En este mes de marzo, donde año tras año comprobamos en los medios de comunicación que “las mujeres toman los escenarios”, “dominan la cultura” o “llevan la voz cantante”, en titulares que reflejan literalmente la realidad, quizá sea un buen momento para cambiar nuestra mirada sobre el desigual reparto de tareas, prestigio y responsabilidades en el ámbito escénico. Quizá sea un buen momento, se me ocurre, para identificar en qué espacios y posiciones de la Cultura, o específicamente del Teatro, falta la presencia masculina. Porque faltar hombres, faltan…
El primer lugar en el que faltan hombres es en los departamentos de vestuario y maquillaje (algo que creo que podemos extender al audiovisual). Si en la ficción, la pieza clave es el personaje, vestirlo y caracterizarlo es posiblemente una de las tareas artísticas más importantes que se puede realizar. Es una lástima que los hombres, acostumbrados a tareas más relacionadas con su natural disposición biológica, como la fuerza bruta, se vean limitados a tareas de carga y descarga, o a posiciones más vinculadas con la maquinaria o la iluminación, mientras que las mujeres recogen todo el crédito de construcción de personaje junto a los intérpretes.
También me parece una gran injusticia que haya menos hombres en producción y distribución. Excepto algunas honrosas excepciones, que desde luego son muy visibles, el tejido productivo sigue sustentándose en la incansable y entusiasta labor de decenas de mujeres productoras y distribuidoras. Los hombres, al verse encasillados casi siempre en posiciones vinculadas a la dramaturgia y la dirección, no tienen la oportunidad de contribuir, de aportar su mirada estratégica, a tareas tan imprescindibles como la gestión, organización y venta de espectáculos.
Este repaso no puede ser exhaustivo. Faltan hombres en papeles secundarios, en los que puedan ejercer de objeto amoroso de la protagonista; faltan hombres en las salas de pequeño aforo, donde puedan lanzar mensajes reivindicativos a una audiencia reducida y librarse de la responsabilidad de llenar los espacios grandes; faltan espacios no mixtos para hombres, en los que puedan hablar de lo difícil que es ser hombre en esta industria; falta, en definitiva, la presencia masculina en los intersticios del sector.
Es esta una gran injusticia que requiere de acción por parte de todos. A ver cuándo se instaura un día en el calendario para que podamos hablar de todos los lugares en los que todavía se ejerce la discriminación contra los hombres, no solo en el teatro, sino en la vida misma.