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ALFOMBRA ROJA

Por José Antonio Alba

Y así, como el que no quiere la cosa, nos hemos acabado el 2024, un año al que, si echamos un vistazo, no sabríamos si calificar como un buen año o habría que meterlo en un cajón y no volver a pensar en él… Bueno, quizá no, quizá sea bueno tenerlo muy presente, sobre todo para no olvidar y acabar repitiendo sus errores.

Este será recordado como el año en el que la famosa alfombra roja, que siempre retrata al mundo de la Cultura, ha quedado intransitable debido a la cantidad de porquería que hemos ido acumulado bajo ella, escondiéndola y silenciándola, y que ahora rezuma escandalosamente a la vista de todxs.

Las víctimas de abusos han dicho “¡Basta!” gracias a la creación de espacios seguros desde los que poder hablar sin miedo -¡Gracias!-, y han comenzado a exponer los maltratos, alzando la voz y denunciándolos. A todxs nos ha conmocionado la abrumadora oleada de casos de violencia consentida y silenciada que han salido a la luz. ¿Tanto nos ha sorprendido, o es que hemos pasado de perfil por ellos, quién sabe si interesadamente o por miedo, minimizándolos hasta reducirlos a un chascarrillo sabido por todxs y tenido en cuenta por muy pocos? Cada cual deberá juzgarse a sí mismo y ver en qué lugar estaba y qué postura está adoptando… está claro que siempre hay que estar del lado de las víctimas, pero para eso hay que ser tan valientes como ellas y dejar de callar y consentir. ¿Estamos en ese punto?

Quizá lo que a priori hace de este año algo tan negativo, que lo es, podríamos mirarlo desde otro ángulo y pensarlo como algo realmente positivo, ya que por fin -¡POR FIN!- el miedo lo tienen los lobos feroces.

 

En Godot llevamos en portada en diciembre Maestrissimo, el éxito de Yllana que regresa al Teatro Infanta Isabel. Esta producción y muchas otras son las protagonistas de nuestro Especial Familiar orientado a las fechas navideñas. Además, hablamos con Ernesto Caballero, Mario Gas, Muriel Romero, Fernando Guillén Cuervo y Laura Kumin, entre otros contenidos.

La obra Señor Mayor con perro oscuro negro mate, de Pelayo Muñiz, que se podrá ver en Teatro Lagrada, abre Godoff este mes. Le siguen sendas entrevistas a Teresa Sanz, Biloba Teatro, Ana María Mauri y sobre el montaje Háblame que te escucho

 

REIVINDICANDO EL AMOR

Por Sergio Díaz

“Debemos reivindicar el amor como acto de resistencia”. Si siguen avanzando las páginas de esta revista podrán encontrarse con este titular en una de las entrevistas de este mes. Hay mucho amor en este número. Y no es sólo una frase hecha sobre el entusiasmo con el que lo hacemos… no. No solo. Hay mucho amor, como concepto, del que se habla en varias de las propuestas que surcarán la cartelera en diciembre. Ya sabemos que el amor es algo universal y que lo atraviesa todo, pero me ha llamado especialmente la atención. O quizá es que en este momento de mi vida necesito llamar la atención con esto. Hay propuestas sobre el amor en las relaciones familiares: Señor mayor con perro oscuro negro mate, Háblame que te escucho, Amar al padre; montajes sobre amar y abrazar al diferente: Todos pájaros; montajes sobre el amor hacia un lugar de pertenencia: Esta sensación de olvido; montajes sobre el amor a las palabras en La gramática o amor por la música en Maestrissimo; y obras que abordan el concepto del amor en pareja como es Amor o no, de donde he sacado el titular con el que comienzo esta columna.

Hace ya mucho tiempo que no comprendo el mundo que me rodea. O quizás nunca lo he comprendido del todo. Siento que no encajo bien en ningún lugar porque las relaciones humanas siempre me han parecido hostiles. Hace años pensaba que era demasiado mayor (a nivel de carácter) como para sentirme a gusto entre la gente de mi edad. Ahora que ya he llegado a esa edad que siempre he parecido tener, sigo sintiendo el mismo vacío y la misma soledad de entonces. No comprendo el ‘ghosting’ ese del que me hablan, ni la gente que huye de los compromisos adquiridos. Me hieren en exceso las palabras y sufro cuando no comprendo las acciones que realizan. No entiendo la falta de empatía ni que la gente no tenga ganas de desarrollar más su bondad, que no se tengan más ganas de amar a los demás.

Cuando piensas siempre que los demás son gilipollas, a lo mejor es que el gilipollas eres tú (o sea yo). Y eso es algo que me tortura. Sólo encuentro la paz cuando viene ella por detrás y coge mi mano con fuerza. Ella, que es la mejor persona del mundo, acude a mi rescate para darme paz y para decirme, sin palabras, que no estoy equivocado. Y me reconcilio con la vida gracias a ese pequeño gran gesto. A ese acto de resistencia que sólo a ambos nos pertenece.

 

 

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