Se llama Bailas, Baby?, y la propuesta resulta tan especial en tantos aspectos, que dan ganas de arrancar este texto con esa frase de “Érase una vez…”.

Destinado a acercar la danza a los más pequeños, y con más pequeños nos referimos a bebés y primera infancia, esta iniciativa que es pionera por un montón de razones, pero, sobre todo, por el público a la que está dirigida, nació en 2022 de la mano de Beatriz de Torres en el Espacio Abierto Quinta de los Molinos, espacio que de Torres ha dirigido con mucho acierto e implicación hasta junio de 2024 (a partir de enero de 2025 la sustituye en el cargo Sara San Gregorio). Solo han sido dos años de trayectoria, pero en estos pocos meses han pasado por el proyecto coreógrafas y coreógrafos como Luz  Arcas, Cesc Gelabert, Israel Gavlán, Dácil González y Jesús Rubio. A todos ellos, de Torres les ha encargado una pieza para los más pequeños, bebés de meses y niños de hasta cuatro años, que perciben los colores, texturas, movimiento y el mundo en general, de una manera tan primaria como fabulosa. Y todos los coreógrafos que han recibido el encargo, se enfrentaban a crear por primera vez para un público tan exquisito.

El último protagonista del ciclo Bailas Baby? ha sido el coreógrafo y bailarín israelí Sharon Fridman, afincado en España desde hace décadas. Los pasados 14 y 15 de diciembre estrenó la pieza Oro Vivo y a ella se le sumó otra particularidad: la bebé protagonista del montaje, que atesora estampas junto al creador realmente memorables, se trata de su propia hija, Naya, de 11 meses. Un día después de las funciones Fridman lo cuenta emocionado por teléfono a esta revista. “Cuando Beatriz me propuso realizar esta pieza me pareció muy singular porque en ese momento yo esperaba el nacimiento de mi hija. Así que casi desde el principio la he tenido muy presente para la creación de Oro vivo. Su madre biológica es amiga mía y en las horas que me correspondían para estar con Naya la llevaba a los ensayos de creación. Se puede decir que la elaboración de este espectáculo ha transcurrido y se ha generado desde mi convivencia con mi propia hija”.

 

Sharon Fridman a través del espejo en Madrid

 

El auditorio del Espacio Abierto Quinta de los Molinos donde se muestran estas obras favorece la interacción de los más pequeños y madres y padres o familiares correspondientes. Sentados en gradas accesibles, a solo un paso o dos del escenario, o en el suelo alrededor de él, los pequeños encuentran en la cercanía y posible participación todo un país de las maravillas. En este sentido, y en muchos otros, Oro Vivo es una pieza muy inteligente que implica a la audiencia casi desde el principio. El movimiento, siempre presente, de manera más armada a través de frases coreográficas, como ese dúo con dos bailarinas cuando se escuchó un espontáneo “qué bonitoooooo”, de uno de los niños presentes, o a través de los materiales que se usan, atrapa con un acceso muy directo y visual. Y ahí radica otro de los aciertos de la pieza: el uso de todo lo sensorial (a través de la vista, pero también del oído, el tacto, etc), con una manta térmica, dorada por un lado, plateada por otro, que es cueva, mar llenito de peces y piedra que se mueve, ante la estupefacción de los pequeños, que prácticamente ni respiran hasta que son invitados a participar. “Desde un principio quise compartir el valor de la creatividad con esta pieza. Recordaba cuando yo era niño y vivía en un pueblo pequeño soñando con vivir en Tel Aviv. Me encerré a crear con mi hija como cuando yo era pequeño me encerraba en la mía para soñar. Estar ahí, trabajando con una materia que en esta ocasión ha sido la manta térmica, y construir un mundo con mi hija dentro de él”.

 

Sharon Fridman a través del espejo en Madrid

 

¿Qué parámetros decidió seguir para llegar a crear un espectáculo tan sensorial?

Sharon Fridman: Yo tenía ese papel-manta en casa. Y un día empecé a jugar con él y la luz que entraba o no a través de la ventana. Me fijaba en la reacción de Naya, cómo le gustaba el papel-manta, lo cogía, lo soltaba… y yo tomaba notas. También fue importante observar cómo mi hija reaccionaba a los colores. Se podría decir que fue mi asistente de dirección en todo momento.

 

Esta pieza tan singular en su trayectoria, ¿le ha llevado a otros trabajos en algún sentido?

Sharon Fridman: Pues el proceso me recordó en ocasiones a Al menos dos caras, mi primera pieza como compañía junto a Arthur Bernard. Aquella obra no tenía el perfil de público familiar, pero creo que comparten la búsqueda de la claridad dramatúrgica y la importancia de la textura de los materiales.

 

¿Cómo ha recibido la energía de los bebés y niños? Les caracteriza su espontaneidad…

Sharon Fridman: Ha sido muy interesante y bonito recibir reacciones sin ningún tipo de filtros. De hecho, estas reacciones nos han dirigido en vivo en varios sentidos. Realmente no sabes qué va a pasar con la pieza y ellos no dudarán en mostrarlo. Puedes notar su interés o no en cualquier momento. Toda una aventura donde siempre ocurren cosas fuera del guion.

 

¿Cómo por ejemplo?

Sharon Fridman: Había una niña, Emma, de cuatro años, que siempre quería ir a espacios en los que no estábamos. Si tocaba situarnos todos en la cueva, ella quería ir al espacio del mar. Si estábamos en el mar, ella se dirigía a otro extremo. Y fue fabuloso verla tan libre en escena construyendo su propio itinerario. Las cuatro funciones han sido muy distintas y en cada una de ellas el espectáculo se modificaba de manera espontánea y absolutamente orgánica.

 

¿Qué resaltaría de esta experiencia de crear para bebés?

Sharon Fridman: La verdad es que esta creación se ha generado en un año muy duro para mí en el que he visto que por ser israelí y el conflicto bélico horrible que hay en la actualidad, se me han caído bolos o me han programado menos. Por supuesto no es algo que te digan directamente, pero en algunas ocasiones sí he comprobado de primera mano cómo el tema político atravesaba el que mi trabajo estuviera o no programado. En este sentido, el hecho de haber podido crear Oro Vivo para los más pequeños, y hacerlo junto a mi hija de 11 meses, ha sido intentar fabricarles un mundo dorado y más amable que el que tenemos. Querer crear otros lugares a través de la danza, en este caso, de lo artístico, que aumenten la posibilidades vitales.

 

A finales del próximo mes de febrero Sharon Fridman volverá al Espacio Abierto Quinta de los Molinos con un espectáculo al aire libre en el que participarán 400 personas alrededor de la floración de los almendros del parque.

 

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