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Reflexión poética sobre la memoria de los pueblos sumergidos

“Los pueblos inundados navegan entre la memoria y el olvido”

Teresa Sanz es la dramaturga y directora de Esta sensación de olvido, una obra sobre la memoria, la construcción de embalses y los pueblos abandonados en España. Ainhoa Hevia Uría, Florencia Bracalenti, Eliana Caporalini y Naroa Luko interpretan la historia de la última habitante de un pueblo olvidado y el encuentro de una intrusa con los fantasmas de su pasado.

Tras haber agotado localidades en Imparables, la Muestra de Creación Escénica organizada por Nave 73 el pasado mes de septiembre, ahora podrá verse de nuevo esta obra en el mismo espacio los días 5, 6, 13 y 20 de diciembre.

 

Foto de portada: Esta sensación de olvido. ©Diego Roldán

 

¿Quién es Teresa Sanz y de dónde le viene su amor por las Artes Escénicas?

Es curioso, porque mi amor por el Teatro surgió fuera de las paredes del teatro. El Teatro, el Arte en todas sus formas, me ha interesado desde pequeña pero el verdadero amor nació del teatro de calle y la intervención callejera. En Barcelona tuve la suerte de formar parte de dos grupos de Artes de calle a los que admiro mucho: ERRO Grupo y Teatro en Movimiento Callejerx. Con ERRO Grupo trabajamos durante cuatro años en varios montajes itinerantes y de teatro invisible, que partían siempre de la observación y la deriva callejera. Fueron muchas horas de ensayo en la calle, de jugar e intervenir lo cotidiano. Me fascina trabajar con esa tensión entre lo real y la ficción en el espacio público. Ahora estoy en la sala de ensayo y en los escenarios ‘convencionales’, pero creo que la calle ha marcado profundamente mi forma de relacionarme con el Teatro, y tengo muchas ganas de volver a ella.

 

Eres Doctorada en Arte y Conflictos Ambientales, algo que me ha llamado mucho la atención. ¿En qué consistió tu tesis?

Soy Doctora en Ciencias Ambientales, y mi tesis se centró en el papel que juegan las expresiones artísticas como las pancartas, los murales, las performances callejeras, las batukadas… en contextos de conflictos ambientales. Examiné, a través de trabajo de campo y entrevistas, casos concretos de protestas contra proyectos extractivistas, como los puertos de exportación de carbón, o en zonas altamente contaminadas por la explotación industrial, conocidas como ‘zonas de sacrificio’. También analicé contextos de expresiones artísticas en lugares donde los defensores ambientales se enfrentan a violencia directa.

 

¿Y crees, entonces, que las Artes Escénicas son un buen medio para explicar las problemáticas ambientales en las que estamos inmersos actualmente?

Creo que en tiempos de crisis y catástrofes es fundamental el papel de la cultura para reflexionar y comprender lo que estamos viviendo, pero también para generar espacios de encuentro y de catarsis. Al abordar este tema desde el teatro existe el riesgo de centrarse demasiado en los datos, en un enfoque más documental, discursivo o distante sobre lo que está ocurriendo. Es importante reflejar la realidad y presentar los hechos, pero los montajes que más me han interesado sobre este tema son los que recurren a la ficción para conectar la problemática con la experiencia, con el día a día, y vincularla a otras preocupaciones como la identidad, el poder, la incertidumbre, la memoria, el miedo al futuro… Si queremos trabajar sobre problemáticas sociales o ambientales, creo que una buena forma es preguntarnos qué nos mueve a nivel personal a hablar sobre esto. Y conectar lo personal con lo colectivo. Hay que buscar la forma de situarlo, de acercarlo a la experiencia vivida, al presente.

 

Reflexión poética sobre la memoria de los pueblos sumergidos en Madrid
El equipo de Esta sensación de olvido. ©Lucho Martín

 

¿De dónde sale Esta sensación de olvido?

A mí me interesaba indagar sobre la pérdida, en todos sus aspectos: la pérdida de territorio, de memoria, de referentes, de personas queridas, de futuro, de sueños e incluso la pérdida de objetos. Me imaginaba un lugar donde va todo eso que se pierde, un lugar que ha sufrido una catástrofe, donde casi no queda nada, pero sin embargo permanece todo lo que se ha perdido. Diciendo esto me doy cuenta de que hay mucha melancolía detrás de la obra, pero prometo que también hay muchas otras cosas.

Me interesaba trabajar sobre un territorio concreto, y al investigar sobre este tema, surgieron las imágenes de los pueblos inundados, esos lugares que, al ser cubiertos por las aguas, quedan petrificados en el tiempo, como una memoria subacuática de lo que fue. Los pueblos inundados como lugares entre la memoria y el olvido. Es una obra sobre un lugar abandonado que nos habla tanto de la memoria histórica como de la memoria personal, los recuerdos y el miedo a olvidar.

 

Háblame un poco de los personajes que aparecen en la obra y de la puesta en escena que habéis elaborado.

Es difícil responder a esta pregunta sin hacer ‘spoiler’ pero lo voy a intentar. Por un lado, hay personajes que forman parte del pasado y del presente de este lugar inundado, y por otro, una inspectora que llega de la ciudad y se encuentra con todo esto. La exploración de la puesta en escena fue la más interesante. Al trabajar con la pérdida y con un lugar donde queda todo lo que se pierde, material y simbólicamente, al principio imaginábamos un escenario lleno de objetos, con todo lo difícil que es trabajar con objetos. Hasta que un día nos preguntamos por la potencia de hablar de un espacio de cosas perdidas en un escenario casi vacío. Y esa es la propuesta. Quedarnos con lo mínimo para que el espacio, el espacio en peligro, hable.

 

En el dossier decís que queréis resignificar el concepto de espacio escénico. ¿Cómo habéis hecho esto?

A nivel personal, siempre me ha interesado la cuestión del espacio, tanto desde una perspectiva antropológica como geográfica, y ha sido una constante en mis investigaciones y creaciones anteriores. Mi acercamiento al espacio escénico parte de ese estudio y de esa inquietud previa por el espacio como resultado de interacciones humanas. Por eso, quería que el espacio tuviera un papel preponderante, que no fuera solo un contenedor, sino que se convirtiera en un personaje más, incluso que el espacio hablara a través de los personajes. Esto nos llevó a tomar decisiones clave, como colocar al público en dos frentes del escenario y trabajar la simultaneidad y la invisibilidad, entre otros procedimientos. Buscamos una escenografía y un desarrollo de acciones orientados a crear un escenario con mucha presencia espacial, un lugar que contuviera muchos otros. También, en la dramaturgia, es el propio espacio el que genera el conflicto: el pasado se filtra en el presente, y hay un cuestionamiento constante sobre lo que este espacio fue, lo que debería ser, lo que es ahora y lo que hacemos con él. Tuve la suerte de contar con el acompañamiento de grandes profesores del Máster en Creación Teatral de la Universidad Carlos III de Madrid, que guiaron esta búsqueda.

 

Esta obra aborda un capítulo poco conocido de la Memoria histórica de España, esa frase que todo el mundo tiene en la cabeza pero por otros motivos. ¿Cómo de olvidado tenemos esto?

Al conversar con la gente que ha visto la obra, nos damos cuenta de que es un tema que la gente conoce, pero que no tiene presente o no es consciente de que muchos pueblos desaparecieron y que muchas personas se vieron forzadas a abandonar su hogar. Son muchísimos los pueblos que vivieron esta experiencia, y hay un gran trabajo por recuperar su memoria, como el proyecto Detendrán mi río de Virginia Mendoza. También hemos partido de la literatura de Julio Llamazares y Ana María Matute, que abordan este tema. Los casos que más me impresionaron fueron los de Ribadelago, en Zamora, y los pueblos del embalse de Riaño, en León. Por otro lado, ha sido bonito que mucha gente se haya acercado a contarnos sobre esos pueblos que conocen que también fueron inundados, lo que ayuda a mantener vivo su recuerdo.

 

No es teatro documental ni verbatim, pero ¿has llegado a hablar con gente afectada, con personas que tuvieron que abandonar sus pueblos para darle forma al texto?

Como investigadora trabajando con conflictos ambientales, conocí muchas personas y experiencias de gente afectada por proyectos que impactan sus territorios y, por tanto, su forma de relacionarse con ellos. Aunque no había trabajado específicamente con los pueblos inundados, creo que las experiencias y las conversaciones con personas en otros contextos de conflicto han contribuido a formar el imaginario que aparece en la obra.

Por otro lado, como mucha gente, soy nieta de migrantes dentro de España, que dejaron sus pueblos para buscar trabajo en la ciudad. La obra también se pregunta por esa memoria, por las raíces y la herencia en los descendientes de migrantes.

 

Las migraciones forzosas, aunque sea dentro de tu mismo país, aunque sea desplazarte unos cuantos kilómetros… ¿es algo que deja una huella profunda en aquellas personas que se ven obligadas a hacerlo?

Nuestra identidad, nuestra cultura, está conectada con los lugares donde crecemos, donde vivimos; los lugares nos marcan. Hay valores y conexiones con los espacios como el sentido de pertenencia, los cuidados, el apego y el tejido social que se rompen cuando alguien se ve forzado a abandonar su pueblo, pero también cuando algo en su pueblo cambia por decisiones ajenas. Se puede volver a re-construir ese tejido de otra forma o en otro lugar pero claro que marca a las personas.

 

Tras lo ocurrido en Valencia, tras la mucha desinformación que hay al respecto de las presas, embalses y demás… ¿sientes que estás pisando terreno embarrado con esta obra?

La obra se estrenó en septiembre, y ni siquiera imaginábamos que, en tan solo dos meses, las situaciones e imágenes de la obra se verían reflejadas en la realidad. La obra aborda sucesos vinculados al pasado y su conexión con el presente. Una de las motivaciones al escribirla fue preguntarnos qué pasaría si lo que ocurrió en el pasado ocurriera ahora, si volviera a suceder, pero también qué se está haciendo para evitar que se repita. En ese sentido, creo que está relacionada con lo que ha ocurrido en Valencia. Creo que la obra subraya que todavía tenemos mucho que aprender de la historia. La historia y, sobre todo la ciencia ya advertía sobre la posibilidad y el riesgo de inundaciones en lugares como Valencia y en otras partes y aún así no se ha hecho lo suficiente para proteger a la gente.

 

¿Los fantasmas de la memoria desafían las leyes modernas?

Creo que hoy en día es muy fácil olvidar de donde venimos y qué nos ha traído hasta aquí, la obra es un gesto, un homenaje a todas las que nos han precedido. Vivimos un momento extraño de muchos cambios y una aceleración constante que no tiene precedentes, por eso creo que hay que recuperar y tener muy presentes nuestros referentes, nuestros fantasmas.

 

Reflexión poética sobre la memoria de los pueblos sumergidos en Madrid
Teresa Sanz. ©Lucho Martín

 

¿Qué queda cuando se pierde hasta la última posibilidad de futuro?

Inventarse, ¿no? un mundo sin precedentes da miedo pero también tiene mucho potencial. Buscar las formas de crear nuevos espacio-tiempos para vencer el miedo y la incertidumbre.

 

¿Cómo se sobrevive al olvido?

Esta es una pregunta que se hace uno de los personajes, la que se queda en el pueblo cuando todos sus vecinos se han ido. Ella sobrevive resistiendo, creando una trinchera donde guardar todo lo que fue, busca las formas de mantener vivo el pueblo a su manera, con sus fantasmas.

 

Eres como una especie de Arqueóloga teatral. ¿Qué se siente al desenterrar cosas sepultadas por las aguas?

El otro día leí algo de Lorca que decía que imaginar es descubrir, decía que no cree en la creación sino en el descubrimiento, en la exploración. Los personajes de Esta sensación de olvido desentierran cosas que siempre estuvieron ahí pero que parecían olvidadas.

 

Esta obra se estrenó en Nave 73 dentro del Ciclo Imparables, agotando las entradas en las funciones que hubo. ¿Teresa Sanz se siente Imparable ahora mismo?

Me viene a la mente una frase del último montaje de Angélica Liddel, que repetía varias veces: “Sigo trabajando para no perder la razón de puro terror’. Salvando las distancias, es una sensación que me acompaña últimamente, especialmente frente a la incertidumbre y los sucesos que ocurren en el mundo y que generan tanto miedo. Hay que seguir haciendo, seguir creyendo en la ficción y en el teatro.

Estamos muy contentas de que Esta sensación de olvido siga ocurriendo y tenemos muchas ganas de recibir al público en este espacio y que traigan sus memorias, olvidos y fantasmas.

 

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