a ir por un lado y de repente todo gira.

Sí. El racismo, la violencia, la hipocresía, la mentira, las clases sociales o la ambición son cosas que también se plasman en el texto. El momento final de la obra explica por qué sucede lo que sucede. Los finales en las obras dramáticas son importantísimos, un mal final puede desinflar un proceso interesante y aquí Juana lo maneja de forma magistral.

 

¿Cómo es la puesta en escena que habéis desarrollado?

Es un poco complejo porque el texto plantea tres espacios similares pero diferentes, y lo hemos solventado de la mejor manera posible. También he quitado algún objeto que aparecía en el texto y que no aportaba demasiado a la obra. No soy radical pero me gusta el minimalismo, que los objetos no distraigan el trabajo de los actores y he sintetizado bastante el espacio. Y tal y como te comentado antes, Juana me dio libertad absoluta, aunque bien es cierto que le comuniqué los cambios y no puso ningún reparo.

 

Sobre la preocupante deshumanización que nos acecha en Madrid

 

¿Qué personajes nos encontramos en la obra?

En la obra aparece un adicto al trabajo, que se da cuenta del tiempo que ha perdido, que sería Herber Collins; tenemos a un inestable emocional fruto de una juventud tortuosa, que sería John Collins; hay una mujer ambiciosa por escalar socialmente, que sería Bianca Farrell; una mujer joven e ingenua creyente en el amor (Laura Collins); y un enfermo peligroso (Albert Fish). Es un abanico de personajes que acaban todos desfondados, destruidos.

 

Tú das vida a Albert Fish, el enfermo peligroso. El texto está ahí y esa es la base de todo, pero ¿por dónde has transitado para meterte en la piel de Albert? ¿A qué has apelado?

Lo he abordado como cualquier otro trabajo actoral. Es cierto que es un personaje complejo por la violencia que destila, y las imágenes que provoca en los espectadores son demoledoras, pero el actor ha de trabajar con ‘distancia’. La vida en la escena es análoga a la vida real, es real pero análoga, y dos cosas análogas no son la misma cosa. Bien es cierto que hay un par de frases en el texto en las que no conseguía ese distanciamiento necesario. Así que terminé por eliminarlas, porque no devaluaba nada la obra si las quitaba y así lo hice, no quise seguir trabajando para conseguir ese distanciamiento.

 

¿Adentrarse en esos páramos de oscuridad da miedo por lo que uno puede descubrir de sí mismo?

Adentrarse voluntariamente en tu propia oscuridad y forzar tu inconsciente pertenece al terreno de la terapia. Otra cosa es que trabajando aparezcan experiencias personales que el inconsciente ha dejado fluir, eso es liberador, por eso yo no tengo ningún miedo a enfrentarme a personajes tan tétricos como Albert Fish, e intento trabajar y trasmitir esto mediante el trabajo técnico a los alumnos.

 

¿Y qué premisas le has dado al resto del elenco para que se metan en el resto de personajes? ¿Por dónde les has hecho trabajar?

Todxs ellxs han pasado por mis clases y conocen cómo trabajo y por eso no realizamos ningún planteamiento teórico previo, directamente comenzamos a investigar con los parámetros que ya todos manejamos. No forzamos nada en aras de un resultado más o menos espectacular.

 

Muchas veces, personas que han cometido crímenes de este tipo no son capaces de demostrar arrepentimiento ni de lamentarlo siquiera, como dice Albert, en la obra. ¿Es porque siempre han confundido los límites entre el bien y el mal, porque son capaces de disociar la realidad sin remordimientos, porque no tienen alma ni conciencia?

La ética, la moral, son resultados prácticos de continuidad de la especie. Sin estos principios tenderíamos a nuestra propia destrucción. Tenemos ejemplos en la actualidad. Albert es un enfermo, no es inocente de sus crímenes pero no es responsable, solo tiene conciencia de qué es bueno para él, causa dolor en el otro porque a él le produce placer independientemente del estado del otro. Yo estoy en contra de la pena de muerte por este motivo. El miedo nos lleva a destruir aquello que nos produce miedo. Se conocen los antecedentes familiares de Fish y son el manual perfecto de cómo fabricar un psicópata, aunque también es cierto que algo hay que hacer con estos seres humanos que no pueden vivir en sociedad. En la película Perros de Paja, Dustin Hoffman vence su miedo y se enfrenta a la barbarie para proteger de un linchamiento a un enfermo que ha matado a una joven. Eso es un poco lo que quiero decir.

 

Otra de las capas es la labor del periodismo. ¿Dónde está la frontera entre la información y el morbo?

Pues volvemos a lo mismo de antes. ¿Por qué se fabrica un bulo cuando sabes que es mentira? Eso no es ético, solo se hace en beneficio propio independientemente del mal que ocasiones al otro. Los psicópatas que matan son un porcentaje muy pequeño, ya que hay muchos grados de psicopatía. Tenemos que educar para que hacer el bien al otro nos produzca placer, hay que trabajar la empatía desde que nacemos, la educación primaria es para mí muchísimo más importante que una carrera universitaria. Yo creo que los personajes de Tierra Convexa sacrifican todo en aras de un resultado económico y quizás también narcisista. Y ese es para mí el error que muchas veces cometemos como sociedad.

 

Ahora vemos cómo los asesinos cuentan su historia en la televisión gracias a grandes sumas de dinero…

Pues sí, parece que esa es la tendencia. El sensacionalismo, el morbo, y la hipérbole es lo que vende ahora mismo. Aunque lo de ‘Pan y circo’ ya se decía hace mucho tiempo. Pero quizás ahora sólo sea circo.

 

¿La televisión y las redes sociales son nuestro Dios contemporáneo?

Sí, el vacío asusta, la libertad también y tenemos que poner en algún lado la responsabilidad.

 

Sobre la preocupante deshumanización que nos acecha en Madrid

 

¿Qué futuro nos queda como sociedad si no podemos confiar en nada de lo que leemos o vemos?

Batallar, siempre batallar para poder confiar en el otro.

 

¿Todo periodista es juez como dicen en la obra?

No debería. Debe limitarse a contar los hechos, no a tomar partido o a juzgar nada.

 

¿Cuántos monstruos hay al final en esta obra? ¿Hay alguien inocente?

Yo creo que todos somos inocentes. Todos somos fruto de nuestro pasado, y el libre albedrío no existe.

 

En la obra se dice que mentir es un arte que requiere como materia prima la memoria… ¿El teatro no parte de esa misma premisa?

No, actuar no es mentir bien. Si es mentira no es verdad y entonces no puede haber analogía con lo verdadero de la vida. Un actor o actriz no dice un texto de memoria, las palabras no son la causa sino la consecuencia de una vida creada. Los ensayos van creando imágenes que se relacionan con las palabras que vas haciendo tuyas poco a poco.

 

¿Todo en la vida es dinero?

Es una buena herramienta pero se utiliza mal, debería ser un medio y sin embargo es un fin. Tener lo imprescindible para vivir es loable, el problema es cuanto es lo imprescindible para vivir.

 

¿El ser humano tiene su mayor deseo en la necesidad de trascender, de la forma que sea?

Yo tenía una tía que murió a los 104 años y en su 100 cumpleaños me dijo: “Miguelín, yo me quiero morir, qué hago aquí”. La muerte da miedo, pero cuando entiendes que estamos de paso, que no somos nada más que un montón de moléculas se te quita la tontería.

 

¿Entonces tu mayor miedo, como alguien que se dedica a las Artes Escénicas, no es caer en el olvido?

No, para nada, estoy muy lejos de eso. El miedo se tiene a no tener trabajo, lo de la posteridad viene de añadido. O no.

 

¿Al final no hay opción: se trata de perder?

“Fracasa, fracasa de nuevo, fracasa mejor”, que decía el otro. Es tan fatigoso esto de vivir…

 

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