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Sobre la necesidad de ser amados

  • febrero 5, 2025
Por Sergio Díaz

Suerte: "Cuando crees que no mereces nada estás dispuesta a que te pasen por encima sólo para recibir un poco de amor"

Suerte es el nombre de esta joven creadora jacetana que es la autora e intérprete de Ya Nunca Tengo Hambre, una obra dirigida por Anna Sarrablo en la que conocemos a María, una mujer que, partiendo de las vivencias que atravesaron su adolescencia, se cuestiona la persecución incesante de la belleza y revive todas las veces que ha sobrepasado los límites de su propio cuerpo.

Esta obra sobre la necesidad de ser amados podrá verse los miércoles de febrero en La Escalera de Jacob.

¿Quién es Suerte?

Con los años me he dado cuenta de que lo que más me define es ser hija de quién soy y venir de donde vengo. Mis padres son dos bellísimas personas de Jaca que me han inculcado una mirada limpia hacia el mundo, el disfrute de la vida y la resiliencia y el trabajo. Esto me ha llevado a que, después de mucho surfear durante mis 28 años buscando mi identidad, he encontrado mi lugar, que es en el escenario o en la pantalla contando historias desde la verdad.

 

Comienzas estudiando Medicina. ¿Por qué decides dejar esa carrera para estudiar Artes Escénicas? ¿Cuándo comprendiste que tu camino iba por otro lado?

Lo que había estudiado sobre el cuerpo humano hasta los 18 años me interesaba mucho y la idea de poder ayudar a las personas en situación de vulnerabilidad me hizo en ese momento creer que la medicina era mi camino. En tercero de carrera fui a ver Antígona representada por el grupo de teatro de la universidad ,y en ese momento supe que había algo de lo que me había olvidado. Yo siempre había hecho teatro y danza en Jaca, pero cuando eres pequeña y no has desarrollado todavía tu propio criterio, las ideas de lo que es tener éxito o fracaso en la vida son las heredadas. En esa época el Instagram no se utilizaba como ahora y no tenía referentes, nadie que yo conocía se dedicaba a lo artístico. Simplemente la idea de ser actriz no estaba en mi imaginario. Estudié Arte Dramático a la vez que Medicina y cuando terminé las dos carreras me di cuenta de que las horas en el día son limitadas, que solo tenía una vida para vivirla como yo quería, y que o seguía al corazón o iba a ser tremendamente infeliz. Durante muchos años he estado en guerra con ‘el tiempo perdido’ durante la carrera de Medicina, pero ahora me doy cuenta de lo mucho que he aprendido del ser humano y de la vida en ese proceso.

 

¿Ese primer sábado de agosto de 2020 y esa visita al baño con la que comienzas la obra fueron el detonante de todo?

Ya Nunca Tengo Hambre es una pieza de autoficción que cuenta algunas vivencias mías, otras de gente que conozco, otras inventadas; todas atravesadas por una dramaturgia que las distorsiona y eleva para que la historia llegue de la manera más concreta posible al público. En el caso de la visita al baño, es una escena inventada. Necesitaba un disparador, un motor para que el personaje de María empezase a contar su historia. Me gusta hacer la distinción entre el personaje y yo. Es cierto que compartimos la herida, pero las decisiones creativas que he tomado a la hora de escribir e interpretar a María no siempre se rigen por mi moral. De hecho, el proceso de creación de la obra empezó hace tres años y en este tiempo yo he cambiado y sanado muchísimo. Ahora, a posteriori, me doy cuenta de que ha sido importante que la obra tardase en cocinarse. A la hora de ensayar he estado lo suficientemente distanciada como para poder interpretar al personaje con libertad y repetir la función todas las veces sin hacerme daño.

 

 

¿Cómo es la puesta en escena que habéis elaborado?

La puesta en escena busca la sencillez y la belleza. Es un altar, un vómito de rosas blancas y una iluminación y un espacio sonoro que genera dos mundos en los lo que la protagonista es la palabra. Por un lado está el mundo en el que María habla con el público en un tono más coloquial y cuenta su historia buscando compartir el dolor. Por otro lado está el mundo íntimo, surrealista, en el que se construye una cuarta pared y el lenguaje es mucho más poético. El espacio sonoro principalmente son sonidos que recuerdan los corporales, puesto que el léxico de la obra es el perteneciente al campo semántico del cuerpo y sus fluidos. Ha sido precioso poder hacer esta mezcla, verdaderamente me representa.

 

Siendo una obra tan personal, ¿cómo ha sido el trabajo de dirección de Anna Sarrablo? ¿Cómo te ha ayudado esa mirada externa?

Anna entró en la historia de una manera muy orgánica. Fue mi profesora en primero de interpretación y ya entonces nos entendíamos muy bien trabajando. Somos de generaciones diferentes y considero que nuestras visiones se han retroalimentado y han hecho crecer la propuesta. Además, como la danza ha estado presente en las formaciones de las dos, el cuerpo ha sido muy importante durante el proceso creativo y eso me ha ayudado mucho, soy una actriz muy física.

 

¿Contar la historia de tu autodestrucción -y renacimiento- es un acto de valentía?

No sé si es un acto de valentía o no, yo siento que es mi manera de vivir. No he tenido que hacer un esfuerzo para lanzarme al proceso de contar esta historia, es lo que me ha salido de manera natural. Escribir cosas que considero importantes, que creo que el mundo necesita escuchar y subirlas encima de un escenario es mi manera de darle sentido a la existencia. No podría no haberlo hecho.

 

Si el Trastorno de la Conducta Alimentaria no va de comer, ¿de dónde nacía en tu caso?

El TCA es una de las consecuencias de la opresión del sistema capitalista que nos dice que nunca seremos suficientemente guapas, suficientemente delgadas, inteligentes, interesantes… suficientemente nada. En mi caso, igual que en el caso de prácticamente todos los hijos de padres separados, la desestructuración familiar genera ciertas heridas y carencias que tienen que ver con la presencia o ausencia de tus progenitores, que te hacen sentir que no eres merecedora de amor. Es entonces cuando llega el sistema y te dice que efectivamente no lo mereces y que solo lo merecerás cuando alcances el canon de belleza hegemónico. Evidentemente el canon es algo que no existe, es una idea de perfección irreal y cuanto más te acercas a él más se aleja él de ti. Somos esclavas de la belleza, por mucha terapia que hagamos.

 

¿Pensar en el cuerpo ocupa gran parte de los pensamientos de las personas?

Sin duda. Siempre digo que si el tiempo que gasto en pensar en mi cuerpo lo pudiera invertir en mis proyectos haría el triple de cosas. Las mujeres estamos constantemente maquinando cómo ser suficientes en un mundo que nos exige la perfección. Buscamos la manera de ser más delgadas, más bellas, más inteligentes, mejores amigas, hijas, trabajadoras… más normativas, en definitiva. Las calles aplauden la normatividad y todos necesitamos aprobación, todos necesitamos sentirnos suficientes. Todos necesitamos que nos amen. Como dice Zahara en su canción Taylor, “Somos yonkis del cariño ajeno”. Lo que me parece alucinante de todo esto es que nos pase a todas y apenas hablemos de ello. Supongo que es por vergüenza. Por eso es tan importante que las historias hablen de esto sin parar. Durante el proceso creativo, cuando contaba a la gente que estaba escribiendo sobre este tema muchas personas me decían: “¿Pero no se ha hablado ya  mucho del cuerpo, sobre TCA?”. Sí, pero no se ha buceado hasta las profundidades. Los delirios del cuerpo no tienen que ver con el cuerpo, tienen que ver con el amor. Eso es lo que aporta Ya Nunca Tengo Hambre a la conversación. Creo que nos tenemos que hacer muchas preguntas todavía sobre el tema y poner luz en las partes oscuras. Claramente es algo que está pendiente, porque no es solamente que todavía siga pasando, es que ni siquiera somos capaces de hablar de ello en una mesa de bar con las amigas. Ese es el objetivo de la obra: que en las cervezas de después de la función, las amigas hablen de ello y se sostengan las unas a las otras.

 

¿La hipersexualización del cuerpo femenino es uno de los primeros golpes de realidad que tiene que afrontar una chica adolescente?

Pfff… sí. La hipersexualizacion y el descubrimiento de la belleza. Yo de niña estaba tranquilísima con mis libros y mis cosas y todo cambió cuando descubrí que la belleza era una cosa que existía, que me atravesaba y que me situaba en un punto más alto o más bajo de la jerarquía social. Fue entonces cuando empezó la persecución incesante de la normatividad. Y la hipersexualizacion como vehículo para buscar esa validación del cuerpo por parte del otro, para generar intimidad, para encontrar algo de amor.

 

Suerte

¿Es sano o lícito esperar siempre cosas de los demás? Quiero decir, en cualquier tipo de relación en la que nos entregamos, siempre se espera una respuesta, pero cuando no se produce o se produce de una forma distinta a la esperada nos genera frustración. ¿Es justo esperar esa respuesta o simplemente hay que dar sin esperar nada?

Yo sí espero una reciprocidad en mis relaciones. No creo que sea sano o insano esperar cosas de los demás, creo que lo sano es saber qué quieres en una relación, comunicarlo, llegar a acuerdos y caminar de la mano siempre que las dos personas estén en la misma página. Si no, no se puede compartir camino sin frustración. Es cierto que en la teoría es muy fácil pero que luego todos tenemos heridas que nos anclan, al final las personas somos complejas y las relaciones por ende también. En la obra concretamente hablo de relaciones románticas en las que la protagonista todavía no tiene claro quién es, apenas pone límites, no sabe lo que quiere, no se  comunica y sufre distintos abusos por parte de algunas personas. Cuando crees que no mereces nada estás dispuesta a que te pasen por encima sólo para recibir un poco de amor.

 

¿Hasta cuando se sigue huyendo?

Hasta que se tiene el suficiente valor como para enfrentarse a la verdad de uno. En la obra lo llamo ‘el día D’. No nos han enseñado desde pequeños lo que es la autoconciencia, así que, por supervivencia, crecemos disociados de las heridas y los traumas que nos atraviesan. Algunos mueren disociados y otros un día despiertan y enfrentan las cosas que les pasan, se hacen responsables de sí mismos. Es el caso de María, que un día despierta y se da cuenta de que ha estado viviendo su vida en función de lo que el mundo esperaba de ella. A partir de ese momento no le queda otra que mirar hacia dentro, sanar sus heridas y decidir cómo quiere vivir. La obra es la narración de ese despertar.

 

¿Cuáles son los huecos que más duelen?

Los que no se sabe que se tienen, los que no se nombran. Por eso la ficción es tan importante, porque nos ayuda a colectivizar los huecos y a darnos cuenta de que, en realidad, como digo en la obra: “todos somos niños heridos”.

 

En esta exposición que haces de ti misma sobre un escenario, ¿te daba miedo que la gente de tu entorno, de tu pueblo, descubriesen ciertas cosas de ti y te juzgasen por ello?

No es algo que haya pensado durante el proceso. Sentía que si contaba esta historia tenía que ser entregándome de verdad, poniendo mis entrañas al servicio de lo artístico. Las historias cambian las vidas de las personas, yo les tengo muchísimo respeto. Tenía que arriesgarme para que la obra llegase de verdad. Sí he tenido miedo de que las personas que quiero no entendiesen la historia. Vuelco cosas personales que, aunque hablen de mí, involucran a mi familia y amigas. Tenía mucho miedo de hacerles daño o de que lo entendiesen como una ofensa o un ataque directo en lugar de como una herramienta para contar una historia que habla de algo mucho más grande que nuestra situación particular: del ser humano y su necesidad de ser amado. Estoy muy feliz porque todo el mundo ha entendido la profundidad de la obra y nadie se lo ha tomado personal. Ha sido precioso poder compartir con mi gente esta historia y que les haya servido para entenderse mejor.

 

Esta obra es un intento de compartir el dolor, y estás recibiendo mucho feedback de gente que está yendo a ver la obra. ¿Cómo te hace sentir el ver que gente que se siente identificada con lo que cuentas? ¿Estás cumpliendo el objetivo que te marcaste al comenzar?

Para mí es todo. Da sentido a todo el trabajo de estos años. Muchas veces me escriben chicas desconocidas, me esperan en el patio de butacas o a la salida para decirme que gracias a la obra han puesto palabras a las cosas que les pasan. Es increíble poder abrir nuevas brechas y ver que la obra sirve para algo, genera cambios en lo íntimo.

 

¿Y a ti, te está sirviendo para sanar?

Me está sirviendo para avanzar y para filtrar dónde pongo mi amor y mi vulnerabilidad. Así consigo protegerme de alguna manera, pero es realmente complicado sanar en un sistema que nos bombardea constantemente. Me encantaría decir que esta obra me ha quitado todos los complejos y que me ha hecho quererme a mí misma y todas esas cosas, pero no es así. La terapia y tener unas amigas maravillosas que me quieren por lo que soy me han ayudado a entenderme, estar mejor y a bajar un poquito el volumen al ansia por la belleza hegemónica, pero la herida sigue allí. La obra ha generado una red, y ha hecho que nos demos cuenta de que todas tenemos pensamientos intrusivos y que juntas, poniendo el tema del cuerpo encima de la mesa y hablándolo sin parar, pesa un poco menos.

 

¿Cuántas heridas tiene tu cuerpo ahora?

Mi cuerpo tiene muchas heridas con las que puedo convivir y ser feliz. Algunas las conozco y las trabajo a diario, otras todavía no sé qué están allí. Por eso continúo en un proceso de autoconsciencia y despertar constante, en el que sé que habrá muchos ‘días D’. Supongo que por eso escribo, para entender las heridas propias y colectivizarlas. Ya me encuentro trabajando en la próxima ficción, todavía no sé cuál será el formato, pero sí sé que hablará sobre la relación madre-hija.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

Anna Sarrablo, La Escalera de Jacob, suerte, Trastorno De La Conducta Alimentaria
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