El dramaturgo, actor y director Carlos Alba, llega a Teatro Lagrada con Perendi, una adaptación escénica de una parte de los relatos publicados por Milio Rodríguez Cueto en el diario La Nueva España entre los años 2000 y 2010, recogidos posteriormente en tres volúmenes de cuentos.
Carmen Gloria, Cova Cobos y el propio Carlos Alba protagonizan esta comedia negra sobre la España vaciada que podrá verse del 19 al 21 de septiembre.
Carlos Alba ‘Cellero’ es un creador asturiano formado en Réplika. Buen conocedor de la obra literaria de Milio Rodríguez Cueto decidió adaptar sus relatos en una obra teatral llamada Perendi, lo que supone el debut en las tablas de uno de los autores contemporáneos más premiados de Asturias y una de las plumas más originales de la literatura en asturiano y castellano. Este montaje ha conseguido alzarse con dos de los Premios de las Artes Escénicas de Asturias, los Premios Oh 2025: Premio Mejor Autoría (para Milio Rodríguez Cueto), Premio Mejor Intérprete Masculino (para Carlos Alba), y fue finalista en el Premio Mejor Intérprete femenino en la figura de Carmen Gloria.
¿Carlos, de dónde viene tu amor por las Artes Escénicas?
Mi primer acercamiento al teatro fue en mi época de estudiante de Ciencias de la Información, en un colegio mayor, con un grupo que dirigía César Gil. En esa época también me acerqué a la narración oral, que estaba en pleno apogeo en el Madrid de los años 90, con Mercedes Carrión. Por último, influyó también la relación con Agustín García Calvo, sus charlas sobre política y lingüística, la lectura de sus libros y sus cursos de recitación. Es decir, fueron varios los caminos que me llevaron a las Artes Escénicas.
Te formas en Réplika Teatro, ¿cómo fue ese periodo formativo y qué es lo más importante qué aprendiste allí y que te sigue acompañando?
Fue un periodo apasionante, fuimos la primera promoción de la escuela y trabajamos con mucho ahínco bajo la batuta de Jaroslaw Bielski, Socorro Anadón, Karol Wisnievski y Zyvila Paternat. Allí aprendí muchísimas cosas, quizás la que más me ha quedado ha sido el amor por el entrenamiento actoral.
¿En qué momento decides formar compañía propia -Compañía del Alba- y cuál era la intención al hacerlo?
Primero comencé a realizar espectáculos unipersonales, en la línea del monólogo, los títeres y la juglaría. Poco a poco fui ampliando el espectro y tuve la necesidad de montar obras con más actores, y de trabajar en ‘compañía’.
Ahora llegáis al Teatro Lagrada con Perendi. ¿Por qué has decidido llevar a la escena los textos de Milio Rodríguez Cueto?
Son unos textos que tienen mucha calidad literaria y a la vez mucha gracia, con un humor muy incisivo y popular. Además, Milio tiene la cualidad de crear personajes muy reconocibles y a la vez complejos, que en asturiano, la lengua original de los textos, tienen una sonoridad muy especial que creo que ha conseguido mantener en la versión castellana. Como me encanta su escritura era inevitable.
Conoces bien al autor, ya que has trabajado con él. ¿Qué te ha dicho de la adaptación que has hecho? ¿Él también ha formado parte del proceso?
Milio está muy contento con la adaptación. Él ha formado parte del proceso y ha trabajado como un alumno aplicadísimo. Ha sido un placer porque hemos elaborado juntos la dramaturgia, y yo he podido tener un autor a mi disposición para corregir, ampliar, encaminar el texto de la obra, incluso después de estrenada.
¿Cómo es la puesta en escena que habéis elaborado?
El proceso ha sido complejo porque para llegar a la versión definitiva ha pasado casi un año desde el primer estreno. La puesta en escena tiene por objetivo realzar tanto la interpretación actoral como el propio texto, poner a los intérpretes en primer plano. A su vez, el marco gigante que enmarca algunas escenas es la mirada de Ahmad Rami, el pintor sirio emigrado a Perendi, que es sobre lo que se va desencadenando toda la trama, y también la del espectador, que mira a un mundo que poco a poco se va acabando.
Háblame un poco de los cuadros que Nacho Suárez ha hecho exprofeso para la obra…
Nacho se ha convertido en un personaje más de la obra, gracias a que entró de lleno en el universo de Perendi y en la personalidad de ese pintor tan sui generis del que hablamos en la pieza, que tiene el don de adivinar el futuro en sus cuadros.
Más allá de la escenografía que habéis creado, ¿esta obra es un homenaje a la palabra en el Teatro?
Totalmente. Además el hecho de representarla tanto en asturiano como en castellano nos ha hecho reflexionar mucho sobre el sentido de las palabras en cada uno de ambos idiomas.
Aunque no sea este el caso, la narración oral como forma de transmisión escénica es algo que tú siempre has trabajado mucho. ¿Consideras que es la forma más pura de entrar en comunión con el público?
Es el teatro en estado puro, la juglaría, aunque también es cierto que la narración oral es una disciplina que va más allá de lo escénico, por su vinculación con la educación y la tradición oral.
¿Qué ha aportado Lidia Otón al proyecto?
Conocí a Lidia en un taller en el Teatro de La Abadía en 2022 y no dudé en contar con ella para este proyecto. Su participación ha sido fundamental para poder poner en pie un texto que también es muy poético.
¿Al ser director, actor e impulsor del proyecto se te hacía necesario esa mirada externa?
Sí, gracias a Lidia pude cubrir la dirección actoral, pues al participar yo también como actor se me hacía imposible asumirlo. Además contamos con la colaboración de Diego Lombardía en la ayudantía de dirección, algo que ha sido también fundamental. Yo asumo la dirección del proyecto porque puedo contar con ellos dos, además de la propia implicación del autor, de lo contrario hubiera sido imposible.
¿Cuáles son los temas fundamentales de la obra?
La emigración de la juventud preparada, la pintura de un lugar en decadencia que nos traslada hasta la España vaciada de una manera muy poética e incisiva. Es una obra muy actual y, sin embargo, muy cómica a pesar del trasfondo que tratamos de reflejar.
¿Cuánto nos marca el lugar del que venimos?
Depende un poco de la persona, pero aunque alguien decidiera olvidarse de sus raíces tiene que hacer un esfuerzo consciente y es algo que siempre está ahí, dispuesto a emerger, como los años de la infancia.
¿Olvidar nuestras raíces nos desvincula de la realidad? ¿Es necesario desenterrar las historias ocultas de los pueblos?
Olvidar las raíces nos desvincula de una realidad pero normalmente se hace para vincularse a otra que deja de ser ajena y que en un momento dado nos va a permitir desarrollar nuestro potencial. Es lo que hace la joven protagonista. Pero la frase final de la pieza nos indica que ese mundo, esas raíces, siguen presentes. Ella desentierra una historia oculta de su pueblo y la lleva hasta una Facultad de Arte en Wisconsin, al mismo centro del Imperio.
¿Cuando no quede nadie en esas zonas de la España vaciada es cuando lo habremos perdido todo?
Habremos perdido una parte de la memoria colectiva y de paso la posibilidad de ser un país con personalidad propia.
En el texto se aprecia una crítica también a los tiempos actuales, como en el desfile del trasgu. ¿Cómo lo analizas tú?
Esa escena nos muestra, por un lado, cómo las nuevas y no tan nuevas corrientes de lo políticamente correcto llegan también a los pueblos y colonizan hasta las fiestas más espontáneas. Es una escena con un humor muy incisivo y algo absurdo, sigue un poco aquella máxima de: “pinta tu aldea y te harás universal”.
Es una obra llena de humor, pero es un humor con cierto toque cáustico, ¿no?
Sí, es muy mordaz y además muy sorprendente. En realidad estamos ante una comedia negra.
¿La suerte está tan mal repartida como el dinero?
Tal cual. Lo dice una mujer en la obra que además de pobre de solemnidad es coja y chepuda. A ella no le tocó el dinero en el reparto de la ‘suerte’, pero tampoco la hermosura.
¿Tú también crees que el Demonio es neoliberal?
Sí. Los neoliberales tienen como principal objetivo parcelar la realidad para sacar dinero de ella. Desde el hostelero que te cobra por el hielo hasta los cerebritos que inventaron la hipotecas subprime o las empresas de transportes que te cobran distinto según el asiento que elijas… Una mente demoníaca que busca parcelar la realidad en elementos cada vez más pequeños para poder monetizarlos más y mejor.
¿La justicia social es un invento de los afortunados que están en el lado afortunado?
Muchas veces sí, porque para implementar planes y programas que beneficien a los más desfavorecidos tienes que estudiar, tener medios, trabajar mucho, tener un mínimo de seguridad vital. Casi todos los grandes revolucionarios y revolucionarias venían de familias medianamente acomodadas, es una contradicción que hay que asumir.
He encontrado una antigua definición de Cellero o Celleru en tu caso. ¿Por qué te llaman así?
‘Cellero’ es el mote de mi familia, y yo lo utilicé para crear un personaje monologuista que fue mi primer trabajo teatral profesional, y que aún sigo interpretando. Un personaje que nació en bares y tabernas tanto de Asturias como de Madrid, como el Arlequín en Carabanchel, El Grito en Usera o el propio Libertad 8.
¿Dónde situarías tu Perendi personal?
En mi caso tengo muy cerca la referencia real del propio autor: Perendi es una villa de la cuenca minera asturiana en la era postindustrial. Un lugar en el que hubo trabajo y conciencia de clase pero que lleva décadas perdiendo población, habitado por gentes muy currantes, tolerantes y con sentido de humor.
