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Ser un alien en un mundo que impone uniformidad

  • abril 21, 2025
Por Ka Penichet

María Velasco: "Ser intolerante con la diversidad es lo mismo que ser intolerante con la vida"

María Velasco es una de esas creadoras que no sólo escribe teatro, sino que lo habita, lo desborda y lo reinventa. Reciente ganadora del Premio Nacional de Literatura Dramática 2024 por Primera sangre, la autora y directora presenta ahora Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos, que podrá verse en la Nave 10 del Matadero de Madrid del 24 de abril al 11 de mayo de 2025, con las interpretaciones de la actriz argentina Maricel Álvarez y Carlos Beluga.

En esta conversación, Velasco nos invita a sumergirnos en su universo, donde el amor, el deseo y la otredad se cruzan con la ciencia ficción y la poesía escénica. Nos habla con la misma pasión con la que escribe: sin concesiones, con humor y con una profunda fe en el arte como espacio de resistencia. Con una trayectoria marcada por la búsqueda constante, la creadora burgalesa nos sumerge en su imaginario, explorando desde sus influencias hasta su visión del amor como una utopía necesaria.

 

Foto de portada: Carlos Luque

La sinopsis de Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos menciona a una mujer que, tras experiencias como el ‘ghosting’ y el ‘stalkeo’, se siente incapaz de vivir una nueva experiencia erótica. ¿Qué te llevó a abordar estos temas en el texto?

La necesidad de un rearme erótico, a pesar de la decepción, de la precariedad, de la auto explotación y de la fatiga. La obra enlaza el teatro íntimo con la ciencia ficción. ¿Cómo surgió la idea de combinar estos dos géneros aparentemente dispares? Mi admirada Marina Otero me dijo un día que el amor es una ficción. Es totalmente cierto. Es una ficción y una ciencia ficción. Un relato fantástico gracias al cual transformamos la realidad o, lo más importante, el realismo: la forma en que nos han enseñado a leer el mundo. Soy una apasionada de la escritora Úrsula K. Leguin, minoritaria por partida doble: porque elabora un género denostado dentro de la literatura, la ciencia ficción; y porque es una autora en un mundo de autores hombres. Siguiendo su estela, y la estela de Mary Shelley, hay en la literatura y en el cine autoras prodigiosas que están repoblando este género a partir de su intimidad. No puedo ser más fan de Raw o Titane de Julia Ducournau y de sus antiheroínas. También disfruté mucho de La sustancia de Coralie Fargeat y sigo a directoras como Ana Lily Amirpour. Ante la hostilidad del mundo, las mujeres (todas las minorías) hemos de crear utopías, distopías y heterotopías (espacios otros).

 

La protagonista experimenta la irrupción de un nuevo amor como un acontecimiento sobrenatural. ¿Qué simboliza este contacto alienígena en el contexto de la narrativa?

En la obra se juega con la metáfora del ‘contactee’: la persona que afirma haber experimentado el contacto con extraterrestres. El amor es una experiencia de la alteridad radical, un regocijo de la otredad, un compromiso con la diferencia… Cada cual viene de un planeta. En Estados Unidos el alien define también, de forma deshumanizante, al inmigrante. ¿No es terrible? A mí me fascina la rugosidad, la diferencia. Desde chica me fijaba en la nueva del colegio y me producían aversión los uniformes. El facha rinde culto a lo uniforme. ¡Le gusta más el uniforme que a un tonto una tiza! Su seguro es lo cis (“de este lado”, de “aquí”). Pero ser intolerante con la diversidad es lo mismo que ser intolerante con la vida. El amor más radical es una experiencia trans (“al otro lado”).

 

En una entrevista a José Miguel Vila, definiste el teatro como un encuentro catastrófico con el otro” y contabas que lo percibías “más como una metáfora visible que como un conflicto. ¿Cómo se manifiesta esta idea en Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos? ¿De qué manera la obra traduce esta catástrofe del encuentro en escena?

Justo en el concepto de ‘contactee’ que te acabo de mencionar está implícito ese encuentro catastrófico, la irrupción del otro. Catástrofe presupone crisis y transformación (dos conceptos muy relacionados con el arte teatral). En el amor algo de tu identidad se destruye por efecto y afecto del otro, para ser, paradójicamente, más intensa y extensamente tú. Barthes lo dice mucho más bonito. El conflicto (¡cómo me han repetido los señores que “el teatro es conflicto”!) tiene que ver con narrativas fálicas.

 

De Izq. a dcha.: Carlos Beluga, María Velasco y Maricel Álvarez. Foto de Jesús Ugalde.

 

La obra aborda el miedo a perder la distancia de seguridad que nos protege de los demás. ¿Cómo se refleja este concepto en la puesta en escena?

Maricel Álvarez, gran dama y punki de la escena argentina, protagoniza la obra. Carlos Beluga hace las veces de músico, moviente, partenaire… Son dos personas muy contrastadas. Un casting desconcertante. Hay una dramaturgia muy sutil alrededor de sus miradas y de sus gestos. Apenas si se tocan en la obra, y somos muy conscientes de cuándo y cómo lo hacen. Estamos muy pendientes de que no aparezca el ‘acting’ de las relaciones heteronormativa, la puesta en escena del amor entre hombre y mujer tal como la hemos heredado de los viejos relatos, que son el 99,9%.

 

Ahora que los mencionas, ¿cómo has trabajado con ellos a la hora de interpretar sus personajes?

No hemos hecho ningún trabajo de mesa, porque, a veces, analizando el texto, clausuramos su significado. El primer día leímos, a modo de rito, unos parágrafos de Los fragmentos de un discurso amoroso de Barthes y otros sobre el deseo de Deleuze y nombramos que los ensayos serían un proceso gradual de descubrimiento. La obra tiene mucho de monólogo y con Maricel nos hemos propuesto convertirlo en una polifonía, es decir, habitarlo desde las volubilidades del ánimo y de la energía. Encontrar diferentes voces en su voz. A Carlos lo conocía desde hacía tiempo, incluso lo vi cantar y bailar en la calle con el grupo Ataca Paca, definido como tuna punk, y me atrae mucho su versatilidad y el corazón que le pone a las cosas. Dejo que me sorprenda con su intuición y a partir de ahí vamos fijando hitos. En ambos casos, entre hito e hito, hay mucha libertad. Lo maravilloso de ambos es que no necesitan mucha dirección. Sólo escucha.

 

En el (auto) prólogo mencionas que la ciencia ficción fue fundamental para relativizar el mundo y para sanar. ¿Cómo crees que este género permite abordar la experiencia humana desde una perspectiva más amplia?

Me siento tentada a responderte directamente con una cita de Úrsula K. Leguin: “Vivimos en el capitalismo. Su poder parece ineludible. También lo parecía el derecho divino de los reyes. Cualquier poder humano puede ser resistido y cambiado por los seres humanos. La resistencia y el cambio a menudo comienzan en el arte. Creo que vienen tiempos difíciles en los que necesitaremos las voces de los escritores que puedan ver alternativas a la forma en la que vivimos ahora”. Ella hablaba del género de fantasía y de ciencia ficción como el realismo de una realidad más grande. Antes yo no estaba demasiado interesada en los géneros. ¡Pura ignorancia! Me doy cuenta de que los ‘universos posibles’ no sólo sirven para crear poderosas metáforas de la realidad, sino para cuestionarla y modelarla. No sé si necesitamos una de terror o de ciencia ficción para hablar de Trump y de Musk. El gore se queda corto. En el texto hablas de la dificultad de encontrar respuestas racionales o incluso médicas para ciertos malestares.

 

¿Crees que el arte, y en particular el teatro, puede ser una forma de sanación?

Sí creo. Deleuze afirmaba que el artista es médico de sí mismo y del mundo y que, por eso, necesita una frágil salud de hierro. No me gustan las religiones, ninguna. Pero la necesidad de trascendencia nos acompaña desde las cavernas prehistóricas: está en esas siluetas de manos vacías en las cuevas. Ahora mismo vivimos en profundamente desespiritualizadas (y, por lo mismo, desesperadas). El arte es una de las pocas ventanas que nos queda a la espiritualidad y a la trascendencia y, por ello, es fundamental para una vida digna y una cierta salud mental.

 

Foto de Jesús Ugalde.

 

También planteas preguntas sobre cómo contar la historia del amor más allá de lo humano. ¿Qué respuestas encontraste al escribir esta obra?

Es que a estas alturas del partido sería muy triste contar una historia de chico conoce a chica. Personalmente, estoy fatigada del amor cortés y del amor romántico que sigue dominando las narrativas. Yo quería hablar del amor como decisión ahora que estamos demasiado cansados, nerviosos, precarios, ensimismados como para amar y amar bien (o al menos intentarlo). En la obra se reformula la frase de Beckett: “Enamórate, vuélvete a enamorar, enamórate mejor”. Cada obra supone una indagación colectiva en cuestiones que me interpelan o me intrigan. En este caso, se trata de enamorarse mejor o reinventar el amor.

 

¿Cómo utilizas la ciencia ficción en la obra para explorar la crisis ecológica y el impacto del Antropoceno?

En un gesto de aporofobia y xenofobia, el alien ha servido, como te decía, para nombrar al migrante. En unas líneas de la obra yo le doy la vuelta: planteo que si vienen de “fuera” tal vez lo hagan de turismo de borrachera. Es un dardo al turismo irresponsable, ese turismo tan de mal gusto. También planteo que es difícil que unos extraterrestres quieran agenciarse un planeta ya recalentado y descastado. Lo hago desde el humor, que se parece al amor en tanto que antídoto, pero de fondo hay algo muy penoso. En el equipo hay dos personas de nacionalidad argentina, la realidad social y política se entromete inevitablemente en los ensayos. Y sí, en la sala se habla de amor: es un cuartelillo woke, un pequeño búnker de ficción o ciencia ficción. Dices que “lo normal es sentirse indigno de amar y de ser amado”.

 

¿Crees que el contexto social y político actual nos ha llevado a percibir el amor como un lujo o una imposibilidad?

Y tanto. No es casual que sea un tema en boga para los pensadores y pensadoras. Byung Chul Han habla de La agonía del Eros; Eva Illouz, de El fin del amor; Irmgard Emmelheinz, de Eros y el semiocapitalismo: la pérdida del otro. Si nos arrebatan el Eros estamos perdidos, porque dejaremos de ser combativos.

 

En el texto hablas del amor como una utopía y al mismo tiempo como una posibilidad de salvación. ¿Qué tipo de esperanza ofrece la obra al espectador?

Siento que es la obra más luminosa que he hecho nunca. La escribí podrida de temores, para decirme a mí misma (y de paso a los espectadores y espectadoras) que sí vale la pena enamorarse y reerotizar la existencia, las relaciones, incluso el lenguaje. Intento que la obra sea en sí misma una ofrenda de amor. No sólo porque en la sala de ensayos haya cuidados, tortitas de arroz, plátanos y chocolate y no se escuche una palabra más alta que otra. También porque, con este trabajo, intento hacer un manifiesto para amar mejor que nuestros viejos.

 

Foto de Jesús Ugalde.

 

¿Cómo se relaciona la precariedad afectiva con la precariedad material en la obra?

La clase y la lucha de clases lo atraviesan todo si vienes de donde yo vengo. Y el amor no es una excepción. A veces lo flipo con los mundos pequeñoburgueses de las obras. Pienso: esta gente, los autores, ha debido de tener una infancia feliz, crecer entre algodones, la vida resuelta… Yo no puedo hacer una historia de amor de pijos por mi sentimiento de clase. Con la idea de la productividad, la competitividad, el rendimiento, con la virtualización del afecto en las redes sociales, perdemos mucha energía para las relaciones íntimas. Si no tienes una vivienda digna, ¿dónde vas a hacer el amor?

 

Definir esta obra como un “poema escénico” sugiere una relación especial con el lenguaje y la imagen. ¿Cómo se traduce esta idea en la dramaturgia y la puesta en escena?

Cuando me enamoré empecé a escribir de manera muy natural poesía. De hecho, la edición de la obra de La Uña Rota irá acompañada de un apéndice de textos poéticos. Pero no se trata de teatro en verso, ni de octosílabos, más bien como tú dices, de una poesía que tiene que ver con la plasticidad de la puesta en escena, con la voluptuosidad sonora y visual. Me gusta mucho la definición de poesía del autor de El teatro posdramático: “fisura en el poder logocéntrico”. El propio espacio, donde se incluye un set musical, la cama (sede del sueño), luces de fantasía y un armario de cannabis, propone estas fisuras, la tentación de producir la realidad, poetizarla.

 

La obra habla de ‘huir como las ratas’ y de salvar el barco al mismo tiempo. ¿Crees que en la actualidad estamos más inclinados a la huida o a la resistencia? ¿Cómo se refleja este dilema en la obra?

Huimos sin parar hacia delante. Hacemos el amor y la revolución a golpe de clic. Por eso la intimidad física es un milagro. Y el teatro, que todavía nos ejercita en el derecho a la reunión, un oasis. En la obra se plantea el amor como resistencia. No consumir otros, huir de la otredad, sino dejar que esos otros nos desestabilicen, nos quiebren y hagan tambalear lo poco que sabemos de nosotros mismos. Intento traspasar eso al proceso de creación: que los actores y actrices y los diseñadores y diseñadoras me hagan dudar.

 

¿Qué papel juegan elementos como la música y la danza en la narrativa de la obra?

Tengo dos colaboradores fuera de serie: Tagore González en el sonido y la música y Josefina Gorostiza en el movimiento y la coreografía. Me gusta decir que a Josefina me la presentó Johann Sebastian Bach, porque la descubrí por su pieza Las cantatas eufóricas (homenaje a Bach) y desde entonces me cuesta pensar en el trabajo sin ella. Voy al grano: en la obra hay una especie de homenaje al rock espacial, los admiradores de Bowie no se la pueden perder. También hay música en directo a cargo de Carlos Beluga: Bambino y El amor de Massiel (esto lo decidimos antes de la gran actuación de Rigoberta Bandini en los Goya). Nos hemos decantado con Tagore por un eclecticismo controlado. En cuanto al movimiento, hemos pensado en las derivas, por así decir, que trazamos en la depresión. El movimiento disfuncional. Pero también hay, como tal, baile: una coreografía de Space Oddity imperdible y frases de movimiento muy pegadizas inspiradas en el vogue.

 

Foto de Jesús Ugalde.

 

Recientemente has sido galardonada con el Premio Nacional de Literatura Dramática 2024. ¿Cómo ha influido este reconocimiento en tu carrera y en tu enfoque creativo?

Básicamente sigo igual. Luis Luque me llamó para coproducir y estrenar en Nave 10 Matadero antes del galardón, eso le honra. Por lo demás, continuamos sacando cada obra con mucho esfuerzo. Nunca, y digo nunca, he sido producida al 100% por un teatro público. Siempre he coproducido con mi socia, ‘partner in crime’, Ana Carrera. Invertimos lo que ganamos con otros trabajos. Nos auto explotamos. A cambio, tenemos toda la libertad expresiva, no hay ningún productor o productora que nos obligue a trabajar con tal o cual famoso. No siempre tendremos la energía para trabajar así, para caminar a lo largo de un delgado alambre. Supongo que es cuestión de tiempo. A veces me digo: lo que el cuerpo aguante. Esto supone que cada obra podría ser la última y la encaramos con ese peso. Nunca es una más: es la obra. El siguiente trabajo después de Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos es en la Cuarta Pared. Vuelvo al teatro alternativo que es de donde salí.

 

Obras anteriores como Amadora y Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra han sido reconocidas en el ámbito teatral. ¿Qué evolución percibes en tu estilo desde entonces hasta Vendrán los alienígenas y tendrán tus ojos?

Más que una evolución es un zigzag. Intento no acomodarme en ninguna receta. No reproducir las cosas que salieron bien o menos mal. Entender que cada obra es una investigación nueva. Me divertía la idea de hacer un poema de amor escénico después del Premio Nacional. Me parecía una travesura y, a la vez, un acto político. Las anteriores obras me han dado fundamentalmente oficio y me han ayudado a encontrar compañeros y compañeras de camino que comparten una ética y una estética. Sigo padeciendo el síndrome de la impostora, pero menos.

 

Tu capacidad para crear e imaginar parece no tener límites y tienes una capacidad única para construir mundos propios ¿Cómo era tu relación con la imaginación en la infancia? ¿Tenías amigos invisibles o inventabas historias? ¿Sientes que esa creatividad ha evolucionado con el tiempo o sigues conectando con la misma fuente de inspiración?

La imaginación me ha salvado y me ha llevado a ambicionar cosas que no eran las presupuestas para una niña de mi condición. Sigo siendo fantasiosa y enamoradiza.

 

Has colaborado con compañías de danza e interdisciplinares, como Les Impuxibles. ¿Cómo han influido estas experiencias en tu forma de concebir el teatro?

Han sido determinantes. Nunca he aprendido tanto de dramaturgia como cuando he tenido que renunciar a una dramaturgia textual y a un relato lineal de conflicto y resolución. Estas experiencias me ayudaron además a valorar que el teatro tiene más que ver con la fuerza del directo, con la música y la danza (las artes que lo amamantaron) que con el argumento o la trama. Pienso como la directora Lucrecia Martel que hacerle creer al espectador que una película es el argumento es atontarlo.

 

En tu opinión, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrenta el teatro contemporáneo en España?

Estoy hasta los ovarios del repertorio. De su imperialismo sobre la cartelera. El arte escénico es por naturaleza un arte de lo efímero, de lo evanescente, del presente… ¿Habrá habido en algún momento de la historia un teatro tan historicista? En lugar de un arte, parece un brazo de la filología. Obviamente, hay malas intenciones de fondo. Es una estrategia política hacernos vivir entre bolas de naftalina, en formol. Yo soy una autora de teatro de texto y, sin embargo, no puedo dejar de denunciar la marginación sistemática de la danza y de las artes vivas. Es embrutecedor. Madrid tiene cerveza y tapas, pero ni mucho menos un tejido cultural diverso como se espera de una capital europea.

 

¿Qué importancia le das a la intersección de diferentes disciplinas artísticas en tus producciones?

Toda. Como te decía antes, la música y la danza son el fenómeno fundante del teatro. Yo acudo al teatro, más que por un cuentito, por una experiencia de seducción. Y eso tiene que ver más con los sentidos que con las entendederas. Les digo a los estudiantes de dramaturgia y de interpretación que tienen que vivir, tanto como puedan, pero también ir a los museos y a las galerías y a los conciertos, porque el teatro no se lee, se ve y se escucha.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

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