El 4 de junio de 1913, en el Derby de Epsom -la carrera de caballos más prestigiosa de Inglaterra- la sufragista británica Emily Davison se situó junto a la pista, en el lado izquierdo desde el punto de vista del jinete. Justo enfrente, al lado derecho, estaban las cámaras de British Pathé, Topical Budget y Warwick Trading Company, noticiarios de la época. Cuando los caballos se aproximaban, Davison se lanzó bajo el caballo Anmer, que pertenecía al rey Jorge V. El impacto fue brutal: el caballo rodó, el jinete Herbert Jones quedó inconsciente y Davison sufrió lesiones gravísimas en la cabeza. Murió cuatro días después en el hospital. Su funeral en Londres fue multitudinario: miles de mujeres marcharon en silencio vestidas de blanco. El derecho al voto para las mujeres en Reino Unido se consiguió cinco años después. Hoy, Davison es recordada como una de las figuras más emblemáticas del movimiento sufragista.
Desde el mes pasado vengo dándole vueltas a cuáles serían los componentes de un espectáculo de paz cuyo impacto fuese tan dramático que se hiciese necesario el fin del genocidio en Gaza. La presencia normalizada de Israel-Premier Tech en la competición fue el detonante para que los manifestantes por los derechos humanos pusieran sus ojos en la Vuelta a España. Su movimiento fue igual al de Davison: interrumpir el transcurso natural del espectáculo ciclista para que las cámaras captaran su mensaje y, de esta manera, se cambie la conversación. Es una jugada estratégica. Requiere de pocos medios, pero una gran fuerza de voluntad: hay que atreverse a desafiar las normas de la costumbre y la convivencia, y poner el cuerpo. El riesgo es alto, pero el impacto se maximiza porque ya estaba mirando todo el país. Hackearon el sistema para convertir lo predecible en impredecible. Esa es la naturaleza de cualquier espectáculo.
A las protestas contra Gaza les falta todavía, permítanme la expresión analítica, un protagonista, alguien que encarne los valores humanitarios de manera tan audaz y poco controvertida que cualquier ataque contra su persona resulte intolerable. Una mártir como Davison, que se atreva a sentirse tan humana que le duela continuar su existencia mientras miles de personas son asesinadas en directo.
Es una especulación. No sé si eso es lo que les falta a las protestas para detener este genocidio infame. Ojalá falte solo eso: una heroína, un héroe.